El auge ultraderechista

Hartos de la identidad

La sorpresa 8 Carteles de Marine Le Pen, en un barrio residencial de París.

La sorpresa 8 Carteles de Marine Le Pen, en un barrio residencial de París.

   MARTA LÓPEZ / París / Enviada especial

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Llueve y ventea en París. Es lunes por la mañana, y muchos comercios tienen además sus persianas bajadas, por lo que el animado barrio de Belleville, en el distrito XX de la capital francesa, luce hoy más desangelado que de costumbre. Pero basta con dar los primeros pasos por sus calles para darse cuenta que aquí, en este lugar de clase trabajadora, yace la Francia más mestiza, la que Marine Le Pen, con sus votos, ha puesto en el ojo del huracán.

Belleville es un microcosmos de esa Francia que acoge en sus fronteras a 11,5 millones de inmigrantes o hijos de inmigrantes. Sin nada que ver con las banlieues -guetos donde la pobreza, la marginación, la juventud y el paro forman un cóctel explosivo- este es un barrio dinámico, repleto de locales comerciales, regentados por franceses, magrebís, judíos, y chinos. Del Boulevard Belleville hacia arriba, es Chinatown. Hacia abajo, es posible dar con un restaurante halal (musulmán) y un poco más allá con otro kosher (judío).

«¿Y el problema?»

Por eso, en esta torre de Babel multiétnica, están hartos del debate sobre la identidad. «Aquí hay inmigrantes e hijos de inmigrantes que ya son franceses. ¿Dónde está el problema?», dice una mujer, Fátima,en la boca del metro que lleva el nombre del barrio. Y si es verdad que aquí no hay ningún problema, no falta quien intenta crearlo, como cuando Marine Le Pen denunció que la mayor parte de la carne que se consume en la región de París procede del sacrificio según el rito halal. En las carnicerías de Belleville, hoy cerradas, se puede ver las que son «musulmana» o «francomusulmana». Y según un comerciante vecino que sí ha abierto hoy, alguna «tienen más clientes franceses que musulmanes».

Una joven negra se identifica como de Costa Marfil. Apenas habla francés. Lo justo para decir que no le gusta Nicolas Sarkozy y para hacer una mueca de desagrado al mostrarle la portada del diario Le Parisien en la que sale Le Pen. Pero aquí también la candidata ultra tiene simpatizantes. La propietaria de una zapatería prefiere no dar su nombre. Es francesa hija de paquistanís. No votó el domingo pero dice, bajando la voz baja para que no la oigan un cliente, que Le Pen tiene «buenas ideas».