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El nuevo PSOE, de las palabras a los hechos

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Jesús Pichel

Quizá porque el 'establishment' del PSOE, derrotado en las primarias, ha optado por no enfrentarse a los militantes, Pedro Sánchez ha cerrado el 39 Congreso diseñando un partido a su medida, un nuevo PSOE, dicen. Nuevo en su estructura (laminando el poder de los barones) y nuevo en su propuesta política (reivindicando la izquierda como espacio propio y proponiendo un nuevo modelo territorial).

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Felipe González, en el congreso extraordinario tras su dimisión en el 28 Congreso, allá en 1979, cambió el rumbo del PSOE abandonando el marxismo y ajustándose al modelo socialdemócrata de los partidos socialistas europeos de entonces. Con aquella decisión el PSOE perdió parte de su identidad, pero ganó el Gobierno dos años después.

Sería injusto decir que aquel PSOE no hizo políticas sociales propias de la tradición socialista (la universalización de la sanidad y de la educación, etcétera), pero lo sería decir que no hizo políticas propias del liberalismo (reconversión industrial, privatizaciones, reformas laborales, etcétera). Aquellas políticas bien pueden etiquetarse como reformistas, social-liberales o simplemente pragmáticas, más atentas a los resultados (modernización de España, equiparación a los estándares europeos, entrada en las instituciones de referencia, como la OTAN y la CEE, etcétera) que a los principios socialistas. Aquel "hay que ser socialistas antes que marxistas" se convirtió en un implícito 'hay que ser realistas antes que socialistas'.

En pleno declive de los partidos socialdemócratas en Europa y en pleno auge del neoliberalismo globalizado (y globalizante), parece que Sánchez quiere recuperar la identidad de izquierdas abandonada, como desde hace tiempo militantes y votantes le pedían al PSOE, quizá siguiendo el modelo de Costa y de Corbyn. El problema es que para ganarse tanta confianza perdida no basta con cantar 'La Internacional', y va a ser enormemente complicado demostrar con hechos, desde la oposición, que esa vuelta a la izquierda es real y no solo deseos, intenciones o palabras.

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