Anna Kendrick: "Mi apariencia nunca ha sido mi gran reclamo"

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NANDO SALVÀ

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Anna Kendrick es una estrella de cine diferente. Es decir, de que es una estrella no cabe duda: ha sido nominada al Oscar, ha participado en una de las series cinematográficas de más abrumador éxito planetario de la historia y solo en el último año ha estrenado ocho películas en Estados Unidos. Ahora bien, no encaja en el perfil que nos viene inmediatamente a la cabeza cuando pensamos en una celebridad de Hollywood. De entrada, porque sus rasgos –los ojos gigantes, la boca minúscula, el tamaño reducido general– se parecen menos a los de una modelo que a los de un personaje de dibujos animados japoneses. “Mi apariencia nunca ha sido mi gran reclamo, y me parece perfecto”, asegura ella. “Me alegra que nadie espere encontrarme en la lista de las 50 actrices más sexis, porque eso resultaría tremendamente estresante”.

En todo caso, lo que hace de Kendrick una figura especialmente interesante es que sus fans no fantasean tanto con parecerse a ella como con irse de cañas con ella. No es que no posea cualidades que cualquier hijo de vecino querría para sí mismo: tiene éxito en lo que hace, en buena medida porque lo hace infaliblemente bien, ya sea en grandes 'blockbusters' como la saga 'Crepúsculo' o en producciones agresivamente independientes como 'Colegas de copas' (2013). Con todo, son su cercanía y su accesibilidad lo que principalmente estimula a sus seguidores. Todo aquel que forme parte de su nutrido grupo –más de un millón– de acólitos en Twitter sabrá lo factible que resulta intercambiar con ella impresiones comprimidas en 140 caracteres, por su parte casi siempre marinadas en un gamberro sentido del humor.

Ahí va un ejemplo: “Nunca más volveré a ver una película de Ryan Gosling en el cine. Aparentemente masturbarse en la última fila se sigue considerando inapropiado”, bromeaba en el que es sin duda el tuit más famoso que ha escrito, y por el que sigue sintiendo una leve sensación de arrepentimiento. “Gracias a Dios nunca he coincidido con Ryan. Estoy segura de que tiene sentido del humor, pero cuando nos conozcamos siento que tendré que darle explicaciones por lo que escribí, y acabaré haciendo un chiste inapropiado que me hará parecer todavía más una pervertida”.

La confunden con otra actriz

Al margen de puntuales salidas de tono, reconoce que Twitter ejerce propiedades casi terapéuticas. “Me gusta poder sentir que formo parte del resto del universo”, explica. “Poder explicar cómo me siento a veces, y saber si ahí afuera hay alguien más que se siente como yo”. Es decir, las redes sociales entendidas como una forma genuina de conexión con el mundo y no, como es lo habitual, como un mero vehículo para la autopromoción y el exhibicionismo. “Me sentiría como una idiota si tratara de hacer creer a la gente que mis gases huelen a lavanda”.

Esa interacción virtual, asegura, le sirve también para mantener los pies en el suelo. “Mucha gente me confunde con otra actriz, o simplemente dice no haber visto ni una sola película mía. Ese tipo de comentarios mantienen mi ego a raya y evitan que me tome demasiado en serio”. Buena parte de esa modestia, confiesa, tiene que ver con su conciencia de lo difícil que es encontrar el camino en Hollywood y lo fácil que resulta perderse. Tenía solo 24 años cuando fue candidata a la estatuilla por' Up in the air' (Amor sin escalas) pero, pese a lo que podría darse por hecho, ese triunfo no surgió de la noche a la mañana. “Sé que es un cliché, pero me estuve rompiendo los cuernos durante mucho tiempo antes de que mi carrera empezara a funcionar. Mi ética laboral está basada en años y años de rechazo”. Quizá por eso, el miedo a que las cosas se tuerzan mañana mismo nunca la abandona. “Crecí en una familia de clase obrera, de modo que la idea de no tener un sueldo me resulta realmente alarmante. Siempre siento que la última película que he rodado podría ser el último salario de mi vida. Por si acaso, nunca compro nada a crédito”.

