Messi, la pena del 10

Se mira el rostro de Messi, serio, triste y apenado, pese a marcar un gol que da una victoria que permite mantener la respiración asistida en la Liga, y se descubre el rostro del Barça. De pena máxima firmó el gol la estrella. De pena anda la estrella, atormentada con el equipo porque ya no es el que fue. Y el problema es que cada vez está más lejos de serlo. A Messi, y no existe ahora mismo peor noticia para el barcelonismo, se le está poniendo la misma cara del Messi del Tata, del Messi de Argentina, ese jugador lánguido, que se siente huérfano, desamparado por casi todos. El tridente solo le abandonó en París, pero ante el Leganés fue Luis Suárez quien le dio la asistencia del 1-0 y fue Neymar quien provocó el penalti del 2-1.

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Como Messi no habla, toca interpretar sus silencios y, ahora sobre todo, sus gestos. Del Valencia al Leganés ha realizado un viaje que debe generar inquietud. De aquel gesto furioso, rabioso, mirando eufórico a la grada festejando un penalti cargado de tensión ante el Valencia (el que marcó a la derecha de Diego Alves, raso y ajustado) a la figura de hielo, petrificado como se quedó delante de Herrerín (también a la derecha, pero violento disparo a media altura), mientras sus compañeros se le tiraban encima.

Messi no habla, pero no engaña. De Mestalla (octubre) al Camp Nou (febrero) han pasado muchas cosas, pero, sobre todo, un 4-0 en París que ha inoculado veneno en el cuerpo de Leo. Y en el alma. «Las cosas van bien», dice Bartomeu sobre la renovación de la estrella. Por mucho que hable el presidente con Jorge Messi, el padre, nada irá bien si el 10 no puede sacarse esa inmensa pena.