Intangibles

Adormecimiento frente al daño de los despidos

CARLOS OBESO

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Causan estupor las comparecencias públicas de financieros protagonistas de importantes descalabros, al no asumir las responsabilidades de su gestión, ni de sus consecuencias sobre las personas. Al mismo tiempo, inquieta la frialdad con que algunos políticos y directivos  de empresas -públicas y privadas-  anuncian despidos masivos, a la vez que se asombran y enojan ante las reacciones de los perjudicados.

Como la creación de empleo descansa en buena parte en sus manos, cabe preguntarse si ese distanciamiento tiene alguna explicación «de clase»  y si es el adecuado para liderar una salida equitativa de la crisis. El sociólogo Richard Sennet sostiene que el distanciamiento es congénito al individualismo subyacente en el capitalismo. Este se traduce, por un lado, en autocomplacencia por los logros personales y, por otro, en indiferencia ante los que importunan con sus desgracias y que son percibidos como fracasados rencorosos.

Este individualismo podría tener su antecedente en lo que el sociólogo Wright Mills definió como «ansiedad del rol». Esta se produce en personas que asumen ciertos papeles, necesarios en la vida social, pero que les causan daño; y en los mecanismos con los que superan esa ansiedad. El directivo, ansioso por el sufrimiento que infringe en un despido colectivo, lo supera culpabilizando a los despedidos por la suerte que corren (por ejemplo, por no aceptar más flexibilidad). Y su ansiedad desaparece por autojustificación, produciéndose un adormecimiento psíquico que neutraliza cualquier sentimiento frente al daño colectivo.

Ese adormecimiento, estudiado por el psiquiatra Robert Jay Lifton, tiene como paradigma al soldado cow-boy,  juzgado por atrocidades innecesarias e ilegales, y que no entiende de qué se le acusa. Sennet ve una similitud en los comportamientos de los ejecutivos de Wall Street en el 2008, indiferentes a las consecuencias de sus hazañas, y extrañados ante la  «invasión de la realidad» de los despedidos o desahuciados.

Ese creciente distanciamiento social, en el marco de un modelo económico focalizado en la rentabilidad -pero no en crear empleo-, se refuerza con un sistema de selección de líderes centrado en las clases medias-altas o altas, educados en colegios privados y en selectas universidades o escuelas. En estos oasis, la «realidad» es «virtual» y los damnificados del sistema, cada vez más dispersos en el capitalismo posindustrial, no irrumpen en los plácidos y aislados campus, dejando de formar parte de los problemas a resolver.  Son líderes emergentes, instalados en lo que Freud llamó «narcisismo en estadio espejo», donde, cuando uno trata con otros, solo ve un reflejo propio. Son incapaces, por tanto, de ver, sentir o interesarse por los 5.904.700 parados de la última EPA y, en consecuencia, de definir la situación de estos como problema.