EDITORIAL

Sarkozy, su rival

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Este fin de semana, la larga carrera para las elecciones presidenciales francesas entra en su recta final, la que marca la campaña oficial de 15 días. Pero la verdadera batalla se inicia bastante antes, con una gran presencia de los verdaderos candidatos en liza en los medios de comunicación. El actual presidente y candidato de la derecha (UMP), Nicolas Sarkozy, y el representante del Partido Socialista (PS), François Hollande, son los dos únicos aspirantes a ganar la elección porque esta vez nadie duda de que se enfrentarán en la decisiva segunda vuelta del 6 de mayo, sin lugar a la sorpresa que se produjo en el 2002, cuando el ultraderechista Jean-Marie Le Pen desbancó al socialista Lionel Jospin.

La izquierda francesa ha perdido tres presidenciales consecutivas (1995, 2002 y 2007), por lo que sería lógico su regreso al poder después de 17 años. En la oportunidad de la alternancia residen las mayores opciones de Hollande, que sigue encabezando las encuestas para la decisiva segunda vuelta. Pero Sarkozy, después de una primera parte de la precampaña en clara desventaja, ha recuperado terreno y, según los últimos sondeos, ya distancia a su rival entre dos y tres puntos en la primera vuelta del 22 de abril.

En realidad, Sarkozy lucha contra sí mismo. Está calcando la campaña que le llevó a la victoria en el 2002 y, en esa estrategia, se juega la reelección. El presidente-candidato repite sus propuestas populistas de mano dura en seguridad e inmigración y se reviste con el manto del Estado protector en la lucha contra la crisis económica. Los dramáticos atentados de Toulouse y Montauban, cometidos por un islamista radical, le han servido para introducir la seguridad en la campaña, hasta entonces centrada en la economía, y para sacar rédito electoral. En una muestra del todo vale, incluso agitael fantasma de una España hundida por la gestión de su otrora amigo José Luis Rodríguez Zapatero para restar simpatías a su rival socialista.

Ante un Hollande que presenta un programa puramente socialdemócrata, con propuestas que no acaban de convencer, por irrealizables en tiempos de crisis, Sarkozy se enfrenta al reto de repetir la jugada por segunda vez. Si logra que los franceses olviden su balance y crean de nuevo en él, tendrá buena parte de la elección ganada.