Impulso a las renovables

Uso ordenado para los grandes pantanos

La Gigabatería de Tâmega, en Portugal, punta de lanza para bombeo en España

La Gigabatería de Tâmega, en Portugal, punta de lanza para bombeo en España

Judith Navarro

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La Ley de Aguas marca las prioridades de uso de los recursos hídricos, anteponiendo siempre el agua para beber, después la necesaria para el regadío, seguida de la empleada para usos industriales y, finalmente, siempre y cuando sea posible, la de usos recreativos. Para el cumplimiento de estos planes y para garantizar el aprovechamiento del agua, los embalses son esenciales. Sus presas permiten hacer un uso ordenado de un recurso irregular como es el agua, y esto incluye también aquellas instalaciones que no fueron específicamente construidas para el consumo, sino para la producción hidroeléctrica. De hecho, las compañías energéticas operan sujetas a unas estrictas normativas autonómicas y estatales que estipulan que siempre debe quedar una importante reserva de agua que no se turbina, con el objetivo de poder disponer de ella en caso de que se decida que es necesario, y para garantizar un volumen de caudal adecuado que proteja la vida de los peces y la vegetación. De esta forma, al tiempo que se genera una energía limpia y renovable, se colabora en la reducción del impacto de las sequías y de las inundaciones.

La energía hidráulica se obtiene mayoritariamente de la transformación del movimiento hídrico en electricidad, a través del aprovechamiento de la fuerza cinética que se genera con la caída del agua desde una determinada altura. Por ello, se construyen grandes presas, capaces de extraer el máximo potencial de este recurso. Dichas instalaciones controlan el volumen y la velocidad del agua que, en su descenso, hace girar las hélices de las turbinas que activan el generador responsable de producir la electricidad. 

Existen posibilidades de mejora en este ámbito y una de las que Gobierno y empresas privadas han puesto sobre la mesa es el bombeo hidroeléctrico, que permite la producción de energía hidráulica a gran escala. Durante las horas de mayor consumo, la central funciona como una planta hidroeléctrica convencional: El agua acumulada en el embalse se libera con la apertura de la presa, generando una fuerza cinética que hace girar la turbina hidráulica, encargada de producir la electricidad. Pero la diferencia se produce en el momento en que, una vez finalizado este proceso, el agua no se desecha a través del canal de desagüe, como sucedería en otro tipo de estas instalaciones, sino que se envía a un segundo embalse, situado en un nivel inferior, donde queda de nuevo almacenada. Esto permite aprovechar los momentos de poca demanda para bombear el agua contenida en el embalse bajo, elevándola de nuevo hasta el depósito superior. De esta forma, no se desperdicia. En España el número de este tipo de instalaciones es todavía reducido, sin embargo, el país alberga la mayor central hidroeléctrica de bombeo de Europa: La Muela II de Iberdrola, situada en el embalse de Cortes de Pallàs, en el río Júcar, Valencia. Su capacidad supera los 880G Wh, un rendimiento suficiente como para atender el consumo eléctrico de casi 200.000 hogares.

Consciente de los beneficios que el bombeo aporta al sistema, el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) prevé instalar 3.500MW nuevos de bombeo hasta 2030. Y el sector se amplía también hacia fuera de España con el gran proyecto hidroeléctrico de Tâmega, que plantea la construcción de tres nuevas centrales en el norte de Portugal, en las regiones de Gouvães, Daivões y Alto Tâmega. Estas plantas sumarán una capacidad de 1.158 MWh, frenarán anualmente la emisión de 1,2 millones de toneladas de CO2 y evitarán importación de más de 160 mil toneladas de petróleo.