Entrevista

Darcy Lockman: "El instinto maternal no existe, el 99,9% de lo que hacemos como padres es un comportamiento aprendido"

La autora y psicóloga estadounidense expone en su libro 'Toda la rabia' cómo las mujeres asumen gran parte de la carga de las tareas de cuidado, incluso cuando creen que no es así

La psicóloga y escritora Darcy Lockman.

La psicóloga y escritora Darcy Lockman. / Cedida

María G. San Narciso

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"Si pasáis algún tiempo escarbando en las publicaciones sociológicas de las últimas décadas, desterraréis frases como estas: 'Estamos empezando a comprender por qué los hombres hacen tan poco', o 'Todavía no tenemos una buena comprensión de qué hombres (o de las condiciones bajo las cuales algunos hombres) se implican más en el cuidado de otros' o 'El aumento del trabajo asalariado de las madres [...] no ha resultado en una distribución más igualitaria desde una perspectiva de género de los trabajos domésticos ni del tiemo dedicado a los cuidados de los niños". Todo esto lo escribe la periodista y psicóloga Darcy Lockman, quien sí que se pasó un tiempo revolviendo entre estudios y experiencias varias para publicar Toda la rabia, un libro en el que destierra el mito de la crianza compartida y que ha sido actualizado y publicado en España de la mano de la editorial Capitán Swing.

Su investigación empezó a partir de su propia historia personal junto a George y a sus dos hijas. Se dio cuenta de que su experiencia, aquella que pensó que nunca le pasaría, era la de la mayoría de las madres que conocía: en la actualidad, las mujeres destinan casi el doble del tiempo que los hombres a los cuidados de la familia en la sociedad occidental. España tampoco es la excepción en esto de la corresponsabilidad: aquí, ellas dedican cada semana 15 horas más que los hombres a las tareas del hogar y el cuidado de sus hijos e hijas, un total de 780 horas más al año.

P. Leyendo su libro, una puede pensar que la maternidad es una trampa.

Pienso que si entendemos el impacto que tiene [la maternidad] en la sociedad, en nuestra cultura y en nosotros, podemos tomar muy buenas decisiones para nosotras mismas. No creo que sea una trampa. La maternidad es la experiencia más maravillosa de mi vida.

El patriarcado, un mundo donde los deseos, necesidades y objetivos de los hombres van siempre por delante, sí que es una trampa. Pero solo si nos permitimos estar de acuerdo con eso. Obviamente no podemos cambiar el mundo, pero podemos tomar decisiones para nosotras mismas y nuestras relaciones. Podemos vivir de la forma que queremos vivir, sin importar lo que implica, especialmente si tenemos un compañero dispuesto a considerar estas cosas.

P. Incluso en hogares donde hay una distribución igualitaria de las tareas, todo cambia cuando llega el primer bebé. ¿Por qué?

A menudo no hay igualdad antes de esa llegada. Simplemente hay menos tareas que realizar. Mi experiencia propia es que antes de que llegaran las niñas [tenían seis y tres años cuando escribió este libro] no había gran cosa que hacer. Nada. Quiero decir que la casa podía estar limpia o no, si no te apetecía cocinar la cena pues podías salir fuera... Y esto es algo que apoya la investigación: los trabajos no se dividen de forma igualitaria antes de los bebés. Es solo que no es tan notable.

Pero cuando llegan los bebés, de repente hay mucho de lo que cuidar. Y no hacerlo no es una opción. No puedes decir: bueno, da igual que el bebé no tenga pañales, o que la de tres no tenga la comida hecha. Hay mucho más trabajo si tienes a un ser humano completamente dependiente viviendo en casa. Es ahí donde, la pareja o, al menos, las mujeres, empiezan a notar de manera más contundente la falta de igualdad. Incluso empeora cuando viene el segundo o el tercero hijo.

¿Cree que el libro puede ayudar a las parejas a hacer contratos antes de la llegada del bebé? Porque da la situación de que una se da cuenta de esa situación una vez que ya ha dado a luz y la vive. Y, para entonces, es difícil dar marcha atrás.

No creo que el libro produzca un cambio social. Eso lo sé. Pero lo que esperaba con él es que las parejas lo leyesen antes de tener hijos. Inclus, aunque pensasen que a ellos no les iba a pasar, se dieran cuenta de que parecía pasarle a todo el mundo, por lo que podrían pensar en lo que hacían cada uno y asegurarse de que ambos están felices con la distribución de las tareas en casa.

Es muy conveniente asumir que las mujeres tienen algo innato cuando se trata de cuidar

Es gracioso porque yo soy psicóloga y ejerzo como terapeuta. Una pareja con la que estoy trabajando ahora mismo, y que he visto unas cuantas veces, están tratando de tener un hijo. Ella da por sentado que le toca cuidarse ahora, pero sabe que, aunque se sienta mal, será así los próximos 18 años. Yo le pregunté que por qué, y ella respondío que si no se ocupaban las madres de todo. Le dije que, aunque por supuesto se presuponga, esto no tenía por qué ser así.

