El negocio chino

Wang Jianlin, presidente del grupo Wanda, sostiene una camiseta del Atlético de Madrid entre el director general, Miguel Ángel Gil, y el presidente, Enrique Cerezo, tras comprar un 20% del club por 45 millones de euros.

Wang Jianlin, presidente del grupo Wanda, sostiene una camiseta del Atlético de Madrid entre el director general, Miguel Ángel Gil, y el presidente, Enrique Cerezo, tras comprar un 20% del club por 45 millones de euros. / periodico

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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EI Espanyol y el Atlético de Madrid en España, el Slavia de Praga en la República Checa, el ADO Den Haag en Holanda o el Sochaux en Francia, además de los cansinos rumores sobre el AC Milan o los novedosos sobre el Manchester United. La conquista, invasión o cualquier otro término bélico comúnmente asociado a la simple expansión comercial cuando anda China de por medio ya ha llegado al fútbol europeo. La compra del club francés anteriormente citado metaforiza la deriva del fútbol y el mundo: un grupo hongkonés posee hoy el equipo que había fundado la compañía Peugeot para sus trabajadores.

El aluvión chino no nace en la vanidad del oligarca ruso ni en el insuperable tedio del jeque árabe sino en una amalgama de razones económicas, deportivas y, especialmente, políticas. China ocupará la cúspide económica mundial en una década y en sus JJOO de Pekín 2008 encabezó el medallero, un fiable termómetro geopolítico desde los tiempos de la Guerra Fría. Solo el fútbol ignora su auge mundial. Su selección abochorna a los seguidores y su liga nacional frecuenta más la secciones de sucesos que la deportiva: peleas barriobajeras, apuestas ilegales y sobornos generalizados.

CAMPAÑA ANTICORRUPCIÓN

Xi Jinping, presidente y reconocido futbolero, presentó en marzo del 2014 los 50 puntos para su reforma. Incluyen la extensión de la vigorosa campaña nacional contra la corrupción en el fútbol y la construcción de 20.000 nuevos campos e instalaciones hasta el 2017 para que alumbren. Es un drama nacional que entre 1.300 millones de chinos no encuentren a 11 que jueguen razonablemente bien.

DÉCADAS DE RETRASO

Acuden a Europa empujados por la política, señala Simon Chadwick, director de Estrategia de Negocios Deportivos y Publicidad en la Universidad de Coventry. «China quiere organizar y ganar la Copa del Mundo y necesita conocimiento y experiencia para ser más competitiva en el campo. Quieren aprender, de ahí que compren equipos europeos», sostiene por email. Es el atajo que China ha utilizado en otros sectores desde que Deng Xiaoping decretase la apertura para compensar décadas de retraso.

Confluyen otros factores estratégicos. Por un lado, el empujón del Gobierno a las compañías chinas para que abandonen la comodidad del vasto mercado local y se expandan por todo el mundo. Y por el otro, el desarrollo de la cultura y el entretenimiento para una pujante clase media con gustos cada día más occidentales. Pekín pretende que el consumo interno suceda a las manufacturas baratas en el centro de su patrón económico.

CONEXIÓN CON EL PODER

No es extraño que Wang Jianlin y Jack Ma, las dos mayores fortunas del país, inviertan en fútbol. El primero, propietario del grupo inmobiliario Wanda, ha diversificado su portafolio con la mayor cadena de cines del mundo y recientemente adquirió el Atlético de Madrid. En el 2000, se había desembarazado del equipo de Dalian (provincia de Liaoning) por la podredumbre moral de la competición nacional y regresó como patrocinador de esta en el 2011. El segundo, fundador del gigante de comercio electrónico Alibaba, ha comprado por casi 200 millones de dólares la mitad del Guangzhou Evergrande, último ganador de la Liga china.

Las inversiones en el fútbol dan visibilidad y contactos con el poder en un país donde los acuerdos se aceitan con el ubicuo guanxi: esa red de favores dados y debidos que vertebra la sociedad. No se alcanzan fortunas como las de Wang y Ma en China peleándose con el poder.

MÁS BARATO

El beneficio económico se añade al político. «Tienen un gran mercado local para el fútbol, así que pueden hacer promociones, campañas de publicidad cruzadas y compensar el gasto con contratos locales. Es una ventaja respecto a los inversores estadounidenses y de Oriente Medio porque su mercado futbolístico es muy pequeño», dice Jeffrey Towson, profesor de Inversiones en la Escuela de Gestión Guanghua de la Universidad de Pekín.

Los clubs españoles son más baratos que los ingleses así que suponen mejores productos por menos precio, dice Chadwick. Pero subraya que no han llegado al fútbol como los Glazer (United) para hacer dinero o como Abramovich (Chelsea), de quien nadie sabe con certeza sus motivaciones. «El interés de los chinos está ligado al Estado, a la política gubernamental y a sus aspiraciones de ser exitosos en el juego global».

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