TENSIÓN EN EL PAÍS ÁRABE

El Baradei: "No hay marcha atrás"

Un grupo de vecinos armados hace guardia a las puertas de sus hogares en El Cairo, el domingo.

Un grupo de vecinos armados hace guardia a las puertas de sus hogares en El Cairo, el domingo. / cb

RICARDO MIR DE FRANCIA / El Cairo (Enviado especial)

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Las principales capitales egipcias amanecieron ayer tomadas por patrullas ciudadanas, creadas para proteger sus barrios del pillaje y los saqueos. La retirada de la policía de las calles, un acontecimiento inédito tras más de medio siglo de regímenes policiales, ha generado un temible caos llamado a poner a prueba la continuidad de la revuelta. Menos éxito ha tenido la designación de un vicepresidente y un nuevo Gobierno, ordenada el sábado por el presidente Hosni Mubarak. Decenas de miles de egipcios volvieron a desafiar el toque de queda para reclamar su marcha y la apertura de una transición democrática.

El Gobierno anunció el domingo que la policía volverá el lunes a las calles. Esta se antoja la gran prueba de fuego de la revuelta. En El Cairo, Alejandría, Suez o la provincia de Mansura, donde casi nadie fue a trabajar, en parte por el cierre de los servicios públicos, las universidades o la bolsa, continuaron las manifestaciones masivas. Algo menos numerosas, pero con idéntica determinación. En la plaza cairota de Tahrir, convertida en el estrado nacional de la revuelta, apareció por fin el premio Nobel y candidato autoproclamado a liderar la transición, Mohamed El Baradei, la única figura más o menos aglutinadora de la oposición.

«Habéis recuperado vuestros derechos», dijo el exdirigente de la agencia nuclear de la ONU con un megáfono a las miles de personas congregadas en la plaza. «Lo que habéis empezado, no debe dar marcha atrás. Os pido paciencia, el cambio llegará en los próximos días. Empieza una nueva era». La islamista Hermandad Musulmana pidió a toda la oposición que se una en torno a El Baradei, pero habrá que ver si tiene la oportunidad de hacerlo. El régimen, decía uno de los portavoces de la hermandad, ha puesto en marcha «la contrarrevolución perfecta».

Repatriación

La aparición de barricadas en las calles, vigiladas por comités de vecinos armados con barras de hierro y cuchillos, ha llevado a varios países a iniciar la repatriación de sus ciudadanos. La medida ha sido anulada por las multinacionales y las petroleras, mientras embajadas como la de Estados Unidos evacuaban a parte de su personal. También intentan marcharse los turistas. Poco queda por ver, después de que el Ejército anunciara el cierre del grueso de las instalaciones turísticas para prevenir los saqueos. Al Jazira Internacional ¿su versión árabe dejó de verse ayer por orden del régimen¿ decía anoche que dos personas habían sido detenidas en el Museo Egipcio tras destruir varias antigüedades.

El miedo de la ciudadanía se ha acrecentado por las noticias que llegan desde las cárceles. Miles de presos se han fugado desde el viernes, después de que la policía les dejara aparentemente en libertad, incluidos algunos islamistas de la Hermandad Musulmana y a los radicales de Gamaa al Islamiya. Este dato ha reforzado la tesis de que el Ministerio del Interior, la institución más odiada del país, intenta generar el caos desde que el régimen retirara a la policía de las calles el viernes por la noche por su fracaso para contener las protestas, dejando la misión en manos del Ejército.

La actitud de los militares ha cambiado. Ya no se limitan a observar y recibir abrazos, sino que ayer comenzaron a ejercer la función que se espera de ellos. Tanques y blindados vigilaron instituciones públicas, avenidas y esos barrios de clase media donde se han desvalijado cajeros, supermercados y centros comerciales. Pero en ningún sitio su presencia es más notable como a la entrada de los barrios pudientes, donde se han levantado controles militares para contener la tentación de una revuelta de clase.

Los ricos huyen

Mientras en los lujosos barrios de la periferia, como Tagamu Hems o Katameya, las élites viven en urbanizaciones de palacetes ajardinados con campos de golf, protegidas por muros y seguridad privada, millones de egipcios sobreviven en barrios populares sin alcantarillado, rodeados de basura y con sueldos de hambre que rondan los 40 euros mensuales. Algunos, por si acaso, han preferido poner tierra de por medio y según varias informaciones «algunas familias pudientes dejaron ayer el país en jets privados».

Fruto de esta nueva actitud, el Ejército detuvo ayer a 3.200 personas, entre prisioneros excarcelados y saqueadores. A la entrada de Tagamu Hems, este enviado especial vio a seis de ellos atados con cuerdas de manos y pies en la medianera, según un oficial, por intentar entrar a robar en algunas casas. Pero entre los detenidos hay también policías, cazados mientras se entregaban al vandalismo y el caos.

En la trastienda invisible del régimen, militares y policías pugnan por preservar su posición. Según Aymán Sharaf, redactor jefe del diario opositor Al Dostour hasta que el mes pasado fue despedido por «criticar demasiado al régimen», el Ministerio del Interior intenta revertir su caída en desgracia «aterrorizando a la población» para demostrar que sin la policía el país es ingobernable. Mucha gente, alarmada por la anarquía de estos días, empieza a decir que la estabilidad y la seguridad son más importantes que las reformas democráticas.