EL RETORNO

Taconazos, controles y otros prodigios de Xavi

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Ni media hora había pasado en el Camp Nou y había sido más que suficiente para deleitarse con los prodigios de Xavi. A cada cual mejor, naciendo de la excelencia y muriendo en las obras de arte. Desde un taconazo, monumental, al borde del área grande para dejar solo a Villa justo en el área pequeña. Una acción hermosa porque en su simplicidad escondía tanta intención que el culé se puso a babear por la grada del estadio, una baba que recorrió millones de hogares azulgranas. De la nada, un balón que volaba desgobernado por el cielo, apareció el ingenio de Xavi para transformarlo en una bella asistencia que justificó tanto dolor en esos castigados tendones de Aquiles. Volvió Xavi, cogió la pelota, se asoció con su amigo Iniesta y el Camp Nou se lo pasó bomba.

Y eso que Romaric, perro viejo en esto del fútbol, sabía bien donde debía darle patadas a Xavi. Lo más cerca de los tobillos. Lo más cerca posible de sus tendones. A cada patada, y fueron varias, y con mala intención alguna, Xavi se levantó con majestuosidad. Miró a Romaric, oteó el horizonte, agarró luego la pelota -nadie se la pudo quitar- y dictó un tratado de arquitectura futbolística. Solo hay un problema. Nadie tiene los planos para levantar esa Sagrada Família alrededor del balón. Solo los posee Xavi,el Gaudí del Barça.