Asturias
Ni la muerte los separó: un matrimonio de Oviedo fallece con apenas 45 minutos de diferencia tras 52 años casados
Un inseparable matrimonio de octogenarios fallece en Oviedo con menos de una hora de diferencia
![Cándida Cuervo y Pepe García, el día de su boda.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/65e3cb21-8233-4124-8700-c900ea40ef72_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Cándida Cuervo y Pepe García, el día de su boda.
Ni la muerte los separó, como se prometieron aquel día. Cándida Cuervo González y José Antonio García Llana, 'Pepe', cerraron este lunes el círculo de un viaje de más de medio siglo. En la iglesia de San Esteban de Sograndio, en Asturias, se casaron, en 1970, y allí mismo fue el funeral de ambos, después de fallecer, con solo 45 minutos de diferencia, a las 13.30 y a las 14.15 horas del pasado domingo.
Los dos se habían trasladado a una residencia de Oviedo. No tenían hijos y la muerte les llegó por separado, a ella, de 89 años, en la misma residencia y a él, de 86, en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde permanecía ingresado desde el viernes pasado.
La de Pepe y Cándida es una historia de amor tan discreta como larga en el tiempo. Él era natural de Villapérez, en la falda del Naranco, y ella tenía sus orígenes en Sograndio, donde los cuerpos de ambos recibieron cristiana sepultura este lunes. Pepe trabajó toda la vida como mecánico asumiendo su esposa, como era habitual en muchos matrimonios de la época, las tareas del hogar.
La calle Puerto Pontón, en Teatinos, fue el lugar elegido por la pareja para echar raíces. Nunca llegaron a tener descendencia, pero su humanidad y buen carácter hicieron que para muchos fuesen casi como unos padres. "Siempre fueron muy queridos por sus vecinos, les tenían en muy alta estima", indica María Jesús, una de los sobrinos de la pareja. Eran ellos su familia más cercana, se ocupaban de que todo estuviera bien, aunque les gustaba hacer una vida independiente.
Pepe siempre trabajó entregado a los coches. Después de jubilado, era muy habitual verle al volante con su inseparable Cándida al lado. Viajaron algo con el Imserso, pero siempre se sintieron cómodos en su Oviedo natal, acudiendo a prestar apoyo a sus vecinos cuando estos lo necesitaban. "Era muy habitual verlos en funerales y dando pésames, siempre querían estar con la gente que perdía a algún familiar", relatan sus allegados.
El lunes fueron ellos los protagonistas de una despedida que, aunque esperada debido a los achaques de ambos, sorprendió por un desenlace prácticamente simultáneo.
Tras una vida juntos, sus últimos días transcurrieron en la residencia de Montecerrao. Pepe llevaba allí ya un tiempo, pues su deterioro cognitivo le obligó a precisar atención especializada y Cándida ingresó el pasado 2 de enero, ya bastante delicada.
El estado de ella se agravó el pasado viernes. Pepe estaba aparentemente estable, pero su deterioro se aceleró al inicio del fin de semana, teniendo incluso que ser trasladado a las Urgencias del HUCA. Cándida moría en la residencia de madrugada y el que fuera su inseparable marido lo hacía en el recinto sanitario 45 minutos más tarde. "Cuando llamamos para comunicar la muerte lo primero que nos preguntaron era si había sido un accidente, pero en realidad fue una curiosa y hasta romántica casualidad", explica la sobrina.
La noticia apenó y sorprendió a partes iguales a muchos, especialmente en Teatinos, donde hasta no hace tanto la pareja era constantemente vista de la mano saliendo a tomar café o asistiendo a algún funeral. Cándida y Pepe, Pepe y Cándida ya no están, pero dejan como legado una lección de amor y un ejemplo de fidelidad que se llevaron casi al mismo tiempo a la tumba.
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