Oviedo

Un canto por la paz y una ovación por la Familia Real en el Concierto de los Premios "Princesa"

El Concierto de los Premios emociona al Auditorio con su cantata antibelicista mientras las calles se vuelcan con saludos a los Reyes, la Princesa y la Infanta durante veinte minutos

Los Reyes presiden en Oviedo el concierto previo a los Premios Princesa de Asturias

Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: EFE

Chus Neira

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En inglés, contra la guerra y por el Rey. El XXXI Concierto de los Premios "Princesa de Asturias" dejó ayer en la capital del Principado una tarde antibelicista en los textos de la cantata que interpretaron la OSPA y el Coro de la Fundación, angloparlante en el idioma de esos versos, del director, Martyn Brabbins, y de algunos de los invitados más célebres de la velada, como la actriz Meryl Streep; y monárquica como solo la víspera de la entrega de los galardones puede ser. Hubo después del concierto, como es tradición, tiempo y espacio para que la Familia Real pudiera saludar a todo el que quiso hacerlo, en el largo pasillo-besamanos que se formó en el hall del Auditorio y las calles aledañas por donde Don Felipe, la Reina Letizia, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía se estiraron hasta dedicar veinte minutos a estrechar manos, dejarse posar en selfies ajenos y escuchar pequeñas confesiones: "¡Qué guapina eres! ¡Qué alto! ¡Asturiana!". Y así.

Horas antes de que sonara la percusión en los primeros compases del himno nacional con el que la OSPA arrancó el concierto, los accesos del Auditorio se habían ido blindando. Policía, agentes secretos, vallas, unidad canina y controles. Pasaban las seis de la tarde cuando los primeros invitados empezaban a desfilar camino de la entrada. Políticos, empresarios, cargos públicos, notables. Todos de gala.

La Familia Real llegó con todo el público en los asientos y doble fila de recepción. En la primera línea de saludo, a las puertas, aguardaban el presidente regional, Adrián Barbón, la delegada del Gobierno, Delia Losa, el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, el presidente de la Junta, Juan Cofiño, la presidenta de la Fundación Princesa, Ana Isabel Fernández, y su directora, Teresa Sanjurjo. Dentro, segunda línea de saludo, Gimena Llamedo, vicepresidenta del Gobierno; Graciano García, director emérito vitalicio de la Fundación; el presidente de la Fundación Cajastur, César Menéndez Claverol; el secretario de la FPA, Adolfo Menéndez, y parejas del resto de autoridades saludaron rápido y dejaron sitio a la lluvia de flashes sobre la Familia Real. Sonrisas y miradas cómplices, apuntaban desde el otro lado de la valla, de un matrimonio que justo estos días celebra veinte años desde los inicios del noviazgo, en aquellos Premios de 2003.

Dentro ya estaban Meryl Streep y Murakami, la gente de Mary’s Meal, los científicos Bonnie L. Bassler y E. Peter Greenberg... Todos los que ya habían llegado a Oviedo a excepción de Kipchoge. El auditorio estaba expectante. Dejaron pasar algunos minutos más y los Reyes y sus hijas volvieron a aparecer en su palco. Nueva ovación y saludos, más flashes y la OSPA, dirigida por Martyn Brabbins, siguió con el himno nacional.

El concierto incluyó dos obras del británico Ralph Vaughan Williams. La primera, "Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis", compuesta en 1909, es una melodía muy agradecida que el público puede haber reconocido de la banda sonora de "Master and Commander". Concebida para una doble orquesta de cuerda, el director británico quiso en esta ocasión situar al octeto que establece los diálogos con el grupo principal en un plano sonoro que ofreciera más contraste y los situó en un palco. El empeño de Brabbins valió, quizá, para mejorar los matices, aunque tuvo que pagar un precio alto. El obligado regreso al escenario a la carrera de los ocho músicos desplazados para la primera composición y las cuestiones protocolarias de un concierto como el de ayer dejaron fuera, inexplicablemente, a una intérprete. No llegó a tiempo de ocupar su lugar y la segunda pieza, "Dona nobis pacem", sonó con un chelo menos.

No perdió, sin embargo, esa fuerza que tiene la cantata, con el Coro de la Fundación Princesa de Asturias entonando esa mezcla de textos, latín e inglés, que mezcla pasajes bíblicos con poemas de la guerra de Walt Whitman y algunas palabras de John Bright contra la guerra de Crimea. No es tanto un canto por la paz como un lamento por la guerra y un estremecimiento ante los horrores y su belleza cruel, que estos días remueve todavía más al repasar algunas líneas cantadas ayer por el coro: "Esperábamos la paz, pero no vino nada bueno; esperábamos tiempo de salud, vinieron y devoraron la tierra, la cosecha ha pasado, el verano ha terminado y no hemos sido salvados".

Las voces de la soprano Verity Wingate y el barítono Paul Grant redondearon el concierto, despedido con una ovación y un himno de Asturias con todo el Auditorio en pie y los cuatro miembros de la Familia Real tarareando la letra del "Asturias patria querida", con confesiones cómplices entre Sofía y la Reina al finalizar.

Después, con el compás de espera propio del protocolo, el pasillo del Auditorio se llenó del público que quería saludar a los Reyes; y los accesos, de los que querían sacar fotos y de los que querían salir y tenían que esperar. Unos minutos más tarde aparecieron y se prestaron al besamanos interminable donde caben selfies y anécdotas. Nicolás Menéndez Velasco, un joven estudiante de cuarto de la ESO habitual de estas ocasiones, logró hacerse la foto con el Rey y la Princesa y le contó a Don Felipe que quiere ser militar. El jefe de Estado le animó a seguir con su objetivo y siguió camino. Fuera, en la calle, esperaban centenares de vecinos y curiosos. Vivas a los Reyes, a la Reina, a la "Reina asturiana", coros con el nombre de Leonor y de Sofía avivaron toda esa segunda parte, otro tipo de concierto de "fusión" entre el pueblo y la monarquía que se alargó durante veinte minutos. Al acabar, la familia se despidió –los padres se iban a la cena de los patronos– como lo haría cualquier otra: abrazo y besos de los progenitores a las chicas. Mañana, más.

"La forma de ver esta obra ha cambiado con lo sucedido estos días", reconocen los solistas

Verity Wingate y Paul Grant fueron los solistas que ayer se lucieron en el XXXI Concierto Premios "Princesa de Asturias". Horas antes de la cita admitían sentirse "muy emocionados", tanto por la presencia real como por el entorno de los Premios, como por las obras que iban a interpretar. "El texto de esta pieza, el color, la instrumental, todo es especialmente poderoso y para mí expresar estas palabras cantando es muy conmovedor, aunque un poco duro, pero muy bonito porque en definitiva, todo se resume a la búsqueda de la paz", contó Wingate. Unas ideas a las que se sumó Grant. con el añadido de la actualidad. "Nuestra interpretación y la forma de ver la obra han cambiado desde la última semana, con todo lo que ha sucedido en estos últimos diez días. Creo que, a pesar de las cosas terribles que están pasando en el mundo, se mantiene viva la esperanza de tener un futuro mejor y de que haya paz en el mundo". 

"Conocí a la Princesa cuando era una niña pequeña, así que para mí es un honor estar aquí. ¡Cómo ha crecido!", exclamaba la soprano. Emoción por la realeza que comparte el barítono. "Participar en un festival como este es un orgullo".

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