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Lo que esconden los piropos
Imagen de la petición de Change.org.
Jesús Pichel
Hay tanta mugre incrustada en nuestra cultura cotidiana, tanta mala educación, tanta falta de respeto que ni siquiera se entiende que los piropos callejeros son todos groseros. No hay piropo galante porque todos los piropos son asaltos a la intimidad de una mujer desconocida que simplemente camina -sola o con otras mujeres- por la calle.
Entretodos
Detrás del piropo no se esconde un admirador, sino un maleducado baboso que se cree con derecho a decirle a esa desconocida lo que se le ocurra para llamar su atención y alimentar su propio ego incivil. Y da igual que sea una barbaridad obscena o un chascarrillo supuestamente ingenioso y amable porque nadie tiene el derecho de irrumpir sin permiso en su privacidad, obligándola a escuchar esa pringosa opinión que no ha pedido.
Tan incrustada está la basura machista -androcéntrica, patriarcal- que ni todas las piropeadas están en contra -perpetuando con su tolerancia los papeles de dominación de ellos y sumisión de ellas-, ni quienes piropean son capaces de entender ni de admitir que están abusando de ellas. No es lo mismo, claro, pero esa misma mugre es la que impide que se acabe de una vez con el horror de la violencia de género que, año tras año, sistemáticamente atemoriza, maltrata y asesina a mujeres; la que hace que se asuma con naturalidad la discriminación laboral y la desigualdad salarial entre hombres y mujeres -el trabajo más precario de ellas con sueldos menores, y cargos, horarios y turnos peores que los de los varones-; la que predetermina impúdicamente los papeles sociales según el género.
Hay tanta roña machista acumulada en el imaginario masculino que deshacerse de ella y lograr el respeto debido a la igualdad de género parece una tarea imposible. Tanto cuesta hacer limpieza, que probablemente muchos no reconocerán que cualquier piropo es una injerencia inadmisible y se sentirán ofendidos cuando se dicen estas cosas. Pero lo cierto es que los piropos callejeros son abusos que convierten a las mujeres en objetos públicos.
Participaciones de loslectores
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Carmen Gil El Puerto de Santa María (Cádiz)
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