Premio Princesa

E.Peter Greenberg y el gran concepto científico que surgió en una conversación de cuñados

"No tengo suficiente paciencia para trabajar con el microscopio; por eso me dedico al cultivo de bacterias, que se multiplican en una sola noche"

E. Peter Greenberg, premio "Princesa" de Investigación.

E. Peter Greenberg, premio "Princesa" de Investigación. / MUEL DE DIOS

Pablo Álvarez

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La idea surgió de una conversación entre cuñados. Para que luego se subestime este lazo familiar que puede llegar a ser altamente inspirador. El microbiólogo neoyorquino E. Peter Greenberg explica cómo surgió la expresión “quorum sensing” que designa unos hallazgos que le han valido el premio

Princesa de Asturias

de Investigación Científica y Técnica, que este viernes recibirá en Oviedo.

Usted es el creador de la expresión "quorum sensing". ¿Cuál es su significado?

Esa expresión procede del descubrimiento de que las bacterias tienen la capacidad de comunicarse unas con otras y de saber cuántas están en un determinado entorno. A partir de ahí, se conforman como grupo y hacen cosas que no pueden hacer por separado. Estábamos haciendo una revisión sobre el tema y buscábamos un título atractivo para que la gente lo leyera y no lo pasara por alto.

¿A quién se le ocurrió?

Uno de mis compañeros, coautor, estaba de vacaciones. Le estaba explicando a su cuñado lo que estábamos haciendo con las bacterias. Y de repente el cuñado dijo: "Ah, es como si necesitaran un quórum". Nosotros dijimos: "¡Perfecto! Ya tenemos un título que engancha". Por eso le dimos ese nombre.

E. Peter Greenberg recibirá este viernes el premio "Princesa" de Investigación, junto a sus colegas Jeffrey Gordon (que no podrá estar por motivos familiares) y Bonnie L. Bassler, por desvelar «mecanismos inéditos de comunicación entre bacterias» que "están permitiendo aplicaciones terapéuticas innovadoras y la búsqueda de nuevos tratamientos efectivos contra bacterias resistentes a antibióticos", según destacó el jurado.

¿Qué le parece Oviedo?

Estoy totalmente impresionado por la belleza de esta ciudad.

¿La actividad científica produce más frustraciones o más alegrías?

La actividad científica tiene una vertiente frustrante, y es necesario equilibrar esa frustración, porque uno le dedica muchísimo tiempo sin obtener hallazgo alguno. Hasta que llega ese momento del descubrimiento. Ahí es donde surge la alegría. El proceso es verdaderamente fascinante. Yo trabajo con alumnos a los que enseño los métodos y los procesos, y eso es una gran fuente de satisfacción.

¿Se ha arrepentido en alguna ocasión de dedicarse a la ciencia?

Me hice científico porque, en primer lugar, tenía una pasión. Nunca, nunca, nunca me propuse ser un científico destacado. Me fascinaba entender las cosas a través del método científico. Cuando empecé, me auguraban que la microbiología era una ciencia muerta. Por eso este premio me ilusiona de una manera especial.

¿Cuánto tiempo tardó en hacerse un espacio como científico reputado?

Empecé a establecer mi propio grupo de investigación en los años 70. Hasta que me consideraron científico destacado pasaron 25 años. Pero en todo ese tiempo estuve muy satisfecho realizando descubrimientos y hallazgos. Para mi compañera Bonnie L. Bassler y para mí eso era suficiente. Lo que queríamos era investigar y descubrir.

Cuando usted dirige la mirada al intestino de una persona, ¿qué es lo que observa?

Mi compañero Jeff Gordon es el experto microbioma. Desafortunadamente, debido a circunstancias difíciles, no puede estar aquí. Lo que yo veo en el intestino humano es una tremenda diversidad de bacterias, muchísima diversidad bacteriana. Todas esas bacterias trabajan de manera distinta. La comunicación bacteriana es como una cacofonía. Nos encontramos con distintas especies que hablan las unas con las otras. Unas están escuchando y otras envían señales. Para nosotros, una gran frontera, un gran objetivo, es entender cómo estas bacterias utilizan esa información, qué hacen con esa información en ese entorno tan complejo.

¿Para estudiar bacterias hay que ser especialmente paciente?

Para ser científico se necesita ser paciente. Yo puedo ser paciente, pero no tanto como algunos de mis compañeros. Por eso vi que no podía trabajar con el microscopio, que requiere más paciencia de la que yo tengo. Trabajo con bacterias, que crecen por la noche. Un día hacemos un cultivo de cien bacterias y a la mañana siguiente hay miles de bacterias en el tubo de ensayo. Eso me permite, en ocasiones, diseñar un experimento y hacerlo en el mismo día. Ésa es la paciencia que tengo.

¿Cuántas horas semanales ha de trabajar un científico para llegar a lo más alto?

No tengo ni idea. Cuando empiezas, necesitas tener pasión porque hay que trabajar mucho. A medida que vas avanzando, cada vez eres más eficiente y quizá no necesitas dedicarle tanto tiempo. Y eso te permite llegar a eso que hoy se llama conciliación personal y laboral.

Después de recibir un premio y de ser aplaudido, ¿regresa a la rutina de su laboratorio con entusiasmo o con desgana?

Cuando regrese, voy a estar muy cansado. Pero nunca pierdo el entusiasmo. Me fascina el trabajo de laboratorio, me fascina lo que hago. Es importante que se reconozca nuestro trabajo, es importante para la disciplina y es maravilloso que desde

España

recibamos este respaldo. Volveré al laboratorio cansadísimo, pero será un maravilloso regreso a casa después de esta maravillosa experiencia.

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E. Peter Greenberg nació en Nueva York el 7 de noviembre de 1948. En tres semanas escasas cumplirá 75 años. Se licenció en Biología por la Western Washington University en 1970, hizo un máster en Microbiología en la Universidad de Iowa y se doctoró en la misma área en la de Massachusetts. Tras pasar por las universidades de Harvard, Cornell y Iowa, en 2005 se incorporó a la de Washington, donde actualmente es catedrático de Microbiología. Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU y de la Asociación Estadounidense para el Avance de las Ciencias (AAAS).

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