Bajo la pandemia

Italia vive el pasaporte covid con hartazgo, rebeldía y (mucho) pragmatismo

Italia, el país más estricto de Europa, se divide en dos mundos, el de la mayoría inmunizada y el de una minoría que se niega a vacunarse

El pasaporte covid se exigirá en los locales de hostelería con aforo superior a 50 personas y en hospitales

El pasaporte covid se exigirá en los locales de hostelería con aforo superior a 50 personas y en hospitales

Irene L. Savio

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Svitlana no está contenta con el pasaporte covid. Se ha vacunado y lo tiene, pero ya no soporta a sus amigas que se ríen de ella por haberse puesto la vacuna contra el coronavirus. También cree que el Estado debería obligarlas a vacunarse. “¡No voy a aceptar más restricciones hasta que todos estén vacunados!”, dice, casi gritando, esta empleada doméstica ucraniana afincada desde hace décadas en Italia.

Con los nuevos criterios del Gobierno italiano para frenar la pandemia, el deseo de Svitlana no se cumplirá. Pero los no inmunizados van a tener una vida más que complicada

A partir del 6 de diciembre y hasta el 15 de enero o si uno está en una zona de riesgo moderado o alto (de ahora hasta nuevo aviso), todos aquellos que no han sido vacunados o han pasado por la enfermedad, ya no tendrán un pasaporte covid que acredite que pueden acceder a espacios cerrados de bares y restaurantes, ni ir a fiestas, discotecas, eventos deportivos, espectáculos o ceremonias públicas. Esto les era permitido ahora, con la obtención de este documento sanitario, a través de un test negativo. “Me parece bien. Es injusto que unos tengan que cargar con todo el peso”, afirma Svitlana, convencida.

Rechazo a la inoculación

Svitlana personifica un sentir que está creciendo en Italia, el hartazgo de los inmunizados contra los que rechazan la inoculación, confirma el sociólogo Mauro Magatti. “El aumento de estos comportamientos indica una frustración profunda. La gente está harta del coronavirus y los no vacunados son el chivo expiatorio ideal porque, si bien es excesivo pensar que ellos sean los responsables de que la pandemia no haya acabado, sí tienen responsabilidad”, dice este profesor de la Universidad del Sagrado Corazón de Milán. “Esto también deriva en actitudes agresivas entre los grupos menos moderados”, agrega. 

Pese a que los estudios actuales dicen que las vacunas son la mejor alternativa en este momento, todavía ha sido imposible convencer a una minoría de unos 7 millones de italianos que la rechazan. Algunos por miedo a las vacunas, otros manipulados por grupos de derecha, y el resto también porque se oponen a lo que consideran una violación de sus libertades civiles. Por ello también se han convocado protestas callejeras, algunas que han acabado en episodios de violencia.  

Ocurrió después de que el Gobierno de Mario Draghi fuera uno de los primeros en Europa (era agosto) en introducir el pasaporte covid, una medida coercitiva que se ha ido ampliando. Tanto que desde septiembre el documento es también obligatorio para trabajar

Más restricciones

No obstante, las iniciativas gubernamentales no han provocado una excesiva resistencia ciudadana, según las estadísticas. Incluso, de acuerdo con una reciente encuesta de Eg-Different, siete de cada 10 italianos no se oponen al llamado ‘pasaporte covid reforzado’, aprobado esta semana por el Ejecutivo italiano y que es el que impone más restricciones a los no inmunizados. 

“A diferencia del norte de Europa, la actitud de los italianos ha sido muy pragmática, se ha aceptado el argumento de las autoridades de que solo de esta manera podremos salir de la pandemia, manteniendo nuestras vidas sociales normales dentro de lo que cabe”, explica Magatti. En la actualidad, el 85% de los italianos mayores de 12 años han sido inmunizados

Martí Adrover, un turista procedente de Mallorca que pasa siete días de vacaciones en Roma con su mujer, Concha, asegura que no le molesta que en museos y restaurantes le solicitasen el pase covid. “Al contrario, me generó una sensación de seguridad. Entiendo que es una medida excepcional y temporal”, asegura. “Eso sí, en algunos casos, me lo pidieron pero, después de responderles que sí, no lo controlaron (el documento tiene un código QR que se debe escanear con una App para comprobar su validez)”, añade. 

Desde la puesta en marcha del pasaporte covid, los centros públicos italianos (museos o parques arqueológicos), la observancia del protocolo que prevé que los operadores comprueben el QR del documento, ha sido bastante estricta. En restaurantes y bares, menos. “No es ocasional que te respondan que se fían”, cuenta Andrea, un abogado romano. 

En una comparecencia del pasado 24 de noviembre, Draghi dijo ser consciente de que hay que “aumentar los controles”. Por ello, comunicó que “todas las fuerzas del orden serán desplegadas para tener un impacto distinto al de antes”.

La picaresca

Casos de picaresca, en efecto, ha habido. Tanto que este mismo mes las fiscalías de Roma y Milán abrieron una investigación por algunas plataformas de ‘file sharing’ que permitían la descarga de pasaportes falsos. En la mayoría de los casos, las comunicaciones se hicieron a través de la red Telegram y se pagaron en bitcoins. Andrea lo considera algo inevitable. “Es una época turbulenta”. 

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