CARLES BARCELÓ. ALCALDE DE VANDELLÒS

"Estaba en juego la seguridad y los puestos de trabajo"

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SILVIA BERBÍS / TORTOSA

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"Fue un día que no olvidaremos fácilmente", relata Carles Barceló, el alcalde de Vandellòs que tuvo que lidiar con el drama de ver el nombre de su pueblo asociado al accidente atómico más relevante del Estado español. Esa noche, sin embargo, no empezó con presagio de tragedia alguno. "Habíamos inaugurado el instituto de l'Hospitalet de l'Infant y como había sido una jornada muy exitosa, quisimos reunirnos en Riudoms para valorarla", explica desde un despacho de la imponente Llar de Jubilats de Vandellòs donde ha pasado la mañana.

"¿Otro incendio en la nuclear?", inquirió a su interlocutor al teléfono cuando también él fue informado de lo que estaba aconteciendo en el complejo atómico. "Pensé que se trataba de otro incendio en Vandellòs 2, porque en ese período cada dos por tres había alguno", explica. Vandellòs 2 llevaba un año operativa cuando ocurrió el incendio en la planta contigua. "No, esta vez no hemos sido nosotros", especificó el trabajador Josep Castellnou al entonces alcalde.

Dulces sueños

"Al principio, la gravedad del suceso no salió a la luz. Aquí, en el pueblo, todos los vecinos durmieron tranquilos esa noche. No se planteó ni hacer evacuaciones, ni medidas extraordinarias. Fue al cabo de unos días cuando empezó a hablarse de la magnitud de lo que sucedió. La alarma vino de fuera, de grupos como Els Verds, que la intensificaron. Con los años fuimos entendiendo que había fallos de base que no se corrigieron, a pesar de las advertencias dadas por el Consejo de Seguridad Nuclear".

Con el pragmatismo que dan los años, Carles Barceló admite que "Vandellòs tenía una posición muy difícil, porque por una parte primaba la seguridad de la población, pero por otra parte había muchos vecinos ocupando puestos de trabajo en la nuclear, con unos 700 trabajadores, casi una cuarta parte del pueblo, así que nuestra postura era de que si era realmente peligroso mantenerla abierta, que la cerraran, pero no sin más ni más", sostiene.

El escenario era diferente al de l'Ametlla de Mar, más próxima a la central y sin tantos beneficios: "Aquí prácticamente no se hablaba del suceso, pero en l'Ametlla era un chic y chac, chic y chac sin parar que no les favoreció para nada. Por ejemplo, los directivos dejaron de ir a los restaurantes a comer", describe. El cierre que celebró L'Ametlla de Mar como un triunfo colectivo fue un final poco traumático para Vandellòs. El exalcalde recuerda: "La gente no salió malparada. Cuando se decidió cerrar la planta nuclear, ya muchos trabajadores estaban recolocados o jubilados y quedaba mucho trabajo para hacer con el desmantelamiento", apunta.