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Los gais no prototípicos necesitamos un bar

Soy gay desde que empecé a recordar, después de muchos años siguiendo el único consejo que me daban sobre mi condición sexual en un pequeño pueblo: "olvídalo". Llegué a Barcelona con pocas ilusiones, pero una de ellas era sentirme aceptado, sentirme uno más. Si por algo se caracteriza Barcelona (además de Gaudí, la multiculturalidad y la gran oferta cultural) es por ser una ciudad tolerante. 

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Ser gay en Barcelona no es un problema. El problema es no ser un gay prototípico. Bares de ambiente, tiendas de ropa gay, discotecas. El llamado 'Gaixample', lo que para muchos es un paraíso, para mí es una especie de submundo extraño. Hay bares para 'maduros', otros para 'osos', bares para 'folclóricas', y muchos más desconocidos para mí. Pero no tenemos ningún bar para gays no-prototípicos, y lo necesitamos. Lo necesitamos porque no queremos sentirnos observados cuando entremos en un local de ambiente, no queremos que nos señalen, que nos desnuden con la mirada, no queremos que nos asignen adjetivos en femenino ni que nos pongan el disco de Caribe Mix 2001 o Britney Spears.

El mundo gay es un microcosmos con las mismas reglas que el mundo real: quien es diferente seguirá siendo apartado de algún modo. Cuando llegué a Barcelona me sentí apartado por el colectivo gay (al que pertenezco orgulloso) porque a mí no me gustaba el flamenco ni Eurovisión. Y dejé de salir por locales de ambiente. Si todos hacemos lo mismo, ¿dónde vamos a encontrar gente como nosotros? Los gais no-prototípicos necesitamos un bar. 

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