Fuera humo

El ocaso del cenicero

En la puerta 8 Francesc apaga su pitillo antes de entrar en el bar 201, en la calle de Villarroel de Barcelona, ayer.

En la puerta 8 Francesc apaga su pitillo antes de entrar en el bar 201, en la calle de Villarroel de Barcelona, ayer.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA

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Con sentido práctico, Jinguang Zhang, propietario del bar 201 de la calle de Villarroel de Barcelona, ha colocado un gran cenicero blanco sobre un buzón en la calle, justo junto a la puerta del establecimiento. Francesc, cliente del local, apura unducadosy, segundos antes de cruzar el umbral, apaga obediente la colilla dentro del receptáculo. Es domingo, 2 de enero del 2011, y desde hoy no pueden entrar más cigarrillos encendidos en este pequeño bar de tapas y bocadillos, aunque no hay todavía ningún cartel que informe sobre ello (pese a que la ley obliga). El cenicero con la colilla estrujada junto a la puerta es, de momento, el único indicador de la prohibición.

La mayoría de fumadores dicen comprender que se vete el tabaco en bares y restaurantes por una cuestión de salud pública.«No, si yo entiendo a los que no fuman, pero a mí me van a hacer la pascua... Tomarse un café o una cerveza ya no va a ser lo mismo», se lamenta Francesc, el cliente obediente.

Tardes de fútbol

El miedo del propietario no son los cafés, las cervezas o los aperitivos que la gente -está convencido- se seguirá tomando con más o menos precipitación. Su miedo son, por ejemplo, las retransmisiones de fútbol, que los sábados y domingos por la tarde congregan en el local a un nutrido grupo de parroquianos.«A ver qué pasa, porque a partir de ahora tendrán que salir a fumar en el tiempo de descanso si no quieren perderse un gol»,observa.

En el cenicero está la clave. El Gremi de Restauració de Barcelona recomendaba ayer a sus asociados retirarlos de mesas, barras y otros lugares visibles.«Un cenicero sobre la mesa puede dar lugar a denuncias indeseables por parte de alguien que pretenda utilizarlos como prueba para demostrar que en el establecimiento se fuma», advertía un portavoz gremial en declaraciones a Efe. De hecho, en el Caffè de Fiorino, frente al Hospital Clínic de la capital catalana, lo primero que los empleados hicieron ayer fue eliminarlos.

Clientes despistados

«A medida que íbamos bajando las sillas de las mesas, los quitábamos de circulación», relataba un camarero, que durante la mañana tuvo que advertir a un par de clientes despistados sobre la nueva prohibición.

Vanesa, encargada de la misma cafetería, dio también instrucciones para que se quitaran los letreros que indicaban que, hasta ahora, había zonas habilitadas para fumadores. Los carteles han desaparecido, sí, pero tampoco han sido sustituidos por ninguna otra señal que dé cuenta del veto.

Al parecer, el local (como otros tantos en el resto de Catalunya) mantendrá un tiempo las mamparas de cristal que separaban las áreas sin humo,«porque nunca se sabe. Quizás dentro de seis meses vuelvan a cambiar la ley», comentaba la joven en un tono que intentaba ser jocoso. La solución para muchos clientes será instalarse en la terraza, sugirió.

Zona de juegos

La reforma de la ley obligará a los fumadores a«ir cambiando de costumbres», admite Elvira mientras disfruta de un cigarrillo a las puertas de un parque infantil, en la Escola Industrial de Barcelona. La mujer, que se ha alejado unos metros de la valla del recinto -uno de los lugares a cielo abierto donde tampoco se podrá consumir tabaco-, ha dejado a su hijo de 7 años a cargo de«otra persona».«Cuando venga sola con el niño, tendré que aguantarme las ganas», comenta.

Hasta ayer, admite,«trataba de no fumar en las zonas de juegos, pero reconozco que a veces acababa encendiéndome un cigarrillo».

Pero, sin duda, donde más incumplimientos se vieron ayer fue en los accesos a hospitales y centros sanitarios. Quizás porque la normativa es aún muy reciente o porque nadie sabía a ciencia cierta qué distancia hay que guardar, el caso es que, a las puertas del Clínic, la presencia de cigarrillos humeantes fue constante durante toda la mañana. Tal vez, fuera porque los nervios y tensión son más difíciles de gobernar en ese lugar.

Efecto disuasorio

Los médicos esperan que la entrada en vigor de la reforma de la ley, unido al aumento de precio que acaba de registrar la cajetilla de tabaco, actúe como disuasor para muchos fumadores.«Me quedan cinco pitillos y he decidido que, en cuanto me los fume, ya no compraré más», explica Arturo, mientras camina por la calle de la mano de Gisele. Ella va incluso más allá:«Estoy tentada de abrir una página en internet para animar a la gente a que lo deje». Está convencida , dice, de que si logra«que mucha gente deje de fumar a la vez, aunque sea solo durante un mes, el Gobierno se replanteará algunas cosas, sobre todo cuando vea cómo afecta a la recaudación de impuestos».