LOS GANADORES DE LA ODISEA

Piñera disfruta de su gran momento y afirma que «nada será igual»

Piñera abraza al minero Mario Sepúlveda.

Piñera abraza al minero Mario Sepúlveda.

ABEL GILBERT
COPIAPÓ

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«Es una noche que el mundo entero nunca va a olvidar». El presidente chileno, Sebastián Piñera, tiene sus razones personales para guardarla en la memoria. El rescate delos 33 de Atacama, un episodio sin «parangón en la historia de la humanidad», le guarda un lugar especial. El dirigente ha sido uno de los artífices de un final que se presume completamente feliz. Lo hizo, dicen sus íntimos, por sensibilidad, y porque percibió un desafío del destino: no se podía dar por perdida la pelea. En estas horas de júbilo y frenesí, volvió también a «emerger» a la superficie el hombre de la enorme astucia, esa que lo convirtió en un as de la especulación financiera, capaz de acumular 1.500 millones de dólares. Ya no se trata de un rédito económico. Ahora, el capital es político.

SIEMPRE EN PRIMER PLANO La voracidad de Piñera fue explícita. Se convirtió en un coprotagonista estelar de la operación San Lorenzo. Su imagen -chaqueta roja y casco blanco- estuvo siempre en un primer plano, al lado de los socorristas, los mineros que iban saliendo de las profundidades y buscaban su abrazo, los familiares. Florencio Ávalos fue el primero en salir del socavón, y allí estaba él, como maestro de ceremonias. «No sabíamos si estaban vivos. Unos perdieron la fe. Prometimos no rendirnos, y hemos cumplido», afirmó el dirigente.

Piñera ha insistido: nadie será igual en Chile a partir de ahora. Ni los mineros ni la sociedad. Tampoco el mundo de la política. Las vidas de los 33 de Atacama se entreveraron con anhelos «profundos» del presidente: refundar el país a su imagen y semejanza, un país de emprendedores y audaces, como demostraron ser los mineros. Su sueño de poner en marcha una «segunda transición» (la primera dejó atrás al pinochetismo) tiene en estos momentos otra sustancia. Algunos analistas no descartan que ponga en marcha una reforma del Ejecutivo o que dé algún paso en su silenciosa disputa con la Unión Democrática Independiente (UDI), el partido de extrema derecha integrado en la coalición de Gobierno.

«Un país que quiere ser desarrollado tiene que respetar a sus trabajadores», ha dicho. Es posible que sea Piñera quien, al calor del nuevo escenario, avance en temas en los que la Concertación Democrática (socialistas y demócratacristianos) mostró un recato que no encajaba con sus aspiraciones progresistas: la reforma laboral y la aplicación de impuestos a la actividad minera.

En estas semanas, el presidente ha tenido gestos que no se esperaban en alguien de su linaje político: fue el primer mandatario en viajar a Quito para expresar su solidaridad con su colega ecuatoriano, Rafael Correa. Recibió ayer al boliviano Evo Morales, que le prodigó inesperados elogios. Se prepara este fin de semana para pasear su prestigio por Gran Bretaña, Francia y Alemania. Llegará allí como el presidente que estuvo «al pie del cañón» en la mina San José.