Una Liga apreciada

La Liga está encantada con el Barça, así que ha decidido seguir en las mismas manos por tercer año consecutivo. La imagen final de los jugadores tras el 0-1 en Vila-real, abrazados y dando botes, es el preámbulo de un final inevitable que se consumará cualquier día. La Liga es del Barça. La sensación es que siempre lo ha sido, pero ayer se vivió el golpe definitivo. El Sporting asaltó el Bernabéu (0-1) y a continuación un gol de Piqué, blindado con una actuación excepcional de Valdés, selló esos 8 puntos de diferencia a falta de 8 jornadas, una ventaja nunca superada en la historia. Por encima de la prudencia, por encima de las matemáticas, se impone la certeza de que el Madrid ha dejado de competir por el título.

No fue un partido cómodo, pero el Barça peleó de principio a fin para no dejar pasar la oportunidad de dejar a su enemigo perdido allá atrás en el retrovisor. Hoy, se le ve muy empequeñecido después de que el Sporting le dejara con el culo al aire. El Barça, que acabó con ocho jugadores de la cantera, no lo tuvo fácil. El Villarreal pasa por ser el rival más complicado que le esperaba en el tramo final. Ahora, el calendario azulgrana anda cuesta abajo, justo al revés que el que espera a los blancos, con salidas a Bilbao, Valencia, Sevilla y Vila-real, y el clásico del Bernabéu, que ahora pierde peso. Pero es más fácil que estos 8 puntos se amplien que otra cosa.

El día tuvo mucho de desagravio. Al final, el fútbol tiene casi siempre un punto de justicia y ayer en el Bernabéu la acompañó con un aire poético. Manuel Preciado, un currante, vivió uno de esos momentos que reconcilian a quienes creen que, a menudo, este juego es una metáfora de la vida. En hermoso guiño, el destino le eligió para dar una lección al irrespetuoso Mourinho. No puede ser una casualidad y habrá que creer que hay alguien que anda velando por esos códigos que están por encima de ganar o perder.

GOLPE DEL SPORTING / Nadie mejor que Preciado para poner a Mou en su sitio y echarle por tierra su hoja de méritos. Llevaba nueve años sin perder un partido de Liga en casa, en cuatro países, en cuatro grandes clubs. Hasta que llegó el Sporting. Hasta que apareció Preciado, el colega al que maltrató y puso bajo sospecha, y que le lanzó una profecía que hoy suena a maldición: «Alguna vez perderá ¿eh? Y aquí al que escupe para arriba, al final le acaba cayendo. Y ahí le quiero ver...», dijo en tras el encontronazo de hace meses. Y ayer le cayó. Un 0-1 que quizá sentencie la Liga.

En la derrota, de todas maneras, Mourinho se comportó con la grandeza que casi nunca demuestra. Igual era teatro, pero su actitud es elogiable. Esperó a pie de campo a todos sus jugadores para estrecharles la mano y, a continuación, entró en el vestuario del Sporting para felicitarles, según explicó Preciado agradeciendo el gesto. Fuera, en el Bernabéu, solo se escuchaban los cánticos y los gritos de los más de 3.000 aficionados asturianos celebrando la gesta. El Sporting puede decir en voz alta que ha peleado como nadie contra los dos grandes. Hizo sufrir al Barça en el Camp Nou (1-0 y gracias) y le arañó un empate en Gijón, en el último pinchazo que sirvió para que el Madrid se colocara a cinco puntos, y ayer endureció el golpe frente a los blancos. Un gigante.

A Mourinho se le ha caído el récord y algo de cartel. Ayer, en las ondas, le zurraron por los cambios finales. Nadie entendía nada. Y, para redondearlo, sus números en la Liga le dejan en una delicada situación frente al maltratado Pellegrini. Necesitaría ganar los ocho partidos que faltan para igualarle a puntos. Y otra cura de humildad. De los 17 puntos que ha perdido, 14 han volado frente a equipos situados del noveno puesto para abajo. Tampoco puede ser casualidad.

Y tampoco lo es que el Barça repita título. Es el mejor. Pero está sera una Liga muy apreciada.