LA REFORMA del paseo de Sant Joan

Memorias de un quiosco

fuerza el traslado de un veterano puesto de prensa

El quiosco, ayer, en el momento de ser elevado por la grúa que lo trasladó a su nueva ubicación en el paseo de Sant Joan.

El quiosco, ayer, en el momento de ser elevado por la grúa que lo trasladó a su nueva ubicación en el paseo de Sant Joan.

M. DOLORS GASULL
BARCELONA

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A ratos bajo la lluvia y con mucha expectación. Así es como Joaquín Osuna y Dolores González vieron ayer por la tarde cómo su quiosco de toda la vida era elevado en el aire y trasladado unos pocos metros por exigencias de la reforma del paseo de Sant Joan. Con una sensación de vacío, Dolores confesaba que al quiosco «se le tiene cariño» y que al ver cómo lo trasladaban parecía que se le llevaban la casa.

Alrededor de las cinco de la tarde, en una lenta maniobra, la grúa cambió el quiosco de ubicación y, una vez en el suelo y mientras los obreros iban desatando las gruesas cinchas que lo sujetaban, la pareja pudo respirar más tranquila y mirar su puesto de trabajo con alivio.

Recolocado el quiosco, los vecinos más curiosos se acercaban al puesto para preguntar a los dueños qué tal había ido el traslado. «¡Ya os han movido!» o «Qué, ¿os gusta más, aquí que allí?» fueron algunos de los primeros comentarios. Mientras Dolores explicaba todos los detalles del traslado, Joaquín aprovechaba para comprobar que todo estaba en su sitio y que solo se habían movido algunas cajas. Con la persiana ya subida, uno de los obreros se acercó a comprar tabaco, convirtiéndose así en el primer cliente del quiosco en su recién estrenada nueva ubicación.

La pareja, muy entregada a su trabajo, lleva 30 años dedicándose  a este negocio. Desde 1983, y durante 18 años, el quiosco estuvo ubicado en los bajos del edificio del desaparecido Correo Catalán, justo en el local donde ahora se encuentra el escaparate de EL PERIÓDICO. En el año 2001 fue cuando el puesto se trasladó a pie de calle, al emplazamiento que tuvo hasta ayer.

Dolores, que había estudiado Enfermería, conoció a Joaquín cuando él ya trabajaba en el quiosco y pronto se enamoraron. En menos de un año estaban trabajando juntos. Ambos reconocen que durante todos estos años han sabido separar su relación profesional de la personal: «Somos dos empleados por igual»,  explicaba ayer la mujer de Joaquín,  quien destacaba que siempre han sabido mantener el buen clima pese a las estrecheces del quiosco.

Ventana a la calle

El limitado paisaje que se observa desde el puesto parece un obstáculo insalvable para saber qué ocurre solo a unos pocos metros. Pero esta pequeña ventana a la calle les ha permitido vivir algunos grandes cambios en la sociedad. Aún recuerdan la demolición del edificio que ubicaba la sala de fiestas Scala,  situada justo enfrente. Y, más importante,  la eclosión del turismo, gracias al cual empezaron a «vender mapas» cuando antes solo vendían prensa. Algunas vecinas que frecuentan el quiosco recordaban ayer junto a su dueña aquellos tiempos en que se iban al parque Güell sin pagar «ni un euro» con los niños saltando y corriendo y también cuando se acercaban a la Sagrada Família y estaban «solas», algo impensable hoy en día.

Vinieron también otros cambios. La venta de fascículos se ha reducido de forma exagerada porque la gente «ha perdido el interés» pero, por otro lado, empezaron a ofrecer servicios como la recarga de saldo de los móviles o la venta de tabaco.

De vender en una esquina a hacerlo en un paseo. Un cambio que los dueños del quiosco esperan ahora que sea « positivo» para el negocio. Cuenta Dolores que, aunque «la crisis ha arrastrado a todo el mundo», ella y su marido siguen manteniendo el negocio gracias sobre todo, añade Joaquín, a los «buenos clientes» que tienen.