Recursos tecnológicos para la salud

Todo controlado

Xavier, de 15 años, informa de todos sus pasos a una aplicación médica en su móvil. Aprende alemán porque quiere cursar una bioingeniería para poder innovar en la gestión de la enfermedad

Los aparatos 8 Xavier Campmany, con el glucómetro y el móvil en el que ha descargado una 'app'.

Los aparatos 8 Xavier Campmany, con el glucómetro y el móvil en el que ha descargado una 'app'.

À. G.
BARCELONA

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Seis veces al día, Xavier Camp-many, vecino de Badalona, de 15 años, se da un pinchacito en un dedo para que gotee algo de sangre, y la deja caer en la tira absorbente que inserta en su glucómetro. El primer pinchazo se lo da por la mañana, nada más levantarse de la cama. Al instante, el aparato le informa de su nivel de glucosa y Xavier transmite esa cifra a la aplicación (app) sobre diabetes que ha descargado en el teléfono móvil de su madre, que utiliza él.

Antes de ordenar a la app, llamada socialdiabetes, que calcule cuánta insulina necesita exactamente a aquella hora, informa al móvil de lo que piensa desayunar y le indica si va a hacer ejercicio físico. «Ahora jugaré una hora al baloncesto», comunica dos días a la semana al smartphone, donde ha consignado su peso, el diagnóstico del grado de diabetes que sufre, los parámetros sanguíneos de partida y sus hábitos más regulares. Todo sobre él. «Cuando tiene lo necesario, la máquina hace sus cálculos», explica Xavier. Y él se inyecta la dosis de insulina que indica la pantalla. Lo volverá a hacer así a mediodía, a la hora de la merienda y en la cena.

Se inició en la diabetes a los 11 años, de forma abrupta, devorando seis platos de comida en un mediodía y tres litros de agua por la noche, sin parar de orinar, en un momento en que nadie de su familia ni él habían oído hablar del azúcar que satura la sangre. El médico que lo visitó al día siguiente lo derivó de urgencia al Hospital de Sant Joan de Déu y allí le anunciaron que el resto de su vida sería diabético, sujeto a unas dosis de insulina que él mismo aprendería a calibrar. «Lo acepté desde el primer momento. Una cosa así la has de aceptar -reflexiona Xavier serenamente-. Incorporé a mi rutina diaria los pinchazos para medir la glucosa y los de la insulina. Lo controlé bien desde el principio, y ahora es para mí algo tan normal como lavarme las manos antes de ir a comer».

Estudiar en Alemania

Está decidido a innovar el tratamiento insulínico de los diabéticos. Lo dice como quien anuncia un hecho irrefutable. «Estudio dos lenguas extranjeras -explica-. Inglés, porque sin esa lengua no puedes trabajar en ningún sitio, y alemán. Tal como está este país, y teniendo en cuenta que quiero hacer una ingeniería biomédica, iré a estudiar a Alemania». ¿Por qué una bioingeniería? «Quiero diseñar una máquina para facilitar la gestión de la diabetes -avanza-. Será un teléfono móvil que medirá directamente el nivel de azúcar».

La vida de Xavier no está limitada por la diabetes. Sabe qué alimentos le convienen y en qué proporción, y le gustan. Siempre hidratos de carbono, «porque son necesarios», más carne, pescado, verdura y fruta. Mirando un plato de paella o uno de macarrones sabe cuántas unidades de insulina deberá inyectarse para compensarlos. Su rigor, no obstante, no le evita sufrir episodios de hipoglucemia, el peligroso déficit de azúcar en la sangre. «Es normal tener una hipoglucemia a la semana -dice-. Conozco los síntomas: me tiembla todo el cuerpo, siento mucha hambre y estoy como mareado. Cuando me pasa, me como una magdalena, o una barrita energética».