Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Silvia, esposa del obispo Novell, cansada de tanta befa
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Gran éxito de Ricard Ustrell (‘Col·lapse’, TV3). Su entrevista a Silvia Caballol, esposa de Xavier Novell, obispo emérito de Solsona, le ha proporcionado un notable repunte de audiencia. Es natural. Este es un caso que trascendió con fuerza en todo el telehipódromo.
Se preguntaba Ustrell: «¿Por qué nos ha fascinado tanto esta historia?». Permítame una precisión: más que fascinación, lo que provocó en los medios fue un estrepitoso pitorreo. Y yo creo que Silvia Caballol se ha prestado a esta entrevista, la primera en la tele, precisamente para quejarse de esta befa. Señaló a criaturas concretas (Dani Mateo en ‘El intermedio’, Risto Mejide en ‘Todo es mentira’, y hasta sor Maria Caram) como ejemplo de esa terrible construcción que se ha hecho sobre ella: «¡Xavier el exorcista y yo la satánica!», decía con desasosiego. Es comprensible su dolor. No obstante, debería considerar las pintorescas características del tema.
En el programa ‘En el punto de mira’ (Cuatro, noviembre 2021) nos ofrecieron el relato del exorcismo que practicó este obispo sobre una joven que «había fornicado» lo cual era señal que «llevaba al diablo dentro». También en una conversación con el periodista Albert Om (‘El convidat’, TV3, noviembre 2013), pudimos conocer su ideario: el matrimonio homosexual, o el uso del preservativo, son pecados gravísimos que conducen al infierno. Que Novell de pronto colgase la birreta obispal, se casase –primero por lo civil, ahora ya también por la Iglesia– con una psicóloga y escritora de libros eróticos y de sectas, y que finalmente entrase a trabajar en una industria de semen para la inseminación de cerdos, hombre, son ingredientes no inventados, sino reales, totalmente irresistibles para el espectáculo de la tele. Más deplorable debió de ser, como también contó ella, la mezquindad que recibieron de buena parte de la curia, excepción hecha del papa Francisco, que les ha tratado de forma «exquisita, tolerante y paternal».
Ha gustado mucho la alegoría que ha usado Silvia como resumen de su amor: «Nació como una flor entre las piedras». Es una metáfora muy hermosa. A mí me ha gustado todavía más cuando advirtió: «Xavier no se había enamorado nunca. Estaba convencido que Dios le había dado el don del celibato. Y, de pronto, a los 50 años de edad, ¡pum!». ¡Ahh! Este «¡pum!» es una onomatopeya muy oportuna. Y elocuente.
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