Las contracrónicas

Un mundo de luz y de color... y el otro

Los ciudadanos se emplearon a fondo en tratar de pinchar la «burbuja» en la que ven alejarse a los políticos

EMMA RIVEROLA

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«A mí también podría pasarme», suelta la líder del PPC refiriéndose a la posibilidad de enfrentarse algún día a una orden de desahucio. Carmen Ledesma mira fijamente a Alicia Sánchez-Camacho y su rostro no muestra la tormenta emocional que le causan esas palabras. Hace seis años que Ledesma lidia con una hipoteca que no puede pagar. «Los políticos se quejan de los escraches, pero los bancos hacen lo mismo», sentencia. Y relata las llamadas amenazantes de las teleoperadoras a casa de sus padres, sus avaladores. «Mi padre está enfermo y han llegado a llamar cuatro veces en un día o un domingo por la noche para recordarle que puede perder su piso. La sociedad aún está demasiado tranquila para lo que sufrimos». Sus palabras son duras, pero no su gesto.

También Rafael Perona, representante del asociacionismo gitano en Catalunya, pasa cuentas sin perder la sonrisa. «Utilizan la crisis como escudo. Aseguran que si hubiera dinero desarrollarían otras políticas sociales. Pero cuando lo había, ni en las comunidades gobernadas por el PP ni en la España de Aznar lo cumplieron». Carmen Gracia también se declara testigo de excepción de las dentelladas de la crisis. Tras la barra de su bar, en Rubí, cada día ve gente que malvive, «madres a las que les han cortado el gas y que tienen que pedir ayuda en Cáritas para alimentar a sus hijos. La gente sufre».

Los números

«Ponla en un apuro, que salga de su burbuja», le han dicho a Pau Oliver sus compañeros y familiares. Funcionario de prisiones con enfermeras y maestros en la familia, conoce muy de cerca la gravedad de los recortes. Día a día los sufre en su trabajo y sobrevuelan las comidas familiares. La abogada Mònica Rubiella también querría que los políticos abandonaran su «mundo de luz y de color». Si no estuvieran alejados de la realidad, razona, no permitirían injusticias tan sangrantes como la ley hipotecaria. «La situación es desesperada. Es lamentable que no se dediquen a ello con urgencia».

A pesar de un resfriado que amenaza con noquearlo, Mario Ezquerra, investigador en biomedicina, detecta al instante la estrategia de la líder del PP . «Se refugia en los números. Se enroca en ellos y al final todo su discurso resulta vacío». Marc Blasco, dependiente de una tienda del Born, aún hace un juicio más duro: «Alicia tendría que reinventarse y ponerse al lado del pueblo». El problema es decidir dónde se esconde la voluntad ciudadana. Según Blasco, en las encuestas. Sánchez-Camacho reclama la validez de las urnas. Y la discusión se alarga hasta el infinito.

«Como mujer, como política, ¿realmente comparte al 100% la ideología del PP?». A Yolanda Torralba le cuesta creerlo. Más bien piensa que es el interés político lo que le impide desmarcarse. Marina García coincide en las dudas. La ley del aborto resulta un trago demasiado amargo para ambas. Gabriela Pérez está harta de los debates llenos de frases huecas y reproches. Pero, aunque no comulga con la líder del PP, reconoce su mérito. «Siempre admiro a las mujeres que consiguen alcanzar el poder».