Investigar el Palau caiga quien caiga

04/10/2009. El 'caso Palau' es uno de los grandes escándalos de corrupción registrados en Catalunya. El diario apostó fuerte por investigar la trama y reclamó un juicio sin componendas.

Varios mossos sacandocumentos del Palaude la Música.

Varios mossos sacandocumentos del Palaude la Música.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El escándalo del Palau de la Música ha dejado petrificada a una sociedad, la catalana, que asiste perpleja desde hace días a un bombardeo de informaciones sobre presuntas prácticas corruptas protagonizadas por personajes muy conocidos por haberse movido durante años en el luminoso mundo del mecenazgo y las fundaciones de carácter cultural. Sería, sin embargo, un error pensar que el saqueo de una institución con la carga histórica del Orfeó Català es solo el fruto de la avaricia de un ramillete de gestores desaprensivos. Un puñado de noticias conocidas esta semana apuntan hacia una realidad aún más inquietante. La trama del Palau tenía relaciones inconfesables con el mundo de la política. Y eso da al caso una nueva dimensión que va más allá de la picaresca de un grupo de delincuentes de salón.

Las investigaciones realizadas por este diario sacaron a la luz el pasado jueves que del Palau de la Música salieron los 12 millones de pesetas con los que Àngel Colom saldó deudas de su aventura política en el Partit per la Independència. El viernes, el secretario general adjunto de CDC, Felip Puig, admitía que la Fundació Ramon Trias Fargas recibió 630.000 euros del Palau a lo largo de nueve años. Se sabe también que el principal responsable de la trama, Fèlix Millet, era miembro de la fundación FAES, próxima al PP. Cabe, por tanto, sospechar que bajo las alfombras de un templo modernista de la cultura se escondía un chiringuito financiero que engrasaba maquinarias próximas a grandes centros de decisión política. Y una sociedad democrática no puede vivir con esa desconfianza, por más que se la invite a mirar hacia otro lado.

Las reacciones de algunos dirigentes políticos en el sentido de que todos los partidos se han financiado pidiendo dinero a particulares o de que son legales los convenios entre fundaciones parecen querer zanjar el caso del Palau con un castigo ejemplar para Millet y sus cómplices directos, mientras el entramado político sale, una vez más, airoso de un asunto impresentable. ¿Deberemos ver como normal que una institución de promoción de la música dedique fondos a pagar deudas de partidos? ¿O asumir sin más que dar dinero a la Fundació Trias Fargas forma parte de la actividad del Orfeó Català? Los ciudadanos difícilmente entenderán que fondos destinados a revitalizar la maltrecha cultura catalana vayan, por arte de magia, a parar a otros fines.

Una siniestra maquinaria propagandística parece haberse puesto en marcha para diluir las ramificaciones más incómodas del escándalo. Ya hay voces que hablan de que tras las informaciones del caso se ocultan maniobras contra algunos partidos, el mecenazgo, o las peculiares relaciones del poder político con la sociedad civil. La manifiesta lentitud del juez -ni siquiera ha llamado a declarar a Millet- también alimenta la posible entrada en una nebulosa de incierto final.

Este diario, que durante seis años donó fondos al Palau de la Música para su labor cultural, va a defender en este caso que nadie pueda buscar salidas pactadas al margen de una actuación judicial clara, rápida y con todas las garantías. Catalunya no puede perdonar que sus grandes instituciones culturales sean sospechosas, ni que del oasis pasemos a la ciénaga.