Alimentación de proximidad

BBVA y El Celler de Can Roca, de nuevo juntos para premiar a los productores más sostenibles

La cuarta edición de los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles busca promover aquellos proyectos que destacan no solo por la calidad, sino también por sus métodos respetuosos con el entorno

El Cantero de Letur o la Ecogranja La Pradera, dos de los ganadores de la pasada edición, explican cómo han ganado visibilidad gracias a los galardones, además de recibir una gran dosis de energía para seguir adelante con sus iniciativas

Las cabras de El Cantero de Letur, uno de los ganadores de la pasada edición de los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles, alimentándose de pastos naturales.

Las cabras de El Cantero de Letur, uno de los ganadores de la pasada edición de los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles, alimentándose de pastos naturales.

Víctor Fúser

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Consumir alimentos de proximidad y producción ecológica tiene múltiples ventajas, y cada vez son más los consumidores que tienen el hábito de mirar la etiqueta para comprobar el origen de cualquier producto. Cada cual por su razón predilecta: por calidad, salud, protección del medioambiente o apoyar al entorno rural en su territorio. O por todas a la vez. En cualquier caso, hay algo que está claro, y es que para que en las tiendas se puedan encontrar productos locales deben existir productores de proximidad, a los que se debe cuidar y promover. Es por eso que BBVA ha convocado junto a El Celler de Can Roca la cuarta edición de los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles.

Estos galardones buscan reconocer a aquellos ganaderos, agricultores y productores de alimentos que apuestan por métodos que contribuyen al desarrollo sostenible. Por ejemplo, con la restauración de prácticas artesanales, la recuperación de cultivos, la reducción de su huella de carbono, el impulso de medidas de eficiencia energética e hídrica, la gestión de residuos, la protección de la biodiversidad o la fijación de trabajo de calidad y de población, entre otros. En definitiva, el impulso del entorno rural. Los ganadores no solo obtienen una amplia visibilidad, sino que su producto pasa a formar parte de una receta elaborada por los hermanos Roca. Hasta ahora ya se han puesto en ese mapa a 26 productores fruto de las tres ediciones llevadas a cabo.

Un reconocimiento a aquellos productores que han conseguido cuadrar la sostenibilidad económica con la medioambiental. Es decir, poner en marcha un negocio que no solo es rentable, sino que también está teniendo un impacto positivo en su entorno y demostrando que la producción de alimentos ecológicos puede servir de palanca para la mejora social de las zonas rurales y la protección del medioambiente. La cuarta edición del concurso, cuyo plazo finaliza el 26 de mayo, quiere seguir la línea iniciada con las anteriores convocatorias, y que ya ha servido para dar un impulso importante a proyectos marcados por sus valores positivos.

Productos lácteos como antes

Uno de los ganadores de la edición del año pasado fue El Cantero de Letur, una lechería ecológica dirigida por Pablo Cuervo-Arango en Letur (Albacete) que recupera las formas de ganadería tradicionales y las elaboraciones artesanales, no añade ningún aditivo a sus productos lácteos y se preocupa por el bienestar de sus vacas, cabras y ovejas. “Hemos ganado mucha visibilidad desde que recibimos el premio, se ha notado”, asegura Cuervo-Arango, responsable de la empresa desde 1999, cuando cogió el testigo de su padre: “Empezó en 1990 con el sueño de crear una quesería ecológica, cuando ni siquiera existían certificaciones, con el objetivo de dinamizar la zona y hacer frente a la industrialización sin freno del sector de la alimentación”.

Uno de los yogures de El Cantero de Letur.

Uno de los yogures de El Cantero de Letur. / Cedida

El camino fue duro al principio, pero luego El Cantero de Letur no ha parado de evolucionar y crecer, siempre con un valor primordial: “Ponemos mucho mimo y cuidado en todo lo que hacemos, tanto en el trato de nuestros animales como en la elaboración de nuestros yogures, kéfires, batidos o quesos”, explica su propietario, que resalta que su actividad está regida por un triple respeto: al medioambiente, a las condiciones laborales justas y al territorio. En este sentido, el objetivo primigenio de su padre parece haberse cumplido de sobra, ya que muchas familias han podido quedarse en el pueblo, han revitalizado la escuela e incluso han impulsado proyectos como Letur Repuebla, con la construcción de un edificio de viviendas para acoger a personas que quieran trabajar en la zona.

Con el tiempo han ido poniendo en marcha medidas que reducen aún más su impacto ambiental, como la reutilización del agua o el autoconsumo eléctrico. Sin embargo, el principal motivo por el que cada vez tienen más clientes es algo más básico y universal: el sabor. “La calidad sigue siendo nuestro principal argumento, porque elaboramos productos que solo llevan los ingredientes tradicionales y ningún aditivo ni químico. Y eso se nota. Además, las leches de oveja y cabra son más digeribles que la de vaca y con más propiedades”, recalca Pablo Cuervo, que justifica plenamente el precio algo superior que pueda tener un yogur ecológico respecto a los industriales: “No solo es lo que ves, sino todo lo que hay detrás, cómo hacemos las cosas. Cuando ves un producto con un precio muy bajo, no dudes que hay alguien que está sufriendo para que así sea”.

Huevos que cambian el sistema

En la misma línea se expresa Enedina González, responsable de Ecogranja La Pradera de Orgaz (Toledo), otro de los ganadores de la edición de 2022 de los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles. En este caso, ponen el foco en un único producto, los huevos ecológicos, y el inicio de su negocio también responde a un sueño paterno: “Mi padre tenía como hobby criar gallinas ponederas, y cuando con la familia volvimos de Venezuela a España, decidimos poner en marcha un proyecto, pero con el objetivo de que no solo fuera rentable económicamente, sino que también tuviera un impacto positivo sobre el planeta y la economía local. Y en el que nos preocupáramos del bienestar de todos y cada uno de los animales”, detalla.

Gallinas ponedoras.

Gallinas de la Ecogranja La Pradera de Orgaz, otro de los proyectos ganadores de los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles / Cedida

El huevo es un producto de consumo masivo en España –de uno a dos diarios por persona—y que ha sufrido en las últimas décadas un imparable proceso de industrialización y masificación, así que para la familia González significaba un buen punto de partida para “cambiar las cosas” y demostrar que se puede producir un producto exitoso a nivel económico a partir “de una red de pequeñas granjas próximas a un gran centro urbano en las que se tiene en cuenta el bienestar de las gallinas, la calidad del producto y el compromiso medioambiental”.

Así, en Ecogranja La Pradera añaden a todos los requisitos necesarios para que un huevo obtenga el certificado de ecológico un extra de sostenibilidad, ya que tienen como objetivo alcanzar la neutralidad de carbono mediante el uso de energías renovables, una flota eléctrica de transporte y mecanismos de compensación. Además de apostar por un modelo basado en pequeñas granjas que impulsa el desarrollo local. Motivos más que suficientes para recibir uno de los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles. “Fue un subidón de energía, porque no solo nos aportó visibilidad, sino también la certeza de que debemos seguir adelante con nuestro proyecto”, explica Enedina González, que avanza que ya están mirando de ampliar su red de granjas colaboradoras.

Instalaciones de la Ecogranja La Pradera de Orgaz.

Instalaciones de la Ecogranja La Pradera de Orgaz. / Cedida

En este sentido, estos premios quieren representar un antes y después para los productores, pero también para toda la sociedad. Porque contar con productores capaces de elaborar alimentos de manera sostenible, con un impacto positivo sobre sus territorios y, además, con una calidad que se hace evidente al primer bocado no deja de ser un auténtico privilegio, del que todos salimos beneficiados.