TÚ Y YO SOMOS TRES
El salivazo: de Glòria Serra a Josep Borrell
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran MONEGAL
En menos de cuatro días, doble sesión televisiva de salivazos. El viernes, mientras grababa un Equipo de investigación sobre Los papeles secretos de Franco, Glòria Serra fue increpada, insultada y escupida por parte de airados elementos de una manifestación falangista. El martes, en El intermedio, Glòria contó el suceso. No pudo sustraerse al vuelo de banderas falangistas y franquistas que le restregaron por la cara, dificultando su trabajo, pero, al parecer, pudo esquivar los salivazos, que fueron a parar, de lleno, contra sus compañeros que llevaban las cámaras.
Al día siguiente, Garcia Ferreras (Al rojo vivo, La Sexta) tuvo que recurrir al VAR (el análisis de las imágenes que el fútbol tanto ha popularizado), para discernir si el diputado de ERC Jordi Salvador escupió al ministro Josep Borrell al pasar frente a él, cuando abandonaba el Congreso de los Diputados. Según Borrell, no hay duda de que fue un escupitajo. Según ERC fue un bufido nada más. Analizado el momento, repetidamente, a través del VAR, Ferreras ha dictaminado: «No hay imagen concluyente». O sea, se advierte que el diputado de ERC hace algo con la boca en dirección a Borrell cuando pasa frente a él, pero no se ve claro si hubo acompañamiento de flema, pollo, esputo o gargajo.
El último gran lanzamiento de salivazos en una sede parlamentaria de un país de la UE, y además televisado, lo tengo registrado con fecha enero del 2008 en el Senado italiano. Fue el día que Romano Prodi tuvo que abandonar el cargo de primer ministro. Aquello fue una batalla campal. Contaba la RAI que volaban los «sputcchio» acompañados de insultos como «Pezzo di merda, traditore, cornuto, frocio!». El senador Nuccio Cusumano tuvo que ser retirado en camilla porque se había desmayado. Dos mil años antes Séneca advertía, en una de sus Cartas a Lucilio, que Marco Porcio Catón acabó empapado de escupitajos en una tormentosa sesión del Senado romano. A Catón no se lo llevaron en camilla: además de soportar la lluvia de esputos lo metieron en la cárcel.
¡Ah! No hemos avanzado mucho desde los tiempos de Catón. Escupitajos a los periodistas en la calle, y salivazos –quizá húmedos bufidos– en el Congreso de los Diputados. Visto por la tele, la audiencia toma nota en clave de espectáculo. O sea, al igual que la tomatina de Buñol, quizá es un ejemplo a imitar. Mal vamos.
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