Bergoglio, una relación conflictiva con la dictadura argentina
El nuevo Papa está acusado de no haber hecho nada para evitar la desaparición de dos sacerdotes
Los medios argentinos resaltan de manera entusiasta el origen social del flamante Papa, Jorge Mario Bergoglio: un hogar de clase media baja. Ponderan su bajo perfil, al punto de usar el sobretodo del arzobispo bonaerense que lo antecedió, el ultra conservador Antonio Quarrichino. Evocan su furia contra la ley de matrimonio igualitario. En lo que no se ponen de acuerdo es en el papel que desempeñó durante la última dictadura militar (1976-83). Unos aseguran que salvó vidas. Otros, que fue cómplice con un régimen que asesinó un obispo, varios sacerdotes y catequistas.
Bergoglio llegó a liderar la congregación jesuita argentina durante el periodo más oscuro de la historia de este país. En un libro biográfico, llamado 'El Jesuita', el ahora llamado Francisco I hace una defensa de su rol como provincial de la Compañía. Los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics le habían acusado de haberlos entregado a los militares. Ambos estuvieron secuestrados cinco meses a partir de mayo de 1976, en uno de los momentos más crudos de la represión. Los que nunca reaparecieron fueron las cuatro catequistas y dos de sus esposos, capturados durante la misma acción de las fuerzas de seguridad. Entre ellos estaban Mónica Candelaria Mignone, hija del fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Emilio Mignone, y autor del libro Iglesia y dictadura, en el que se ha mostrado el nivel connivencia que tuvo un sector importante del episcopado con el terrorismo de Estado.
"Ante los rumores de inminencia del golpe les dije que tuvieran mucho cuidado. Recuerdo que les ofrecí, por si llegaba a ser conveniente para su seguridad, que vinieran a vivir a la casa provincial de la Compañía", ha dicho Bergoglio en el libro, sobre la suerte de Dorio y Jalics, quienes realizaban tareas de evangelización en barriadas humildes de la ciudad de Buenos Aires.
Complicidad
Mignone, que falleció en 1998, puso sin embargo en su libro el caso de Bergoglio como ejemplo de la "la siniestra complicidad" con los militares, que "se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados".
La abogada Alicia Oliveira aseguró lo contrario. Bergoglio temía por la suerte de los sacerdotes que trabajaban en aquellos barrios marginales y les pidió que salieran de allí. Cuando los secuestraron, trató de localizarlos y procurar su libertad, así como ayudó a otros perseguidos. Pero Dorio le dijo lo contrario al periodista y escritor Horacio Verbitsky: "Bergoglio no nos avisó del peligro en ciernes" y "tampoco tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario". Los dos sacerdotes fueron liberados por las gestiones de Emilio Mignone.
Controversia
Bergoglio ha sido siempre consciente de que esa controversia lo seguirá acompañando. En el libro 'El Jesuita' reconoce que, cuando la vida de Juan Pablo II se apagaba y surgía su nombre como posible reemplazante "volvía a agitarse una denuncia periodística publicada unos pocos años atrás en Buenos Aires".
El papel de la Iglesia Católica durante los años de espanto continua agitando las conciencias en este país. Bergoglio sostiene en su libro que en la Iglesia "se fue conociendo de a poco todo lo que estaba pasando" después de golpe de Estado. "Al principio se sabía poco y nada". Verbitstky ha publicado en tres tomos la Historia Política de la Iglesia Católica Apostólica. En uno de esos trabajos puso en evidencia lo contrario. Años atrás también reveló que, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en 1979, no encontró rastros de los prisioneros que cautivos de ese campo de concentración. Con la ayuda de la Iglesia, los marinos los habían escondido en la isla 'El silencio', en el delta bonaerense, un lugar habitual de recreo del arzobispado.
Dudas
Los hechos del pasado dejan al Papa argentino en posiciones delicadas. Seis años atrás, el excapellan policial Christian Von Wernich fue condenado a prisión perpetua por su papel en las violaciones a los derechos humanos. Cuando se conoció la sentencia, el Episcopado señaló que si hubo connivencia de un miembro de la Iglesia con el terrorismo de Estado fue "bajo su responsabilidad personal, errando o pecando gravemente contra Dios, la humanidad y su conciencia". El mensaje nunca llamó al culpable por su nombre. A pesar de la sanción, Von Wernich goza del privilegio de ejercer el ministerio sacerdotal . Por entonces, la agrupación Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas pidió al cardenal primado de la Argentina, Jorge Bergoglio, que "instruya" a Von Wernich para que "diga la verdad" sobre lo que sucedió con los secuestrados por la policía. El temible Von Wernich nunca habló.
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