Un error de 1.000 kilómetros

La odisea de Pierre, el anciano belga que volaba a Gijón y apareció en Girona

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Guillem Sànchez

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Pierre, 72 años, decidió abandonar el geriátrico de Charleroi (Bélgica) en el que transcurrían sus días. Dijo a sus cuidadoras que echaba de menos la ciudad de Gijón (España) y a su hermana. No estaba en plenas facultades: ha sufrido dos ictus, es diabético, se desorienta con facilidad y ya no ejerce un control fiable sobre sus necesidades fisiológicas. Pero las piernas respondían y tan convencido se mostró en su decisión de salir de la residencia que a las cuidadoras no les quedó más remedio que abrirle la puerta. Cogió la maleta y el 21 de julio subió a un avión que aterrizó en el aeropuerto de Girona. Como Alvin Straight, el protagonista real que viaja en cortadora de césped en 'Una historia verdadera' (David Lynch, 1999), tomó un camino tortuoso para reunirse con un familiar con el que hacía años que no hablaba. 

Pierre aterrizó en Girona y no se dio cuenta del error que había cometido la agencia de viajes belga: confundir las ciudades de Gijón y Girona –de sonido cercano al pronunciarse en francés–. Estuvo andando solo por Girona unas 36 horas. La madrugada del 23 de julio, una pareja de agentes de los Mossos d’Esquadra lo recogieron en Salt, municipio adosado a Girona.

Albert

Albert, agente de la Oficina de Relaciones con la Comunidad (ORC), comenzó su turno horas después leyendo las novedades del día. Le llamó la atención el caso de un anciano de nacionalidad belga al que una patrulla había trasladado al hospital de Santa Caterina tras hallarlo desorientado por Salt. Contactó con el hospital para preguntar cómo seguía y allí le informaron de que ya había cogido el alta voluntaria y se había ido. "¿A dónde?", preguntó Albert. "Ni idea", respondieron.

"Me quedé preocupado y colgué un requerimiento en el sistema para que si algún agente se cruzaba con él, me avisara", explica. Un día más tarde, 24 de julio, una patrulla de la policía local de Girona dio con Pierre deambulando por el centro. Albert acudió a recogerlo y lo llevó a la comisaría de Salt. "Estaba perdido, sucio y olía muy mal. Cuanto contaba era que estaba allí para reunirse con su hermana". Albert le pidió ayuda a Rosa, trabajadora del centro social La Sopa.

"Lo que no entendía era cómo había podido viajar desde Bélgica solo, en su estado", subraya Albert, que solicitó a los Mossos del aeropuerto que lo comprobaran. En el registro de vuelos constaba que Pierre, tal como decía, había aterrizado en Girona procedente de Charleroi en un vuelo de Ryanair. En las grabaciones de las cámaras de seguridad también aparecía Pierre, dando vueltas por la terminal, despistado, durante horas.

El consulado belga no quiso sabe nada de su compatriota. "Me dijeron que a menos que Pierre manifestara el deseo de ser repatriado, no iban a hacer nada. Pero Pierre lo que quería era encontrarse con su hermana", explica el policía, que dedicó el resto de la jornada de aquel viernes a dar con ella. Se sumergió en las bases de datos de empadronamiento. No constaba nadie en Catalunya. Abrió el Facebook y halló una persona que se llamaba igual que la hermana. Le escribió un mensaje privado preguntándole si era quien Pierre buscaba. Tres días más tarde, el lunes 26, obtuvo respuesta: lo era. Pero no estaba en Girona, estaba en Gijón.

Rosa

"Cuando le pedimos que nos diera sus pertenencias nos entregó un carnet de identidad belga y un mechero", enumera Rosa, la trabajadora de La Sopa. Ni tenía dinero en efectivo, ni tarjetas de crédito, ni ninguna maleta. Y creía, o eso daba a entender, que estaba en Gijón y que su hermana lo recogería en cualquier momento. "Lo alojamos en la planta de arriba, incomunicado del resto por el riesgo de coronavirus, lo aseamos y le vestimos con ropa de las donaciones". En La Sopa cobijaron a un hombre "colapsado", del que iban deduciendo cosas día a día. "Al final supimos que había vivido en un geriátrico de Charleroi, del que recordaba el nombre", aclara Rosa, que encontró el teléfono en Google de la residencia y puso a prueba su francés. "Sus antiguas cuidadoras, muy amables, me mandaron el historial médico y me subrayaron que todavía podía regresar, si quería". Pierre era diabético y llevaba días sin su medicación. Lo condujeron a un CAP. Allí los médicos lo estabilizaron y le practicaron una PCR que descartó que estuviera infectado de covid-19.

El lunes 26, tres días después de su ingreso en La Sopa, Albert puso a Rosa al corriente de sus averiguaciones: su hermana residía en Gijón, no en Girona, se había confundido. Y, como en la película de David Lynch, la relación entre hermanos tenía que ser complicada porque a la mujer no le había hecho mucha gracia saber de él: hacía más de dos años que Pierre había partido de Gijón y no había dado más señales de vida. Rosa se reunió con Pierre para contarle que ya habían localizado a su hermana. El hombre asintió y recordó en voz alta que vivía a apenas unos kilómetros. Rosa, que le había visto bajar al comedor sin camiseta o con los pantalones del revés, trató de explicarle por enésima vez que no se encontraban en Gijón.

Sabino

Como el consulado se lavó las manos, La Sopa pagó el precio del billete de avión a Gijón que Pierre tomó finalmente el 3 de agosto. Un educador del centro lo acompañó hasta el Aeropuerto de Barcelona, donde una trabajadora de AENA lo asistió durante el viaje. Al atardecer, Pierre pisó finalmente Asturias. Su hermana no fue a recogerlo. Al día siguiente, la propia mujer avisó a La Sopa de que no había podido acudir. Albert, que ya daba por finalizada la aventura, agarró de nuevo el teléfono.

"En el aeropuerto de Asturias, a 15 kilómetros de Avilés, nadie sabía nada de él. Al final acabé llamando a los taxistas y di con uno que lo había visto, Sabino". Sabino es un exguardia civil que asintió al escuchar la descripción de Pierre. Un anciano que tenía, que ser el belga que buscaba el mosso, había estado horas por la zona de taxis, pidiendo fuego a los conductores para encender cigarrillos. Cuando la terminal cerró, a las doce de la noche, Sabino avisó a una ambulancia, que lo trasladó al Hospital Universitario de San Agustín de Avilés. Albert siguió ese rastro pero Pierre había obrado exactamente igual que en el hospital Santa Caterina: se había largado sin dar explicaciones. El mosso contactó con la policía local de Avilés, les pasó una fotografía de Pierre y les pidió que si daban con él, lo avisaran. El miércoles 5 de agosto, un agente municipal del pueblo llamó a Albert. Estaba con Pierre. 

Horas más tarde, la hermana de Pierre, activada nuevamente por el policía catalán, cogió un autobús y se reunió con él. Albert y Rosa no han tenido más noticias del anciano que creía que Girona era Gijón. Quince días después de salir por la puerta de un geriátrico de Charleroi, logró su propósito.

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