El desconfinamiento es un proceso de riesgo para mujeres maltratadas

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zentauroepp53154407 / ALBERTO ESTÉVEZ

Guillem Sànchez

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El confinamiento ha sometido a las familias a una tensión sin precedentes. Una convivencia "forzosa" que ha evaporado "la intimidad" y multiplicado los factores que conducen a conflictos entre parejas o entre padres e hijos, evidencia Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Piscología de la Universitat de Barcelona (UB). Cuando además hay vítimas que comparten techo con un maltratador –en muchos casos, un agresor machista– el encierro se convierte en un tormento de consecuencias todavía desconocidas.

A pesar de que las cifras de las denuncias por violencia de género han disminuido en un 50%, según datos de los Mossos d’Esquadra, los expertos intuyen que la realidad de los hogares difiere de los números y avisan de algo más: el desconfinamiento abre un periodo de máximo riesgo.

¿Por qué bajan las denuncias?

Montse Escudé, jefa del Àrea Central de Proximitat i Atenció al Ciutadà de los Mossos, para sostener que dentro de las casas hay auténticos infiernos enumera que los requerimientos por incidentes en el hogar han crecido en un 26%. O que el servicio de atención a mujeres maltratadas de la Generalitat ha recibido casi 3.500 llamadas desde que comenzó el decreto de estado de alarma.

Varios factores podrían explicar por qué, en sentido contrario, las mujeres presentan menos denuncias. Por un lado, tienen más miedo a denunciar porque temen que su situación empeore si acusan públicamente a su agresor y después deben seguir conviviendo con él durante la pandemia. Algunas ya saben que los juzgados de violencia de género siguen abiertos y que, tras una denuncia, estos resuelven en menos de 72 horas si deben imponer una orden de alejamiento, asignar protección policial a las víctimas o, incluso, encarcelar preventivamente al agresor. 

Otro factor, subraya Escudé, es que antes del confinamiento, el entorno de amistades, trabajo o familiar jugaba un papel clave para animar a la víctima a denunciar, logrando que esta se diera cuenta de que estaba siendo maltratada o, directamente, avisando a la policía. "Ahora el aislamiento ha aumentado", avisa Alba Alfageme, experta en violencia machista. "Necesitamos que los vecinos hagan esta función de antena", ruega Escudé. 

Celosos sedados

El decremento de denuncias también puede deberse a que un tipo de agresores, los celosos, están aletargados durante el confinamiento. "Estos días sienten que tienen un control total sobre las mujeres", razona Escudé.

"La violencia es siempre un mecanismo del maltratador para imponer su poder sobre la víctima. Es posible que durante estos días no tengan que recurrir a la fuerza", añade Alfageme. 

Las dos profesionales avisan de que, a medida que las mujeres recuperen la vida social, los agresores "sentirán que no las dominan" y, en consecuencia, el riesgo de que la violencia física más brutal reaparezca es muy alto. 

Pueyo está de acuerdo en que el retorno a la calle de las mujeres para los celosos patológicos puede funcionar como un desencadenante de conflictos, pero matiza que "la capacidad de imaginar" en los casos más graves se habrá mantenido inalterable durante el encierro. 

Los feminicidios

Los feminicidios acostumbran a producirse durante las rupturas y estas pueden aumentar durante los próximos meses. "Es prosible que mujeres que ya habían decidido separarse hayan tenido que postergarlo a causa de la pandemia", remarca Alfageme. De nuevo, esta posibilidad convierte los días de desconfinamiento en una etapa peligrosa, añade Escudé. 

"Todos los actores sociales debemos estar atentos para que se animen a denunciar e impedir que la crisis económica que se avecina, que hará sentir a más de una que separarse implicará afrontar un futuro todavía más incierto, las disuada", explica Alfageme. Y para gestionar un desconfinamiento seguro que minimice los estallidos de violencia, concluyen los tres. 

Terrorismo íntimo

Sin cuestionar la necesidad de decretar las medidas de confinamiento para detener la pandemia, expertos y Mossos d'Esquadra coinciden en dejar claro que el precio que se pagará por este encierro forzoso no es solo económico sino también emocional y social. Las consecuencias que dejará en los niños más expuestos a los abusos sexuales –el encierro ha multiplicado el ciberacoso–, en los ancianos más solitarios o en las mujeres más maltratadas aparecerán durante los próximos meses o años.