a pie de calle

Objeto volante no identificado

CATALINA GAYÀ

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Alejandro Álvarezno da crédito a sus ojos. Su compañera,Fanny Aleixendri, le prometió un regalo de cumpleaños «sorprendente». Los dos caminan por la avenida de Maria Cristina y él observa que, en una de las aceras, hay mujeres embarazadas. En la otra, varias colas larguísimas de amantes de Mazinger Z. Entre unos y otros, Alsa y Sagalés exponen autocares de la época de cuando se leíaEl Capitán Trueno.

¿Aparecerá Arzak -el héroe de Moebius; no el cocinero- con su vehículo con forma de pterodáctilo? Lo que surge frente a sus ojos es una grúa móvil autopropulsada, de estructura giratoria y pluma retráctil con una capacidad de elevación de 120 toneladas. El brazo mecánico sostiene una plataforma con 22 asientos rotatorios hasta 180 grados a loStar Trek. A la plataforma pueden subir 22 comensales para desayunar, comer o cenar a casi 50 metros de altura y previo pago de entre 79 y 222 euros. La plataforma llegó a Barcelona procedente de Bélgica y a esta cronista le tocó trepar a uno de los asientos y ascender sobre la ciudad. Lo hizo antes queAlejandroyFanny.Así, cuando los conoció, ya había experimentado qué es tomarse un aperitivode altura.

Bien pensado y de nuevo en el suelo, el Salón del Cómic era un guiño a esa plataforma de 4,3 toneladas de peso. La ascensión: tres cinturones de seguridad, dos técnicos de eficiencia alemana y una pequeña plataforma en la que apoyar los pies y 22 personas rodeando aJordi Narro, chef del restaurante Nuclo. La subida es lenta. Hay quien tuitea. De repente, la plataforma sobresale de los edificios y se ve el verde de Montjuïc -vista así la ciudad hasta parece que tuviera muchos parques- y la base de la torre de Calatrava. De hecho, excepto el MNAC, a 41 metros de altura la ciudad parece una maqueta. Ya a 45 metros,Jordi Narrosirve un aperitivo.

A esta cronista le pasa por la cabeza que si algún dibujante del Salón del Cómic se fija en la plataforma, esta aparecerá en una viñeta de rarezas y extravagancias del siglo XXI. La encargada de Dinner in The Sky, la empresa que ha traído la plataforma a la ciudad, dice que la idea se le ocurrió a un grupo de empresarios belgas a los que les gustan las alturas. Dice también que alquilar la plataforma durante ocho horas cuesta 7.900 euros, más seguros e IVA.

El descenso es lento y seguro; nada de persecuciones a lo Flash Gordon. La ciudad vuelve a su escala natural. Abajo esperanAlejandro yFanny. También una pareja de recién casados a quienes investigando cómo hacer una boda original, les tocó un desayuno de altura.Sara Gómez,la novia, hasta se pone el vestido.Lluïsa Lópeztambién esperaba. Dice que lo único le atrae. Ha cenado a oscuras en París; ha dormido en un iglú, y ahora almorzará en el aire. La plataforma solo estuvo ayer en Barcelona y, según la organización, se subieron 166 personas. Regresará por las fiestas de la Mercè.

Cuando esta cronista se aleja de la escena, un niño que está emocionado por entrar al Salón del Cómic grita que hay una nave espacial en el cielo. Su madre le dice que sí, que es «un objeto volante no identificado». Lo dicho, el Salón del Cómic le va ni que pintado a la plataforma voladora.