ENTREVISTA

"Ser madre debería estar remunerado"

la escritora Laura Freixas, en la librería La Central de Madrid.

la escritora Laura Freixas, en la librería La Central de Madrid. / periodico

Olga Pereda

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Estudió. Leyó. Aprendió idiomas. Viajó. Trabajó. Ganó dinero. Se casó. Y empezó a sentir presión para ser madre. No pudo y se sometió a tratamientos de reproducción asistida. Largos, estresantes y duros a nivel físico y emocional. Una vez convertida en madre, el suelo empezó a temblar bajo sus pies. La escritora, editora, traductora, crítica literaria y articulista Laura Freixas (Barcelona, 1958) revive varios capítulos de su vida en 'A mí no me iba a pasar' (Penguim Random House), sincera y valiente reflexión sobre el matrimonio, la maternidad y la crianza. Freixas, que presentará el libro el próximo 17 de septiembre en Madrid, asume sus contradicciones, que son las de muchas mujeres. Quiso ser libre y comerse el mundo. Pero terminó con un bebé en brazos y convertida en una “maruja de chalet adosado”.

¿Por qué tenemos hijos?

Es uno de los muchos temas de los que la literatura y la cultura no habla. Es una pregunta nueva en la historia. Antes no se podía decidir. O eras madre o te hacías monja. ¿Por qué tenemos hijos? Pues en parte por presión social. La mujer es definida, ante todo, como madre. Si llegas a una edad y no lo eres, no sabes muy bien qué sentido tiene tu vida. Eso es lo que me pasó a mí.

Mamen Mendizábal, Rosa Montero y Maribel Verdú no tienen hijos y son mujeres completas.

Afortunadamente hay mujeres que escapan de esa presión social y ejemplifican que se puede tener una vida muy plena sin necesidad de ser madre. Quizá lo difícil es no tener hijos cuando no tienes una alternativa profesional estupenda.

Usted no es una madre arrepentida.

No. Pero me gustaría que mi hija decidiera ser o no madre con más libertad que yo, que tuve a la familia presionando y a toda la sociedad preguntándose qué es una mujer que no tiene hijos. En la cultura siempre han sido representadas como desgraciadas y fracasadas. Necesitamos muchos más modelos a través de la literatura y el cine.

A usted la educaron para ser libre.

Sí, pero mis padres querían tener nietos y mi exmarido también quería hijos. A mí lo que me convenció para querer tener hijos fue que no pude. Me pareció una injusticia de la vida. ¿Por qué los demás sí y yo no? Yo siempre había tenido lo que quería. La vida me desafiaba. No quise resignarme y se convirtió en una obsesión.

Son muy descarnadas las páginas que dedica a contar la cruda realidad que implica un tratamiento de reproducción asistida. La misma crudeza con la que habla de cómo, años después, adoptó un niño ruso porque no quiso volver a pasar por el calvario de la reproducción asistida.

Todo es literal y refleja la realidad. Es un relato no idealizado. Todo lo que tiene que ver con las mujeres está excluido de la alta cultura. ¿Cuántas películas has visto de guerra y cuántas de infertilidad, embarazos, partos o menopausia? Lo especificamente femenino está asociado a la baja cultura. La mujer que aspira a escribir literatura con mayúscula sabe que esos temas están devaluados porque se asocian con el cotilleo. Es importante que lo dignifiquemos y lo afrontemos. Si no, cada una lo vive en soledad y sin aprovechar la experiencia colectiva.

“Vómitos, gritos, papillas, fiebre… No sabía si quería ser madre. Prefería ser padre”, escribe.

Uno de los engaños que sufrimos es que no nos damos cuenta de que para una mujer tener hijos significa aceptar un paquete de cosas en el sentido social: eres madre y una entregada ama de casa. Ahí empieza la división de roles.

Su exmarido era un ejecutivo. Le define como un “Yeti”. Pero no representa al hombre medio, ¿no?

Creo que sí, creo que mi exmarido es un perfil habitual. Un hombre ambicioso, trabajador e inteligente al que el mundo laboral espera con los brazos abiertos. El mundo capitalista sería invivible si no hubiera una parte de la población, las mujeres, dedicada a hacerlo vivible gracias a su empatía y a sus cuidados. Si solo hubiera Yetis sería inaguantable.

Entonces, para las mujeres ¿no hay luz al final del túnel?

No mientras los hombres no cambien. Hay que trasformar el modelo. La sociedad trasmite un mensaje contradictorio a las mujeres: tú puedes, persigue tus sueños… Pero, por otra parte, nos dicen: tienes que complacer, tienes que estar mona, tienes que cuidar, tienes que tener hijos, atiende a tu bebé que tu marido tiene que trabajar. Nos vamos a comer el mundo y nos damos cuenta de que las empresas no nos estarán esperando con los brazos abiertos. Volvemos a casa y nos encontramos con la nevera vacía. A ellos no les pasa.

Usted tenía posibilidad económica para tener ayuda.

Mi exmarido también me decía que si no desarrollaba más mi carrera era porque no quería. Yo también pensaba que todo sería fácil porque el dinero podía resolver todo. Pero en la crianza de los hijos hay una parte enorme que no se puede delegar: afecto, cariño, buscar un logopeda o las visitas al pediatra. El concepto de disponibilidad. Yo tenía que estar disponible todas las horas del mundo por si acaso. Mi marido podía hacer viajes largos de trabajo. Yo no. ¿Cómo si mis hijos podrían tener conjuntivitis, fiebre o diarrea? La sociedad actual no habla de esas cosas.

La sociedad piensa que los niños se crían solos.

Y que con 16 semanas de baja maternal todo está solucionado. Los niños dan mucho trabajo. Es  necesario cambiar el modelo laboral. Todos tenemos que cuidar. Los hombres tienen que cambiar. Tienen que asumir su responsabilidad en el cuidado. Y eso implicará el cambio de modelo.

Se define como “maruja de chalet adosado”. Es un término despectivo. En realidad, una mujer que cría a sus hijos está haciendo un trabajo muy importante.

Sí, debería ser un trabajo reconocido. A mí me parecía maravilloso estar todo el día con un bebé en brazos. Lo que me da rabia es que no sea un trabajo reconocido y que no se pague. Te condena a la dependencia económica. El que paga manda. Él tiene el dinero y el poder.

Ahora, echando la vista atrás, ¿qué cree que hizo mal?

No cuestioné el sistema de valores dominante por el cual el que gana dinero es el que manda. Fui cobarde. Fue cómodo que él ganara el dinero y se ocupara de la hipoteca mientras yo me convertí en ama de casa. Me infantilicé. Quise ser autónoma y lo contrario. Esta novela es un relato de contradicciones. Quería tener éxito y al mismo tiempo ser una niña protegida por mamá y papá y luego por mi maridito, que trabajaba todo lo que quería y no se ocupaba nada de la casa. Yo lo hacia todo y sin rechistar. El tiempo que me sobraba lo dedicaba a mi profesión: escribir.

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