LA CAJA NEGRA DE LA VIOLENCIA SEXISTA
Mi reino por un maltrato
El hombre es el rey de lo creado, la cúspide de la pirámide alzada sobre la sociedad tomando como referencia lo masculino, de ahí su reinado histórico.
Pero para ser rey hace falta poder, para alcanzar el poder es necesario dominar a quien aporta los elementos que llevan a los hombres a creerse superiores, y los elementos que hacen pensar a los hombres que son superiores se construyen tomando a las mujeres como inferiores y necesitadas de supervisión masculina. Imponer esa desigualdad creada necesita del maltrato y la violencia, y mantener la construcción social con los hombres como referencia implica controlar a las mujeres para que no abandonen sus roles, tiempos y espacios que hacen creer que ellos disponen de más roles, de más tiempo, y de más espacios para desarrollar su plan.
Más tiempo
Esos roles, tiempos y espacios masculinos de más se consiguen a costa de los que son sustraídos a las mujeres por medio de la desigualdad y su violencia, y para que esa violencia y maltrato no sean cuestionados ni denunciados, el todopoderoso hombre la ha presentado como parte de la normalidad, y la ha justificado en la propia conducta de las mujeres y en la imagen de malas mujeres que ha creado de ellas, tomando dos referencias: por un lado, su comportamiento frente a los hombres y, por otro, su condición, una condición que puede llegar a considerarlas como objetos a través de la cosificación.
Por eso la violencia de género que termina en un homicidio comienza tiempo antes con un golpe. Un primer golpe que se dio después de que el agresor aislara a la mujer de sus fuentes de apoyo externo (familia, amistades y trabajo), y un aislamiento que se produce porque se cree que la mujer es un objeto que pertenece al hombre con el que mantiene una relación.
Si las mujeres no fueran presentadas como seres inferiores a los hombres y necesitadas de su control y supervisión, si no fueran cosificadas en la sociedad y en las relaciones de pareja, si después no terminaran aisladas de sus entornos, si ese aislamiento no amortiguara el primer golpe, y después el segundo, el tercero, el cuarto… Si todos esos golpes, amenazas y humillaciones no hundieran a las mujeres maltratadas y elevaran a sus agresores, no se producirían los homicidios que luego levantan tanta crítica.
De los piropos a la brecha salarial
Por eso debe entenderse que la misma cultura que lleva a invisibilizar la violencia más grave detrás de la normalidad y las justificaciones hace que las otras violencias que la rodean, sin llegar a alcanzar tanta intensidad, ni siquiera lleguen a tomarse como parte de la realidad. Es lo que sucede con los piropos, con la violencia económica en el control doméstico y en la brecha salarial en el trabajo, con la violencia política, con la imposición de una imagen estereotipada, con una salud sexual y reproductiva en manos ajenas… Todas reflejan la idea de que las mujeres están en un posición inferior, y que sobre ellas se puede decidir y actuar.
Por eso estas otras violencias son parte de la normalidad machista, y contribuyen a crear las circunstancias que llevan al maltrato que termina en el homicidio. Si no hubiera ese primer maltrato de las otras violencias, no existiría el reino donde los hombres mandan de manera injusta. Así de sencillo y así de terrible
Médico forense y experto en género.
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