LA CONTROVERSIA DEL VERANO PASADO
Aquel informe del Síndic
La movilización contra la malnutrición infantil empezó en el 2013 y generó polémica
Hace un año, Catalunya se dio cuenta de que muchos de sus niños no comen como deberían por culpa de la crisis. Pero muchas familias y las entidades que las atienden saben que eso pasaba ya en el 2012 y el 2011. Las historias de menores que acuden a clase sin haber cenado ni desayunado y que un día se desmayan proliferan hace mucho tiempo. Preguntad a los profesores, recomiendan algunos cuando alguien duda de que el problema exista.
En el verano del 2012, algunas entidades ya reforzaron su oferta de verano porque sabían que sin colegio muchos niños que comen allí se quedarían a dos velas en los meses sin clase. No porque no tengan nada que comer, sino porque probablemente acaben comiendo de forma poco saludable, siempre macarrones, o bolsas de patatas, o kebabs, a menudo con uno de los resultados de la malnutrición: engordar demasiado. La desnutrición es otra cosa, una enfermedad propia de países en situación de emergencia a causa de la falta de recursos económicos. Algo que en Catalunya no pasa.
Los 50.000 de Ribó
Esta diferenciación es el epicentro del terremoto político que causó una rueda de prensa del Síndic de Greuges, Rafael Ribó, quien, el 5 de agosto del 2013, presentó un informe en el que cifraba en 50.000 los menores catalanes que sufrían malnutrición a causa de la crisis. El Govern de CiU se lo tomó como un ataque personal. Aunque el propio president, Artur Mas, desmintió a Ribó, de esa labor se encargó principalmente el conseller de Salut, Boi Ruiz. Los hechos demuestran que la situación de la infancia hubiera requerido más inversión en el pasado, una apuesta mayor. Pero eso es culpa, en todo caso, de la clase política en su conjunto. Sin embargo, CiU se sintió muy especialmente aludida.
El Govern afrontó este partido dividido o con los papeles repartidos, como se quiera ver: mientras Ruiz negaba que hubiera problema, la titular de Ensenyament, Irene Rigau, anunciaba una partida presupuestaria para combatir la malnutrición. También la consellera de Benestar, Neus Munté, asumió que algo pasaba.
La verdad es que las entidades, que son las que se pusieron manos a la obra, no dejaron de velar por los menores, con lo que la disputa política resultó más anecdótica y lamentable que lesiva para los afectados. Más allá del debate terminológico que hubo entre malnutrición y desnutrición, en Catalunya se ha consolidado una estructura público-privada que funciona todo el año para apoyar la alimentación de los niños. Desayunos, becas de comedor, meriendas. Y cuando hay solución es que algún problema habría.
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