Consumo de psicofármacos

Salud mental: seis claves de una crisis sanitaria con raíces en el capitalismo

El psicoterapeuta y divulgador científico James Davies, autor de 'Sedados', denuncia el origen del alto consumo de ansiolíticos

Los problemas de salud mental

Los problemas de salud mental / David Castro

Olga Pereda

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Tomamos más psicofármacos que nunca. Sin embargo, los niveles de trastornos mentales no dejan de crecer. ¿Por qué? El psicoterapeuta y divulgador británico James Davies realiza en 'Sedados, cómo el capitalismo moderno creó la crisis de la salud mental' (Capitán Swing) una demoledora exploración de la psiquiatría actual. Más allá de las ambiciones de la industria farmacéutica y la infrafinanciación de las psicoterapias, la principal razón de la crisis de salud mental es el entramado político y económico. Un sistema que se carga las ayudas sociales y que mira al ciudadano y le dice: si no tienes trabajo o no eres feliz es porque no te esfuerzas lo suficiente, careces de tenacidad y ambición. En 2022 seguimos sufriendo la herencia que la primera ministra británica Margaret Thatcher nos dejó en los años 80. Las personas sufren, pero en lugar de apostar por la terapia psicológica y ahondar en sus dificultades -incluidas las laborales- se les diagnostica un trastorno y se les prescribe medicación psiquiátrica. 

Sufrir no es una enfermedad mental

Cuando Davies comenzó a trabajar como psicoterapeuta se percató de que la inmensa mayoría de las personas atendidas en los servicios de salud mental, donde las habían diagnosticado y recetado medicamentos psiquiátricos, no sufrían ninguna enfermedad o disfunción en un sentido biológico. Más bien eran víctimas de las consecuencias humanas “inevitablemente dolorosas” derivadas de un alud de dificultades vitales. “No pretendo minusvalorar ese sufrimiento ni negar que son personas que merecen ser atendidas. Pero la reclasificación del sufrimiento humano como una patología mental carece de validez científica”, critica Davies.

Psicofármacos 'versus' psicoterapia

'Sedados' enumera diversos estudios científicos, como el de Martin Harrow y Robert Whitaker, que han demostrado que el consumo prolongado de psicofármacos para tratar problemas graves está empeorando la vida de muchos pacientes. Sucede con la esquizofrenia (es un mito pensar que todos los que la sufren tienen que estar medicados de por vida) y con otros trastornos más comunes, como la ansiedad o la depresión. En todos los países estudiados por Davies -desde Reino Unido hasta EEUU o Suecia- las tasas de discapacidad laboral por problemas de salud mental han aumentado exponencialmente desde la década de los 80. El año pasado, el servicio nacional de salud británico recetó antidepresivos a 7,4 millones de personas adultas mientras que solo un millón fueron derivadas a psicoterapia, a la que se dedica menos del 1% del presupuesto sanitario global. “Los fármacos se han convertido en la intervención abrumadoramente predominante no por su alto grado de seguridad y eficacia sino debido a la infrafinanciación crónica de las alternativas disponibles seguras y eficaces, como la psicoterapia”, concluye Davies. El autor, no obstante, recalca que las terapias psicológicas exigen mucho esfuerzo e implicación. Un factor determinante para la recuperación de la persona es “el establecimiento de una relación de confianza y facilitadora” entre paciente y terapeuta, que es, precisamente, "lo que falta en los servicios públicos de salud mental".

Medicalizar el malestar laboral

Desde la década de los 70, los niveles de insatisfacción laboral han crecido progresivamente. Cofundador del Consejo de psiquiatría basada en la evidencia, Davies muestra estadísticas que revelan que el 55% de los británicos se siente excesivamente presionado, agotado o deprimido en su puesto de trabajo. A partir del año 2000, numerosas consultorías psicológicas empezaron a desarrollar, ofertar y vender programas de bienestar laboral en empresas y oficinas. Los “socorristas sanitarios” no tenían por objetivo empoderar a los trabajadores y luchar contra la carga laboral, el estrés y el agotamiento sino “manipular a la gente para que acuda a un servicio de salud mental”. De esta manera se acaba “medicalizando el malestar” y tratándolo como un problema que tiene su origen en la persona y no en el entorno. “Retirar del debate público las experiencias laborales difíciles para trasladarlas al ámbito privado de los consultorios permite despolitizar y desactivar los efectos negativos del trabajo moderno”, alerta el divulgador.

El legado de Thatcher

En 1986 la <strong>Dama de hierro </strong>“recortó trocito a trocito” el estado de bienestar y endureció las condiciones para acceder al subsidio del paro. La consecuencia directa fue la estigmatización de los desempleados, una angustia que no paró de crecer con David Cameron, otro primer ministro que “contribuyó a estrangular las ayudas sociales”. En 2012, para ganar el subsidio, los parados tenían no solo que demostrar que estaban buscando trabajo sino desempeñar un oficio no remunerado: trabajo por subsidio, una manera que las empresas terminaron aprovechando para explotar mano de obra gratuita. Davies destaca que el individualismo de aquella época ha derivado en el capitalismo de nuevo cuño: menos intervención del Estado y menos servicios sociales. El resultado es que la gente “debe buscar en su propia persona las causas de sus dificultades y las posibles soluciones: fuerza de voluntad, autoayuda y consumo”.

Coerción psicológica

Para modificar la conducta de los desempleados, Davies denuncia que el entramado político y económico opta por una suerte de “coerción psicológica”, una mal llamada y nada científica psicología positiva que te dice que nada es imposible, que tienes que sonreír a la vida y que si no eres capaz de encontrar trabajo es por culpa de tu actitud mental. Esa misma psicología, sin embargo, no te dice nada sobre si eres una madre soltera al límite de tus fuerzas, un hombre de 50 años despedido por un ERE o una joven a la que nadie contrata. Profesor de Antropología Social y Psicoterapia, Davies aclara que la “coerción psicológica” convierte en una patología algo tan sencillo como estar en paro, despolitiza las cosas del desempleo y lo hace resucitando el mito inicial de Thatcher: no tener empleo se reduce a “deficiencia de carácter”.

El poder de los laboratorios

A partir de 2010, el servicio de salud británico introdujo cuestionarios estándar dirigidos a pacientes de salud mental, un instrumento para clasificar rápidamente, por ejemplo, la depresión. El Reino Unido ha registrado uno de los incrementos más espectaculares en la prescripción de antidepresivos dentro del mundo desarrollado, desde las 25 millones de recetas anuales en 2002 hasta casi 75 millones en 2020. El autor de 'Sedados' desvela que los cuestionarios fueron creados por Pfizer, laboratorio que fabrica, precisamente, dos de los antidepresivos y ansiolíticos más recetados en el país.

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