TÚ Y YO SOMOS TRES
El niño, la saeta, el Nazareno y Descartes
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
No había visto yo en ningún concurso musical de la tele –en todo caso no lo recuerdo– que uno de los participantes defendiera su actuación cantando una saeta. Es el caso de Hugo, de 12 años de edad, de Alcalá de Guadaira, que se presentó en La Voz Kids (A3 TV), la otra noche, y eligió para su debut Madre mía de la Esperanza, una saeta clásica, con ese hermoso aire a seguiriya que caracteriza el cante de la Semana Santa. Al terminar su actuación la coach Rosario quedó subyugada. Y viendo la devoción que Hugo demostraba le preguntó si llevaba también alguna imagen de la Virgen del Rocío. Hugo contestó: «Llevo la del Nazareno», y sacó una estampa de Jesús y la besó con un fervor muy grande. ¡Ah! Desde algunos ámbitos mentales, y geográficos, podría parecer chocante que un niño de apenas 12 años de edad irrumpa en un programa del siglo XXI y concurse cantando una saeta y besando una estampa de Jesús. Algunos podrían considerar que lo suyo sería cantar Baby y besar una foto de Justin Bieber. Sería un error colosal. Sería desconocer el arraigo ambiental y cultural del sentimiento religioso, que es una cosa muy seria y no tiene edad.
El otro día, en esta Voz Kids, salió otro niño, Juan Manuel, de San Roque (Cádiz), y declaró ser fan absoluto de Lola Flores. Se arrancó con Ay pena penita pena. Tuvo un éxito notable. ¿Cómo es posible que un niño de 8 años, en pleno 2019, elija para concursar en la tele una desgarrada copla de 1951, y además se declare fan de una cantante que nunca conoció y que murió hace 24 años? podría alguien preguntarse. ¡Ah! Esas cosas pasan. Uno de mis libros de cabecera, que leo, releo, recito y con el que intento desasnarme, es El discurso del método, de Descartes, que murió en 1650. Hace 369 años.
AQUEL ‘A LA MIERDA’ DE ’LABORDETA, TAN ACTUAL .– En La 2 de TVE (Imprescindibles) han emitido el documental de Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, Un país en Labordeta. Se lo recomiendo. No solo porque hace justicia a ese gran ser humano que fue José Antonio Labordeta. También por nosotros mismos, tan mezquinos con aquellos que han sido, y son, fundamentales. En marzo del 2003 Labordeta lanzó aquel célebre «¡A la mierda!» en el Congreso de los Diputados. Hoy creo que Labordeta repetiría el «¡A la mierda!». Pero esta vez no solo de palabra. Les lanzaría mierda de verdad.
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