EL FIN DEL ENCIERRO TOTAL

Ancianos desencadenados tras 50 días de confinamiento

Una mujer mayor pasea por las calles de Barcelona, el primer día en que los abuelos pueden salir a la calle

Una mujer mayor pasea por las calles de Barcelona, el primer día en que los abuelos pueden salir a la calle / periodico

Guillem Sànchez

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Salvador (84 años) nota que a sus piernas les cuesta andar más que de costumbre. Pero ha olvidado por qué. "Sufre alzhéimer", explica su hija Esther, que este sábado lo acompaña a dar el primer paseo al sol aprovechando la primera ventana de dos horas –de diez a doce– que el Gobierno ha abierto para la población dependiente y la de más 70 años tras 50 días de confinamiento. "¿Podemos sentarnos en el banco?", protesta Salvador. Esther le regaña cariñosa: "No, acabamos de salir y llevas casi dos meses en casa". Salvador la mira, pestañea sin comprender del todo, se da la vuelta y sigue andando. 

Jordi (67 años), desde la silla de ruedas que le trajeron los dos ictus, y Carme (66 años), desde el banco de al lado, inclinan la cabeza con los ojos cerrados apuntando directamente al sol. "Tenías tantas ganas de salir", admite ella. "Yo estaba bien en casa. Haciendo mis cosas de modelaje ferroviario", se desmarca él. "Digo eso para no admitir que juego con trenes eléctricos", aclara a continuación. Carme niega con la cabeza porque sí valora este primer día de paseo al aire libre pero pide más. "La peor parte de todo este encierro ha sido no poder estar con Jana –su nieta de 3 años–, cada vez que la veo por el teléfono me dan ganas de llorar. Hasta que no levanten la prohibición de abrazar a mi nieta, no hay desescalada que valga". 

Francisco (73 años) durante estas semanas no ha salido a la calle ni a tirar la basura. "Hoy me duelen un poco las rodillas", explica mientras baja a buen ritmo por la avenida de Josep  de Tarradelles en dirección al barrio de Sants. "Voy sin mascarilla pero la llevo en el bolsillo, es que si me la pongo parece que me ahogo". Su mujer no ha querido salir a pasear. Ella espera la misma medida que Carme porque tampoco "sabe estar sin su nieto de 6 años". Francisco ansía otra orden, la del fin de la prohibición de circular entre territorios. "Quiero irme a Palomar del Campo (Cuenca) y de allí no me moveré en todo el verano", avisa. Los últimos dos meses de casa han sido duros. "Ponías la televisión o la radio y todo el rato virus y muerte y muerte y virus. ¿Para qué tanta noticia de eso, eh?". 

Assumpció (70 años) Artur (71 años) se identifican como cumplidores rigurosos del encierro. Van diligentemente protegidos con mascarilla y mantienen que si la gente fuera responsable y el Gobierno no cayera en tantas contradicciones esta medida que ha tardado dos meses en llegar habría podido darse desde el primer día. Aseguran que no han tenido miedo. Aunque a Assumpció la pena se le metió tan adentro tras tantos días sin salir de casa que tuvo que llamar a la doctora de cabecera. "Me prohibió la televisión y me mandó hacer más cosas", recuerda. 

El regreso de los ancianos a la calle ha devuelto a Barcelona una imagen que añoraba. La de los paseantes tranquilos que se apoyan sobre un bastón. Verlos quietos sobre los bancos parece anunciar el principio del fin del confinamiento. Aunque los viejos del lugar advierten de que la tormenta económica que se avecina asusta tanto como el virus. "Y esta viene a por los jóvenes".