Lanza acusa a la Urbana de acosarle sin tregua desde que salió de prisión
FRAN OSAMBELA / ZARAGOZA M. NAVARRO / J. G. ALBALAT / BARCELONA
«Eso no es cierto». Rodrigo Lanza apenas necesita cuatro palabras para replicar el atestado de la Guardia Urbana que le atribuye haberse autoproclamado autor del lanzamiento de la piedra que el 4 de febrero del 2006 dejó en silla de ruedas al policía municipal Juan José Salas. Ese informe policial -suscrito el 2 de febrero del año pasado y desestimado por el juez de guardia tal como informó ayer EL PERIÓDICO- asegura que Lanza se jactó ante los guardias de haber lesionado a Salas: «Tu compañero tampoco me pudo dar la mano», suscriben los agentes que les espetó Lanza en un incidente de madrugada en el parque Güell. Este, el principal condenado por la agresión sufuida por Salas, lo negó ayer a este diario, como ha hecho invariablemente desde el 2006: «No es cierto. Punto. Yo no dije eso. No estoy loco para decir algo así».
El joven, que cumplió una condena de cinco años, contó ayer su versión sobre lo que pasó en el parque Güell. «Es verdad que un amigo y yo fuimos parados para identificarnos por dos guardias urbanos que iban de paisano. Es verdad que estábamos cerca del parque Güell. Íbamos al cumpleaños de otro amigo». El resto de datos del atestado los negó categóricamente. «Ni estuvimos metidos en un lío, ni arrojamos piedras a ningún sitio, ni por supuesto hicimos un comentario como ese. No estuve tantos años en la cárcel por algo que no hice como para meter la pata de esa manera. Nunca se me pasaría por la cabeza».
SOBREPASADO
Lanza dijo sentirse «sobrepasado» por los acontecimientos tras la emisión televisiva de Ciutat Morta. Y denunció que desde que abandonó la prisión es «perseguido» por la Guardia Urbana, a la que acusa de acosarle sin tregua. «A las dos semanas de salir de la cárcel, dos urbanos me pararon, me metieron en un callejón, me dieron dos guantazos y me dijeron que me fuera de Barcelona. Que de lo contrario, me matarían».
«Estoy señalado», dijo, y aseguró que secuencias como la aquella primera se han repetido luego varias veces. «Supongo que por mi aspecto, mi ropa, mi cresta y demás... deciden pararme para que me identifique. Llaman por radio dando mi nombre, les responden con mis antecedentes y, lo demás, se puede imaginar. Es fácil. Eso es lo que pasó el año pasado cerca del parque Güell».
MUDANZA A ZARAGOZA
Resignado, explicó que dejó Barcelona «desesperado» por el acoso policial y se mudó a Zaragoza. «Fue por azar. Puse el dedo en el mapa sin mirar y allí cayó». Y recordó que durante los cinco años que duró su estancia en prisión, fraccionada en dos tiempos, en varias ocasiones le ofrecieron acogerse a beneficios penitenciarios a cambio de asumir la responsabilidad en los hechos o mostrar algún tipo de arrepentimiento. «Me pusieron los papeles de la confesión delante, pero me negué a firmarlos. Yo no hice nada. Preferí cumplir mi pena íntegra y dejar la cárcel con toda mi dignidad. ¿Cómo voy a ser tan loco de autoinculparme después delante de un guardia?»
El Ayuntamiento de Barcelona encargó ayer a sus servicios jurídicos que envíen el atestado policial de febrero del 2014 la Fiscalía para que esta determine si se produjo un delito contra el honor del guardia urbano Juan José Salas. En su día, la propia Guardia Urbana remitió el atestado al juzgado de guardia, cuyo titular desestimó el caso al entender que no era necesario ni investigar los hechos. De hecho, ni Rodrigo Lanza, ni su letrado Gonzalo Boye recibieron luego ningún tipo de notificación del juzgado ni de la policía municipal.
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