Porque durante el embarazo tiene que ser así: solo los cuerpos femeninos pueden hacer crecer un bebé. Pero una vez que nace el bebé, no. Era una pareja que nunca había pensado en esto antes, pero es interesante ver cómo creían que sería su vida los próximos 18 años. ¿De qué mundo hablan? Ella es la única que tiene útero, pero no tiene que hacer todo una vez que nazca el bebé. Puedes tomar otras decisiones si quieres para que sea distinto, pero creo que es algo que la gente siente como lo único posible. Viene de nuestra cultura occidental. Así que cuando escribí el libro esperaba que las parejas lo leyesen juntas y fueran capaces de tomar mejores decisiones para ellos mismos si eso era lo que querían.

En España cada vez hay menos madres y las que deciden tener hijos lo hacen cada vez más mayores. ¿Cree que son conscientes de los sacrificios que deben hacer cuando llega un bebé?

En esta sociedad, donde el control de la natalidad está bastante disponible, la natalidad baja. Pero por ejemplo en Francia, donde el gobierno da subsidios a la infancia, es interesante ver que las mujeres sienten menos rabia sobre sus maridos y no porque estos hagan más, sino porque hay otro apoyo social que ayuda.

No importa mucho de dónde vega la ayuda, pero las sociedades que no apoyan la igualdad o la natalidad tienen menos bebés. Y es un gran problema en parte del mundo. Japón es muy buen ejemplo. La natalidad es tan baja que no hay reemplazo, lo que económicamente está siendo un problema, al menos en el corto plazo, porque no tienen gente joven que pague impuestos para apoyar a la población más mayor. Así que el gobierno está tomando medidas para intentar que su población tenga más hijos, incluyendo que los padres sean participantes más activos.

Niega que el instinto maternal exista, o que haya cualquier diferencia biológica que explique por qué los hombres y mujeres no se tomen las tareas por igual. ¿Por qué sigue asumido que hay algo innato en cuanto a los cuidados?

Bueno, es muy conveniente asumir que las mujeres tienen algo innato cuando se trata de cuidar, ¿no? Libera a los hombres del apuro de que todos pensemos que ellos no pueden hacer eso. Pero la investigación muestra que, biológicamente, tanto mujeres como hombres son impactados hormonalmente igual cuando se convierten en padres. El nivel de algunas hormonas en nuevos padres que están alrededor del bebé y de sus mujeres durante el embarazo también se incrementa. Así que ambos están impactados psicológicamente al convertirse en progenitores. De alguna manera, queremos de forma inmediata a nuestros bebés. Sentimos por ellos y queremos cuidarlos y protegerlos. Esto para ambos.

Por eso los seres humanos han prosperado. Tenemos una criatura pequeña a la que hay que cuidar muchísimo. Y, en la evolución, lo que ha beneficiado esa situación es que haya dos personas que sean capaces de hacerlo, porque da mucho trabajo. No importa que uno de los progenitores pueda morir. En el pasado, muchísimas mujeres morían dando a luz todo. Alguien tenía que cuidar del babé.

Todo lo demás sobre el apego a nuestro bebé y el estar alrededor de ellos tiene que ser aprendido. Que, por cierto, el aprendizaje es el comportamiento más humano, no es un instinto. Cuanto más grande es el cerebro de una persona, menos depende de este. Es tan fácil como poner este ejemplo: tu cuerpo necesita comida cuando te sientes hambrienta, pero tienes que aprender cómo alimentarte por ti misma. 

Hablamos del instinto maternal para justificar acuerdos sexistas

Mi único punto es que no usamos la palabra instinto de forma correcta. Instinto es una palabra que en Biología significa el comportamiento de un animal o una criatura que no necesita aprender. Los seres humanos poseemos pocos: lo aprendemos casi todo. El 99,9% de lo que hacemos como padres es un comportamiento aprendido. ¿Ahora me van a decir que los hombres no aprenden como las mujeres? Eso no es cierto. Pero claro, la forma en la que aprendemos es haciendo. Si no haces una cosa una y otra vez, no aprendes. Hablamos de instinto maternal para justificar acuerdos sexistas.

Muchas de las experiencias de las mujeres que recogió en el libro decían que los hombres eran simplemente... hombres. ¿Por qué las mujeres no pueden ser simplemente como los padres?

Porque las mujeres, igual que los hombres, crecen aprendiendo lo que se supone que deben hacer. Como chicas, crecemos aprendiendo que es nuestro trabajo pensar en otra gente; que sus sentimientos y sus necesidades y prioridades están por encima, pese a que nadie se lo diga de manera literal. Pero claro que lo hacemos: alabamos cuando ellas son agradables y consideradas; a ellos, cuando son unos buscavidas. Así que las cosas que refortalecen a los chicos son diferentes a las de las chicas.

Podemos crecer pensando que hay dos tipos diferentes de personas, con roles y comportamientos distintos. Pero, de nuevo, son comportamientos adquiridos. No son naturales. Crecemos en una sociedad que dice que los hombres son mejores que las mujeres y que se merecen más.

La palabra ayuda también aparece en varios de estos testimonios. Se repite la frase de: “Si le pido ayuda con esto a mi marido, él lo hace”. ¿No es eso agotador?

