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Acoso sexual en la universidad: hasta un 15% de trabajadoras dicen haber sido coaccionadas o amenazadas

Un nuevo estudio explora las violencias sexuales en el sistema universitario catalán

MULTIMEDIA | MeToo en la universidad

El #MeToo prende en la universidad: "El silencio se ha acabado"

Mural reivindicativo feminista en una universidad.

Mural reivindicativo feminista en una universidad. / Ferran Nadeu

Núria Marrón

Núria Marrón

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Dos años después de que este diario levantara la tapa de las violencias machistas en la universidad, el MeToo académicosigue dando sus pasos. Las denuncias por acoso han aumentado, el Govern ha impulsado un protocolo-guía y nuevos estudios auscultan este fenómeno largamente silenciado. El último, presentado este viernes en la jornada 'La violència sexual a l’entorn universitari', celebrada en la Facultad Blanquerna-Universitat Ramon Llull, pone las luces en 'warning' con un puñado de datos. Según este informe, siete de cada 10 docentes, investigadoras o personal de las universidades catalanas han tenido que escuchar comentarios sexistas de jefes o compañeros; hasta un 15% se han sentido coaccionadas o han recibido "amenazas sutiles"; el 8% han sufrido consecuencias tras un rechazo y, atención, casi la mitad del personal masculino aún considera que es "muy fácil" arruinar la carrera de un superior si se le acusa de haberse insinuado.

Casi la mitad del personal masculino considera que es "muy fácil" arruinar la carrera de un superior si se le acusa de haberse insinuado

"La investigación demuestra que el acoso en la universidad tiene una prevalencia parecida al resto de ámbitos, a pesar de que a menudo nos puede parecer que en estos entornos este tipo de violencias no suceden", explica la investigadora principal del estudio, Berta Aznar, profesora de Blanquerna-Universitat Ramon Llull, que ha centrado el informe en el personal docente e investigador y en el de administración y servicios. Un ámbito, apunta, en el que hay mucho en juego y donde el acoso suele permanecer aún más oculto que en el entorno de las alumnas, "en el que la asimetría de poder es mayor y por tanto también la vulnerabilidad, por lo que es un colectivo al que hay que proteger especialmente", afirma Aznar. De hecho, este viernes es el segundo día de huelga de las estudiantes universitarias y de secundaria contra el acoso sexual y la falta de efectividad de los protocolos vigentes.

Violencia simbólica y sexual

Lo cierto es que la brecha de la violencia sexual (las mujeres reciben tres veces más comentarios sexuales que los hombres) tiene un impacto en la vida y la carrera profesional de las mujeres académicas. "Está claro que conforme aumentan los puestos de promoción, el número de investigadoras desciende -apunta Aznar-. Es difícil analizar las causas que solidifican el llamado techo de cristal, pero más allá de la falta de conciliación y de corresponsabilidad con la que se suelen relacionar las dificultades de promoción, también sería pertinente estudiar en qué medida la violencia simbólica y la sexual, en sus diferentes grados, pueden actuar como freno o mecanismo de expulsión".

Más allá de sus efectos, el retrato robot del acoso en la academia es incontestable. Aquí van unas cuantas coordenadas. Por ejemplo, alrededor de la mitad de las trabajadoras universitarias han escuchado a sus colegas o superiores hacer comentarios obscenos u ofensivos; dos de cada 10 han recibido atención sexual no deseada; una de cada cuatro mujeres han sido miradas "de forma lasciva", y el 16% dicen haber sido "tocadas" de una forma que las incomodó.

Unos cuantos peldaños más arriba en la escalera del acoso -llegando ya a la coerción-, la investigación recoge que más del 15% del personal afirma que se les ha hecho sentir miedo de recibir peor trato si "no colaboraban" y que hasta un 9% denuncia que han recibido amenazas sutiles o directamente han sufrido consecuencias tras rechazar a un colega o superior.

Protocolo guía

Ante esta radiografía, Aznar señala la importancia de desplegar herramientas como el protocolo guía contra el acoso sexual y las violencias machistas que ha impulsado el Govern y que prioriza la prevención, el acompañamiento y la reparación de las víctimas. En este sentido, también apunta a que las Unidades de Igualdad de las universidades deben seguir avanzando para proporcionar respuestas eficaces y, a la vez, erigirse como elemento disuasorio de lo que ya no es tolerable.

Sin embargo, está claro que aún queda trecho por recorrer. Ahí está, si no, ese 43% de varones profesores, investigadores y personal administrativo que creen que "una mujer puede arruinar fácilmente" la carrera de su superior al denunciar que se le ha insinuado sexualmente. "El dato remite a la fratria o hermandad entre los hombres, que a menudo sienten más empatía por un denunciado que ante quien dice sufrir un abuso de poder, y a ese mito tan extendido de que las mujeres son expertas en mentir y manipular", apunta Aznar.

A pesar de todo, la investigadora aporta dos cifras que invocan a la esperanza. Una: que los jóvenes son mucho más sensibles ante este tipo de violencias. Y dos: que el 86% de los hombres del sistema universitario no creen que el acoso sexual pueda acabarse simplemente cuando la mujer pide que se pare. O sea, que la responsabilidad, al contrario de lo que tradicionalmente se ha considerado, no recae en lo que ella haga o deje de hacer.