Los abogados sufrimos precariedad laboral

Como si de un chiste se tratara, resulta sorprendente que situaciones tan injustas como las denunciadas recientemente por los becarios, lleven tiempo anquilosadas en un ámbito como la abogacía, en el que se apela constantemente a la legalidad y la equidad. Un hecho todavía más flagrante al tratarse de una profesión con colegiación obligatoria, que debería ser defendida por cada uno de los colegios profesionales existentes. Sin embargo, los intereses de la profesión quedan desprotegidos ante la pasividad en la que se mantienen estas instituciones, que parecen ajenas a las deplorables condiciones de trabajo que copan las principales ofertas laborales.

Lo cierto es que en la actualidad muchos despachos se sustentan con becarios a los que se les exigen jornadas laborales interminables, sin ofrecerles más aprendizaje que los palos que uno mismo se lleve, y todo ello sin ver una remuneración aceptable en años. Según datos de la Conferencia Española de Abogados Jóvenes, no solo existe un alto índice de colegiados bajo la perversa figura del “falso autónomo”, sino que la mayoría optan por guardar silencio; hecho que evidencia el miedo a manifestar la precariedad laboral en la que están sumergidos. ¿Dónde está el respaldo de los ilustres colegios de abogados? ¿Por qué no existen vías de denuncia?

Por si fuera poco, la guinda a este cúmulo de despropósitos la aporta la formación ofrecida desde dichos colegios, los cuales, advirtiendo la necesidad de reinvención constante, han decidido potenciarla a precio de oro, convirtiendo esa formación en un rentable negocio que se mantiene por la afluencia desesperada de profesionales precarios, que aspiran a a cambiar una situación que parece perpetuarse año tras año.