Cultivos entre el cemento
El ecologismo propicia una nueva generación de hortelanos urbanos
Existe una relación directa entre la carnicería de las guerras europeas del siglo XX y el hecho pacífico, simpático y ecológico de plantar tomates en el patio de atrás. Hubo huertos urbanos en Europa porque era necesario paliar la escasez de alimentos tras los conflictos, y los que saben del tema y han investigado identifican esos periodos, los posteriores a las grandes guerras, como los de florecimiento del fenómeno. También hablan de un tercer auge, y dicen que se está dando ahora, en esta época, a principios del siglo XXI; en tiempos de paz, no es el desabastecimiento sino la ecología (la apuesta por una alimentación saludable, por los productos locales, por el contacto con la naturaleza) la que ha hecho germinar una nueva y entusiasta generación de hortelanos.
«Está teniendo lugar en Catalunya, y en España, pero no es de ningún modo un fenómeno aislado, al contrario, es algo que está ocurriendo a nivel mundial -explica Albert Vidal, responsable de un estudio sobre el tema que el Ayuntamiento de Vilafranca del Penedès usó como referente para poner en marcha su propia red de huertos-. Sin ir más lejos piense, en el caso de Catalunya, que antes de los 90 no había huertos urbanos públicos. Privados sí, pero de los municipios, como ahora, no».
El estudio que Vidal y dos compañeros llevaron a cabo encontró que había una cuarentena de municipios catalanes con proyectos de este tipo. Los datos son de hace dos años, pero, toda vez que la crisis ha congelado los proyectos públicos, nada caducos. Lo que la desastrosa situación económica no ha podido detener es la creación de huertos privados (terrenos que sus dueños dividen en parcelas cultivables) y los muchos más conocidos huertos de balcón: ese hobby bucólico al que miles de urbanitas catalanes están apuntados.
VACÍO LEGAL / Públicos, privados y de balcón: son las tres grandes modalidades cuando se habla de huertos urbanos. Parcelas públicas hay más de 2.000 en Catalunya, y las explotan ciudadanos que los ayuntamientos suelen designar por concurso. «Las listas de espera son manejables -dice Pep Ordóñez, responsable de la red de huertos urbanos del Ayuntamiento de Barcelona-, entre 5 y 10 personas por huerto. Es un número razonable, y ya nos va bien que sea así». Contar las privadas, por el contrario, es más difícil. «Por lo que yo sé, al menos 10 huertos de iniciativa privada se han puesto en marcha desde el 2009 -dice Vidal-. Dos en Lleida, uno en Reus, tres en el Parc Agrari del Baix Llobregat, dos en el Maresme, dos en el Vallès y uno en el Baix
Penedès. Pero hay más, seguro».
El propio Vidal puso en marcha el suyo, el Lleure Agrari, 5.000 metros cuadrados en la zona de La Calçada, en El Vendrell, 20 huertos en total por los que cobra una mensualidad en concepto de cesión de uso. No los alquila, no; los cede. «El alquiler clásico no es una buena fórmula porque es poco flexible. Como no hay una ley específica para esta actividad, los ayuntamientos crean sus propios reglamentos, pero los huertos privados no pueden aplicar esta regulación. Básicamente, cada
uno se espabila como puede».
En cuanto a los huertos de balcón, son incontables, literalmente. «No sé si la palabra boom es la palabra correcta; tal vez sea crecimiento. Un crecimiento constante, sostenido, eso es lo que ocurre desde hace unos años». Josep Maria Vallès no solo tiene su propio huerto en casa, en Santa Coloma de Farners, sino que desde hace unos años regenta una empresa, Hort Urbà, que asesora y vende el material necesario para plantar tomates (y zanahorias, y rábanos) en la terraza. «También hacemos muchos cursos, en centros cívicos, o incluso cursos a distancia, y eso, más que la facturación, es lo que nos da la medida del entusiasmo que esto genera».
DIVERSIÓN URBANITA / Vallès dice que la mayor parte de la gente lo hace por diversión; Vidal, que existe una categoría, «los nuevos hortelanos», que son urbanitas jóvenes, de profesiones liberales, con un buen nivel de estudios que buscan «una experiencia de tipo ético». «El contacto con ciertos valores, los que tienen que ver con la alimentación sana, con la naturaleza, el ritmo del campo». Vallès dice que su empresa tiene más éxito donde hay más cemento. «En Barcelona mucho más que en Lleida, por ejemplo». Los urbanitas, parece, buscan un respiro.
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