Hay al menos dos tipos de cargas: la física y la mental. ¿Tienes que pedir a tu marido que saque la basura? ¿No puede ver él que está llena? Incluso cuando dos personas viven juntos, y acuerdan que ambos son adultos y que tienen las mismas en el hogar, para ellas esa responsabilidad incluye darse cuenta.

La cantidad de datos que hay sobre los beneficios que tiene en la relación la igualdad en las tareas, incluso en el sexo, es muy grande. ¿Prefieren ellos dañar la relación en favor de su tiempo libre y su libertad?

La gente no se da cuenta de que está dañando su relación. Las única parejas que se mantienen igualmente felices después de tener un bebé son aquellas que reportan que el trabajo se reparte de forma igualitaria. Si sabes eso, puedes decidir trabajar de forma consciente con tu pareja, sea mujer u hombre, para aseguraros de que ambos os sentís que estáis siendo tratados de forma justa por la otra persona.

Habla de un estudio que muestra como, incluso en esas casas en las que los dos miembros de la pareja piensan que hacen lo mismo en casa, realmente no es así.

Es increíble, ¿verdad? Las parejas que reportaron que había igualdad en el reparto de tareas tenían diarios donde describían lo que hacían en realidad. Cuando los investigadores vieron esos diarios, se percataron de que las mujeres normalmente hacían dos tercios del trabajo. Así que concluyeron que tanto hombres como mujeres sienten que el reparto es justo cuando ellas hacen el 66%.

Alabamos cuando ellas son agradables y consideradas; a ellos, cuando son unos buscavidas

Si los hombres hacen un tercio, todo el mundo está feliz. Los hombres y mujeres sienten que es justo, lo cual es algo un poco un loco, pero realmente habla del impacto de vivir en una sociedad patriarcal.

¿Es posible conseguir una igualdad en casa sin la ayuda institucional?

Está claro que cuanto más tiempo o dinero tienes, más fáciles tienes las coas. Pero creo que, dado lo sexistas que somos, tanto hombres como mujeres, lleva mucho trabajo vivir de una manera diferente. Y ese trabajo implica un montón de comunicación entre las parejas.

¿Puede la rabia ayudarnos a alcanzar esta igualdad en casa?

Eso creo. Este libro no va de terapia, pero yo la hago. Y uno de los objetivos de la misma es que la gente tenga un buen trato con sus sentimientos. Si nosotros conocemos cómo nos sentimos y estamos cómodos con eso, podemos usarlo como un beneficio. Así que si sabemos que estamos enfadados, podemos pensar por qué, qué está ocurriendo y cómo podemos usar ese sentimiento para crear algo mejor para mí misma.

La rabia puede ser destructiva pero también puede ser constructiva. Así que, con un poco de suerte, podemos trabajar constructivamente con ella sin que eso signifique atacar a la otra persona, pero sí decirle que no te sientes bien con esto o que necesitas que ambos penséis juntos y busquéis una solución de forma que ambos os sintáis bien.

La rabia fue la base de muchos movimientos de justicia social, así que puede ser útil.

¿Cuándo cree que conseguiremos la igualdad en casa?

Esta respuesta tiene dos partes. La primera es que usted, yo o cualquier persona podemos crear igualdad en nuestras casas. Siempre y cuando tengamos una pareja sentimental que esté dispuesta a escuchar cómo nos sentimos, y a intentar trabajar para que ambos sientan que las cosas son justas y mantenerlas así, porque sabemos lo importante que es para la salud y la felicidad de la relación y la situación familiar, cualquiera puede lograrlo. Esa es la buena noticia.

La otra parte es que no creo que la sociedad cambie pronto. Después del Covid estuve haciendo alguna lectura porque la pandemia hizo que todo fuera a peor. Las únicas parejas que mejoraron en términos de distribución del trabajo fueron aquellas en las que el padre, de repente, empezó a trabajar en casa porque no podía ir a la oficina, mientras que la madre, como trabajadora esencial, tenía que salir. En ellas, empezó a haber una mejor distribución de las tareas, convirtiéndose en el único grupo donde se mejoró la igualdad. Los estudios muestran que representan el 10% del total de las familias en EE.UU, y eso es mucha gente. De repente, el 10% de los niños están viviendo en una casa con un padre más disponible que su madre. Una de las señales más optimistas que muestran los investigadores de ciencias sociales es que son muchos niños que, al ver esa igualdad, pueden continuar con el cambio.

Este cataclismo fue aleatorio por la pandemia. Pasó lo mismo cuando las mujeres de clase media que se dedicaban al hogar tuvieron que comenzar a trabajar fuera que alguien debía ocuparse de aquellos trabajos que habían dejado los hombres que se fueron a luchar en la II Guerra Mundial. Así fue como se empezó a normalizar que las mujeres estuvieran en el mercado laboral, no porque la gente dijese que tenía que ser así.

Porque los cambios sociales ocurren por circunstancias inesperadas y enormes, como una guerra o una pandemia. Así que, cuando me preguntan si espero que cambie la sociedad siempre digo que no, pero que eso no significa que la gente, a nivel individual, no pueda conseguirlo.