Las cinco batallas del Ebro

Para nacer en las Terres de l’Ebre es conveniente tener cierta dosis de activismo ciudadano en el ADN. No por genética sino más bien por supervivencia. Un sentimiento de agravio transformado en inconformismo y también el recelo proteccionista hacia un territorio que se observa semiabandonado y amenazado incentiva la articulación de movimientos vecinales surgidos “en defensa propia”, según afirma alguno de sus adalides. Sus combates, intermitentes, coinciden ahora en el tiempo. El Ebro vive ahora el fervor de cinco batallas.

Al frente, la Plataforma en Defensa del Ebro (PDE) ante un plan de cuenca que pone en riesgo, dicen, no solo el sistema ambiental, sino también productivo, económico y social de esta tierra. Y por si fuera poco, pone en jaque dos de los símbolos de identidad más emblemáticos, el río y su delta. Esta es, como se demostró en la masiva manifestación de Amposta, algo así como el denominador común, la madre de todas las luchas.

Pero junto a la PDE, combate también la Plataforma en Defensa de les Terres del Sénia, en pugna contra el proyecto gasístico Castor instalado frente a las costas del delta, que provocó una crisis sísmica inaudita. La Federación de Vecinos de Amposta es la punta de lanza de la lucha por una solución a la elevada siniestralidad de la N-340, y Trens Dignes clama por una movilidad ferroviaria que reduzca la marginación. Finalmente, la Comisión para la retirada de los símbolos franquistas de Tortosa impulsa la retirada del mayor monumento franquista de Catalunya. Junto a ellas, otras más generalistas, como la PAH y Salvem les Ambulàncies.

Décadas después, son herederas de entidades como la Coordinadora Antitrasvasament, el movimiento antinuclear, la plataforma contra la masificación eólica y la contraria al proyecto Enron, artífices y embriones de una rebelión ciudadana que se encuentra en pleno auge.