La lacra de la violencia de género

¿Por qué Catalunya está a la cola en el uso de las pulseras para controlar a agresores machistas?

Juezas y abogadas cuestionan su eficacia y admiten sus reparos a utilizarla

Concentración en Las Palmas de Gran Canaria por el asesinato machista de una mujer en Tenerife

Concentración en Las Palmas de Gran Canaria por el asesinato machista de una mujer en Tenerife / Ángel Medina G.

Elisenda Colell

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Es una de las medidas estrella que ha anunciado el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, para hacer frente al aumento de los asesinatos machistas de las últimas semanas: las pulseras para controlar a los agresores deben extenderse. En Catalunya, su uso es prácticamente residual. Frente a las más de mil que llevan los agresores en Andalucía, las casi 400 en Valencia o las más de 200 aplicadas en Madrid, en Catalunya solo 53 víctimas usan esta medida de protección. Con los datos proporcionales, Catalunya es la segunda comunidad con menos implantación de toda España, solo superada por la ciudad autónoma de Melilla, con un 0%. Consultadas por EL PERIÓDICO, las expertas son escépticas con este método, del que reclaman una revisión a fondo para que se introduzcan mejoras sustanciales. Los datos no les sorprenden, ya que Catalunya es también la zona donde se aplican menos órdenes de protección de todo el Estado.

Los últimos datos del Ministerio del Interior, de noviembre de 2022, demuestran que Catalunya sigue a la cola en cuanto a medidas de protección a las víctimas de violencia machista. Al dato crónico de las pocas órdenes de protección tramitadas en los juzgados catalanes (se deniegan la mitad), se le suma el bajo número de pulseras para controlar a los agresores. Unos dispositivos electrónicos que deben portar víctima y agresor, y que permiten registrar si éste se acerca a la víctima para quebrantar la orden de protección y volverle a hacer daño.

Las cifras

En noviembre de 2022, 3.015 hombres portaban estas pulseras de control en toda España. Un tercio de ellos estaban en Andalucía (1.138), un total de 376 se aplican en la Comunitat Valenciana y 289 monitorizan casos en Madrid. Cinco comunidades más están por encima del centenar de dispositivos activados: Canarias (177), Castilla y León (114), Castilla-La Mancha (188), Galicia (151) y Murcia (130). A pesar de ser la segunda comunidad con más población, Catalunya no está entre ellas. Las pulseras solo se usan en 53 casos.

Los datos a nivel proporcional son aún más demoledores. Por cada millón de españolas mayores de 15 años, una media de 144 usan estos dispositivos para controlar a sus agresores. Catalunya está en la segunda posición por la cola de esta lista, con 15 dispositivos por cada millón de mujeres, solo por debajo de Melilla, que tiene cero. En la franja alta, Andalucía cuenta con 309 mujeres por cada millón usando este mecanismo de protección y Castilla la Mancha y Murcia, que superan las 200.

Un método "frustrante"

Las expertas que tratan a diario con víctimas y agresores en Catalunya admiten a este diario reparos a usar esta medida de control. "A nivel personal, el sistema de las pulseras tiene que mejorar. Yo no he puesto ninguna en los 18 años que llevo en el juzgado especializado", admite Francisca Verdejo, magistrada titular del juzgado de violencia número dos de Barcelona.

Verdejo detecta dos fallos en este sistema. Uno, que la central que pilota los datos está en Madrid, y no es cercana a la víctima. "En Galicia una mujer que usaba esta pulsera murió porque a pesar de que se detectó la llegada del agresor, la Policía fue advertida demasiado tarde, tardaron en llegar y ella ya estaba muerta", cuenta. "Pensemos en un pueblo remoto en el Empordà o el Pirineo. La pulsera detecta un quebrantamiento de la orden, se llama a la víctima, al agresor, y luego se activa a la comisaría más cercana. Pasa demasiado tiempo. Esto lo deberían controlar los Mossos y las comisarías más cercanas a la víctima", defiende.

Y el segundo problema, cuenta Verdejo, es el estrés que genera en las víctimas. "Este dispositivo lo llevan tanto víctimas como agresores. Y hay muchos falsos positivos. Salta la alarma cuando el investigado no está cerca del radio por muchos motivos (inhibidores de frecuencia, olvidos de cargar la batería...) y esto genera una situación de estrés tremendo en la víctima, que resulta perjudicada", explica la jueza. Una visión que comparte al 100% Ester Garcia, abogada especialista en violencia machista. "Yo tengo casos de clientas cuyos agresores usan las pulseras para seguir perpetrando violencia psicológica", cuenta.

Perpetuar el control

El caso más reciente le ocurrió este 2022 y ha llegado hasta la Audiencia Provincial de Barcelona. "En un mes, este agresor manipuló el aparato en ocho ocasiones para controlar a la víctima. Es una forma que tienen para seguir generando miedo e intranquilidad. Ellas reciben el aviso y sienten una angustia brutal. Luego la policía se da cuenta de que el agresor estaba fuera del radio y todo termina en archivo", lamenta Garcia.

Le pasó también en un caso en que el agresor era un taxista que circulaba por toda la ciudad, y se acercaba donde se encontraba la víctima en muchas ocasiones. "Esta pulsera no da garantías de que termine la violencia, la puede mantener y genera mucha frustración. Este sistema debe mejorar tecnológicamente y facilitar más personal", sigue la abogada. "Los jueces desconfiamos de este tipo de medida cautelar", resume Verdejo. "Yo ya no la pido", zanja la abogada.

En la cola de la protección

A parte de estas necesidades de mejora, las abogadas sí coinciden en que los jueces catalanes tienen una deuda pendiente con la protección a la víctima. "Los jueces piensan que en Catalunya las mujeres no corren tanto riesgo como en las otras comunidades. Algo que no es real", sostiene María José Varela abogada especialista y veterana en violencia machista. En los últimos diez años, 184 catalanas han muerto asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, tres víctimas mortales por cada dos millones de mujeres. "Llevamos años siendo la comunidad que deniega más órdenes de protección, y eso se nota también en la implantación de esta medida de la pulsera. El problema lo tenemos aquí", insiste Varela.

Garcia señala a los criterios policiales, que en pocas ocasiones tienen en cuenta la petición de divorcio, embarazo o consumo de tóxicos como agravante de riesgo. "En el 80% de los casos, los Mossos sitúan un riesgo bajo de reincidencia y necesidad de protección", cuenta Garcia.

Verdejo también recuerda que muchas de las víctimas que acuden a los juzgados lo hacen de forma repentina, sin ninguna preparación ni apoyo psicosocial. "Muchas mujeres van a denunciar en un momento álgido, pero luego se echan atrás porque no se sienten suficientemente protegidas ni acompañadas. Y sin su testimonio nos quedamos sin pruebas, sin indicios, y solo podemos absolver al agresor", insiste Verdejo.

"Hay que mejorar las cosas. Los medios, las pulseras... Pueden ser un buen instrumento pero no es suficiente: esto no va a eliminar la violencia machista. El 88% de las mujeres asesinados no denunciaron jamás, esas seguro que ni llevan pulsera ni tienen orden de protección. En eso nos debemos focalizar: en la prevención", resume Verdejo.

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