PREVENCIÓN DE CATÁSTROFES
Investigadores italianos hallan cómo predecir un terremoto
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El pasado 7 de noviembre, a las 18.35, se produjo un terremoto en Balsorano, en la provincia de L’Aquila (Italia), a unos 100 kilómetros de Roma. Fue de una magnitud de 4,4 en la escala Richter. No hubo que lamentar víctimas. Dos meses más tarde, el "pequeño" terremoto ha permitido dar un paso importante a la vulcanología italiana, que próximamente será ilustrado en una revista científica mundial. La clave, el gas radón, que ha revolucionado la red de estaciones medidoras del subsuelo en Italia.
En síntesis, antes de producirse un terremoto, el suelo del lugar emite cantidades mayores de la habituales de gas radón. No es la primera vez que se define el radón como un precursor de terremotos, principalmente a partir de comienzos del siglo pasado, pero es una novedad absoluta que un país que dispone de una red de 50 estaciones que miden contínuamente el radón en toda la península haya observado cómo la zona de Balsorano emitió el pasado noviembre entre cinco y 10 veces más de este gas radioactivo antes de que la tierra temblase.
"Hemos colocado una pieza más de los millares que componen el puzzle", afirma a este diario Antonio Piersanti, investigador del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (Ingv). «Es una pieza mayor de las que se habían colocado con anterioridad», añade el investigador, que subraya que «sólo la comunidad científica internacional podrá evaluar la importancia real de nuestros resultados».
Una red de sensores
Según parece, la cuestión consiste en disponer de una red extendida de sensores, de estaciones de escucha permanentes que almacenen los datos a largo plazo. Gracias a ello, una emisión anómala de radón, un gas que procede de la degradación del uranio, puede avisar de que habrá un terremoto.
Cuando el uranio 238 atrapado en el subsuelo recibe una presión de las placas internas de la tierra se degrada en unos 3,8 días aproximadamente y se transforma en radón, gas que sale por las grietas tal vez imperceptibles a vista de ojo que se hayan formado desde las profundidades, las llaman microfracturas.
El precursor
En el 2009, cuando se produjo el terremoto de L’Aquila, Giampaolo Giuliani, técnico que nada tiene que ver con la geología pero que está obsesionado con la hipótesis del radón como precursor, al ver la cantidad del gas que salía de la zona, cogió a toda su familia y se la llevó al coche en un descampado: se salvaron todos. Sin embargo, siendo extraño al oficio, nadie le creyó.
En 1927 los japoneses detectaron la «alarma» del radón. En 1975 y 1976, China, primer país con un plan de «previsión», salvó muchas vidas gracias al radón, la alteración de los acuíferos y del agua de los pozos.
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