Las empresas de internet ya lo saben (casi) todo de ti
El rastro dejado durante las conexiones a la red permite hacer un retrato cada vez más detallado del usuario
Como en el cuento, en internet todos vamos dejando pequeños guijarros por el camino de los que se puede deducir casi toda nuestra vida: los lugares donde estamos, nuestras habilidades idiomáticas, nuestro poder adquisitivo, nuestra capacidad tecnológica y nuestras relaciones. Un Sherlock Holmes moderno deduce todo esto y más solo con ver el rastro de las conexiones a internet de un usuario. Son los metadatos, la información que acompaña a una conexión y que revela posición, dispositivo, sistema operativo, idioma, tiempo de conexión y acciones realizadas, entre otras cosas. Una información que se ha ido refinando con el tiempo y la capacidad de los dispositivos de trazar el rastro de las comunicaciones.
La legislación española incluye estos metadatos como parte del secreto de las comunicaciones. Al menos en sus aspectos básicos: quién se conecta, cuándo, a qué, cómo, desde dónde y por cuánto tiempo. Pero esta información en principio reservada la tiene cualquier web a la que acceda un internauta. El chivato se llama 'cookie', y permite identificar al usuario cuando vuelve o va a otro sitio. Y no la lanza solo una web o una 'app'; todas las tienen en mayor o menor medida siempre que se permita al navegador de internet almacenarlas.
La legislación europea sobre privacidad está sobre todo pensada para proteger al individuo ante la recopilación de información que hacen las empresas, porque es donde surgen más problemas, y el uso posterior que se hace de ellas, en ocasiones asociado a la seguridad de las transacciones. “Como los gobiernos cuando monitorizan a los ciudadanos bajo el argumento de la seguridad, las empresas tienden a recolectar todos los datos posibles para luego mirar los que les pueden ser útiles”, afirma Rolf Reinema, jefe de tecnología de Siemens AG en un informe sobre ciberseguridad de la Fundación Bankinter.
EL NEGOCIO DEL DATO
No solo es por requerimiento administrativo, el negocio digital se asienta en buena parte sobre los datos. Por eso, a Whatsapp, Twitter o Telegram les da igual el contenido de las conversaciones, que pueden controlar solo con el rastro de lo que hacen los usuarios. De lo que dicen ya se encargarán Google y Facebook, especialistas en escrutar de forma automática conversaciones y sentimientos asociados a ellas para vender publicidad “relevante para el usuario”.
En el mundo analógico, las empresas de análisis electoral, por ejemplo, cruzan datos de viviendas para analizar rentas y nivel socioeconómico, según esterotipos que se refinan en la práctica en contacto con la realidad. En internet esto se hace con el tipo de dispositivo (sobre todo móvil) y localización de la dirección web (IP) desde donde se conecta. El idioma del navegador también revela parte de esa característica socioeconómica sobre todo en comunidades donde la lengua es relevante, como los grupos étnicos en EEUU (hispanos, por ejemplo) y la hora de conexión puede revelar si se está en casa o en el trabajo, una información que complementa la IP de salida, que también es geográfica.
Según un estudio de investigadores del MIT publicado por Science, se podía averiguar la identidad de un comprador solo por cuatro transacciones que hubiera hecho con su tarjeta de crédito en una misma tienda. Intervenían variables como la hora de conexión, el lugar y la fecha, y el importe de la compra. Y llegaban a afinar hasta un 90% de los casos en el nombre y apellidos.
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