Entrevista

Gonzalo Pin, pediatra especializado en sueño: "La luz blanca del móvil antes de dormir afecta al desempeño escolar"

El pediatra Gonzalo Pin coordina un curso a profesores y pediatras valencianos para resaltar la importancia de un buen descanso entre los niños

El 52,4 % de los adolescentes duerme menos horas de las recomendadas y el 24,4 % se duerme en clase

El pediatra Gonzalo Pin en su clínica especializada en el sueño.

El pediatra Gonzalo Pin en su clínica especializada en el sueño. / LOYOLA PÉREZ DE VILLEGAS

Lluís Pérez

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En pleno debate sobre la prohibición del móvil en los colegios e institutos, un centenar de profesores y sanitarios está asistiendo al curso "Sueño: impacto en la salud y en el rendimiento escolar"; una experiencia piloto en España, coordinada por el pediatra Gonzalo Pin, organizada por la conselleria de Sanidad y avalada por la Escuela Valenciana de Salud Pública (Eves). La idea es ahondar en la relación entre un buen dormir y sus efectos en el ámbito académico, que los profesionales conozcan la evidencia científica relacionada con el sueño para, posteriormente, realizar propuestas para mejorar la estructura del currículum académico y trasladarlas a la conselleria de Educación.

Dormir bien, ¿es importante a cualquier edad?

Totalmente, aunque más en el caso de los niños y adolescentes. Cuando un bebé cumple dos años, se ha pasado 9.000 horas durmiendo y 8.000 despierto; en la adolescencia, el 50 % del tiempo es de sueño; y, en la edad adulta, lo recomendable es haber pasado un tercio de nuestra vida durmiendo.

El sueño tiene dos objetivos. Por un lado, eliminar los desechos del sistema central que se generan cuando consumimos energía y, por otro lado, favorece el desarrollo de las uniones neuronales, más acuciadas en la adolescencia.

¿Qué porcentaje de niños tiene problemas de sueño y qué consecuencias puede tener en su día a día?

Los estudios demuestran que el 52,4 % de los adolescentes van a clase durmiendo menos de ocho horas, que sería lo recomendable; y que el 24,4 % se duermen en clase repetidamente. La falta de sueño es un condicionante del rendimiento escolar, pero los horarios también influyen en un buen dormir.

En cuanto a las consecuencias, no dormir bien genera dificultades de aprendizaje, porque no son capaces de mantener una atención continuada, pero puede derivar también en problemas de conducta al no ser capaces de controlar los impulsos. Además, si se alarga en el tiempo, comienza la falta de apetito, los cuales pueden derivar en obesidad, diabetes e hipertensión.

Hablaba usted del jet lag escolar. ¿Qué es?

Es un déficit del sueño crónico que se produce cuando los estudiantes tienen una diferencia total de sueño diario de dos horas entre los días escolares y el fin de semana. Es como si viajaran todas las semanas. Cuando ocurre, necesitan entre tres y cuatro días para organizar de nuevo su sueño, es decir, el miércoles. El jueves lo pasan bien y el viernes vuelven a empezar y esto tiene sus consecuencias en el desarrollo del sistema nervioso central. Sus primeros síntomas son la somnolencia diurna y las dificultades de atención continuadas en el tiempo.

¿Influyen las pantallas antes de dormir?

Totalmente. Hay que tener en cuenta que para dormir bien, hay que respetar los ritmos biológicos de nuestra actividad nocturna, pero sobre todo diurna. Esto implica exponerse a los cambios de luz natural, realizar actividad física, tener unos horarios regulares de alimentación y que esta no sea muy tardía. Pero, además, hay que cuidar el entorno en el que dormimos; sobre todo, evitar la tecnología dentro de la habitación y controlar el ruido y la temperatura.

Nuestro cuerpo tiene un reloj biológico que se repite cada 24,2 horas; en el caso de los adolescentes, cada 24,5. Y este reloj se ha adaptado al medio ambiente. Durante miles de años, está acostumbrado a la luz cálida por la mañana, muy blanca al mediodía y cálida de nuevo por la noche. Pero, desde hace unas décadas, convivimos más con la luz blanca en la tarde-noche por la exposición a las pantallas. Esto despista al reloj biológico y deriva en problemas de sueño que, en el caso de los adolescentes, repercute en su rendimiento escolar.

Es decir que si los adolescentes al tener un reloj biológico cada 24,5 horas, ¿tienen tendencia a dormirse más tarde?

Así es. En la adolescencia, el cuerpo tiende a segregar la melatonina, la hormona del sueño, más tarde. Ocurre a partir de los ocho años y comienzan a convertirse en seres vespertinos con tendencia a dormirse más tarde y, por tanto, a levantarse más tarde. Además, si se exponen a las pantallas, aún se retrasa más. Esto colisiona, directamente, con el horario escolar, que cada vez se adelanta más; el instituto empieza a las ocho de la mañana.

¿Hay entonces personas con diferentes ritmos vitales?

Son los cronotipos. Hay personas matutinas, vespertinas y, por último, intermedias; es una cuestión genética. Los matutinos se acuestan y despiertan pronto y, por tanto, son muy activos a primera hora de la mañana. Los vespertinos al revés y los intermedios se adaptan. Es genético, pero se puede modular. Por ejemplo, los vespertinos pueden activarse antes yendo a trabajar al trabajo o al colegio y exponiéndose a la luz natural. Y, para retrasar el reloj de los matutinos, se recomienda realizar actividad física por la tarde para retrasar el sueño.

Entiendo que no solo importa la cantidad del sueño, sino también su calidad.

Importa cuánto se duerme, cuándo y la calidad. Se debe adecuar a los horarios de cada edad, que sea a unos horarios regulares y que sea de calidad, es decir, que sea ininterrumpido para que el sueño cumpla su misión reparadora. Cuando se habla de vida saludable, se pone el foco en una alimentación saludable, la actividad física y la afectividad, pero nos olvidamos siempre del descanso.

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