Audiencia de Barcelona
La vidente Pepita Vilallonga, condenada a dos años y medio de prisión por estafa
El tribunal considera que la televisiva adivina estafó a una mujer aprovechándose de su vulnerabilidad
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
La Audiencia de Barcelona ha condenado a dos años y medio de prisión e inhabilitación para ejercer actividades económicas a la vidente televisiva Pepita Vilallonga y a dos miembros de su equipo, uno de ellos su hijo, por haber estafado a una mujer de 57 años que pasaba por problemas familiares y económicos y sufría una depresión grave. El tribunal da la razón a la acusación particular, ejercida por la abogada Judit Cunill, ya que la fiscalía no atribuía ningún delito. En el caso de confirmarse esta pena, los encausados ingresarían en prisión. La sentencia subraya que los acusados consiguieron mediante "artimañas engañosas", colocar a R. "en un estado completo e irracional de pánico" y "pavor" para lograr que desembolsara una cantidad de dinero. Fue, precisa, "una auténtica confabulación".
Los acusados, desarrollaban su actividad profesional desde el gabinete esotérico L’Espai de Pepita Vilallonga, publicitándose en medios audiovisuales. Con despacho en Barcelona, ofrecían servicios de ocultismo, misticismo, esoterismo, rituales y venta de material mágico entre otros. R., la denunciante, escuchó hablar un día a la vidente e iniciaron una primera toma de contacto vía telefónica el 16 de noviembre de 2016, acordando una cita en el local para el 22 de ese mes.
Ese día, la vidente le tiró las cartas de tarot y le anunció su muerte inminente, así como la de sus mascotas, porque sufría un mal de ojo. Estas palabras crearon en R. un estado de "pavor e inseguridad", según la sentencia de la Sección 8 de la Audiencia. "Aprovechándose de esa vulnerabilidad", de la que se percató rápidamente la adivina, y "con el animo de beneficiarse económicamente a su costa", los otros dos acusados, puestos de común acuerdo, ofrecieron a R. la "posibilidad de solventar ese peligro".
Los colaboradores de la televisiva adivina, "advertidos de la fragilidad emocional" de la víctima, le confirmaron el pronóstico y le echaron "agua bendita", a la vez que le explicaron un caso semejante que habían tenido en el gabinete y que acabó con la muerte de la hija de la familia. De esta manera, según el fallo judicial, los imputados contribuyendo "a transmitir definitivamente" a la mujer "un miedo cerval por su vida que la llevó a acatar a partir de ese momento" lo que los acusados le fueron diciendo.
El supuesto cura del Vaticano
Ese mismo día, a instancia de los acusados, R. entregó 4.400 euros en efectivo que había sacado de un cajero. Le habían prometido que "todo se solucionaría más rápido" si pagaba en metálico. Quedaron en que se encontrarían de nuevo en unos días. En esa segunda entrevista, se informó a R. de que "su mal era tan grave" que precisaban de la ayuda de un supuesto religioso del Vaticano y "cuyo auxilio" era "imprescindible" para que siguiera viva, pidiéndole otros 10.000 euros para "todos los servicios" que el cura debía "prestar para salvar su vida". Inmersa en un estado de "pánico", la mujer accedió e, incluso, al día, siguiente, apareció ese supuesto cura, "quien le habló en italiano" y que le explicó que se iba ese mismo día a Jerusalén "con el objetivo" de evitarle que falleciera.
El engaño, declaran probado los jueces, continuó. R. volvió al gabinete y recibió la noticia por parte de los ayudantes de la vidente de que el "padre Giorgio" había sufrido un accidente al bajar del avión y que eso le iba a pasar también a ella, "lo que aterrorizó a la mujer", a quien le piden otros 17.000 euros, recordándole de nuevo lo que le había pasado a la familia que perdió a su hija. En esa reunión, le entregaron un crucifijo que aparentemente había enviado el padre Giorgio con el que tenía que decir unas oraciones. Después pagó la cantidad demandada. Los imputados llegaron a simular que hablaban por teléfono con ese hipotético religioso. Al cabo de unos días, le reclamaron otros 10.000 euros y le aseguraron que el accidente del religioso había sido culpa suya. El 7 de diciembre, la mujer acudió a la consulta y entregó 3.000 euros, porque no tenía más efectivo, para que el presunto cura "enterrara en Jerusalén prendas suyas para su salvación".
A partir del 16 de diciembre de ese año, R. empezó a llamar regularmente por teléfono al gabinete, "sin obtener respuesta su petición de que le entregaran las facturas de lo que había pagado, siendo citada para el 31 de enero. Cuando acudió al local, la mujer "fue amedrentada" por los tres acusados, aseguran los magistrados, para que firmara un documento conforme al cual habría recibido un servicio de ritual de "abrir caminos", conminándole, asimismo, a que llamara por teléfono al gabinete pidiendo ese servicio. Los imputados se percataron entonces que la víctima llevaba una grabadora en el bolso y se la sustrajeron.
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