El caso es que Kendrick empezó a trabajar sobre un escenario a los 12 años y desde entonces no ha parado. Y en el proceso ha acumulado una serie de logros incuestionables, algunos ampliamente reconocidos –la nominación al Oscar– y otros no tanto –ser el único miembro del reparto de Crepúsculo que no se tomaba aquel folletín vampírico demasiado en serio–. Y ahí va el que quizá sea el mayor de todos ellos: ha conseguido convertir el canto a capella en algo 'cool'.

Para explicar esta última afirmación hace falta hablar de 'Dando la nota' (2012), que Kendrick protagonizó y que inmediatamente pasó a formar parte de ese exclusivo lugar del imaginario colectivo conocido como cultura pop. A él pertenecen títulos como 'La vida de Brian' (1979), 'Cuando Harry encontró a Sally' (1989) y 'Pulp Fiction' (1994), películas que la gente se sabe de memoria y cuyos diálogos son espontánea y literalmente reproducidos en cenas y demás eventos sociales. “Supongo que el motivo de su éxito es que consiguió que el público se emocionara con una competición universitaria de coros a capella como lo haría con un combate de Rocky Balboa”, explica la actriz. “Y, por supuesto, que incluía la típica colección de canciones que uno jamás dejaría de escuchar”. Tras los rotundos beneficios generados por 'Dando la nota' tanto en la taquilla mundial como en el mercado del DVD, es lógico que tarde o temprano sus responsables tuvieran ganas de más. Como resultado, este próximo viernes se estrena en nuestro país la continuación: 'Dando la nota - aún más alto'.

Buena mano para los musicales

“Sinceramente, todavía no me explico por qué me siguen contratando para cantar”, bromea la actriz en referencia a la sucesión de películas musicales que ha rodado últimamente: hace solo unos meses interpretó a Cenicienta en 'Into the woods' (2014), y aún tiene pendiente de estreno en España 'The last five years' (2014), adaptación del célebre montaje teatral homónimo. Pero la explicación es sencilla. Tiene buena mano con los papeles musicales –buena voz, mejor dicho– porque lleva toda la vida interpretándolos. Con solo 12 años fue nominada a un premio Tony por su trabajo en el musical de Broadway 'Alta sociedad' y, de hecho, la primera vez que se subió a un escenario, con solo 6 años, fue para cantar en una representación amateur de Annie. “A esa edad hacía muchas cosas: jugaba al fútbol, pero era malísima; me gustaba escalar, pero se me daba fatal; y tomaba clases de kárate, pero lo odiaba. Actuar era lo único que realmente me apasionaba”.

El entusiasmo sigue intacto, aunque ahora lo complementen niveles considerables de compromiso y ambición. “Sé que las cosas se van a poner cada vez más complicadas a medida que madure, y que no siempre será fácil. Me gustaría llegar a un punto en mi carrera en el que el motivo por el que consiga o no un papel no tenga nada que ver con el hecho de que alguien piense que soy lo suficientemente atractiva –apunta–. Siempre me he considerado una actriz de carácter, y me siento mucho más cómoda dando vida a mujeres a las que no se supone bellas”. Confiesa que su gran sueño sería dar vida a una heroína de acción, pero asume con resignación que nunca lo verá convertido en realidad. “En primer lugar, porque considerando lo enclenque que soy nadie me tomaría en serio, y en segundo lugar, porque me temo que a la hora de rodar no podría dejar de poner cara de estar flipando. Supongo que incluso haría ruidos de disparos con la boca”.

Sea como sea, lo que sí parece tener claro es que, después de 'Dando la nota - aún más alto', lo de hacer gorgoritos para la cámara se ha acabado, al menos durante un tiempo. “Es un trabajo demasiado duro y estresante. Un cantante tiene que entrenar su voz igual que un atleta entrena su cuerpo, y eso exige muchísimo control y disciplina. Yo soy la típica persona que se toma dos cervezas y al día siguiente está afónica. Y, sinceramente, no quiero renunciar a las cervezas”.