MEDIOAMBIENTE

139 chimpancés confían en una española para volver a ser libres

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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En el refugio de fauna de Tchimpounga, cerca de la ciudad de Pointe-Noire (Congo), 139 chimpancés se preparan para un futuro mejor en libertad. La mayoría llegaron siendo bebés, apartados de sus madres a base de balazos y con una profunda crisis emocional, aunque también los hay ancianos que pasaron una triste vida como animales de exhibición, maltratados y con heridas imborrables. Si los planes cristalizan, muchos volverán pronto a la selva que los vio nacer. La veterinaria española Rebeca Atencia (Ferrol, 1977) es la encargada desde hace tres años de dirigir todo el proyecto de acogida, asistencia y futura reintroducción. "Es totalmente viable", se muestra convencida.

El refugio de Tchimpounga, dependiente de la fundación Jane Goodall, es un pequeño pedazo de selva cercado eléctricamente, con un edificio en su interior, situado a su vez dentro de una reserva de 7.000 hectáreas. Desde 1992, cuando fue creado, el santuario se dedica a acoger chimpancés decomisados por las autoridades locales. "Normalmente son crías cuyas madres murieron a manos de cazadores furtivos", explica Atencia, que la semana pasada estuvo en Barcelona para pronunciar una conferencia en CosmoCaixa, museo de la obra social de La Caixa. Su compañero Fernando Turmo, también en el Congo, coordina el programa de comunicación y educación entre las comunidades locales.

CARNES Y MASCOTAS

"Una vez matan a los adultos para venderlos como carne, los furtivos intentan comercializar las crías como mascotas --prosigue Atencia--. Aunque es fácil verlas en los mercados a 80 euros, nosotros no podemos comprarlas porque estaríamos favoreciendo el tráfico ilegal". Muchas de las crías llegan en un estado patético --incluido un caso de parálisis por un balazo en la médula-- y necesitan mimos. Los animales pasan primero una cuarentena y luego se les asigna una cuidadora humana que, si es necesario, les da biberones y papillas. "Es fundamental que haya complicidad, pero la confianza hay que lograrla poco a poco. Las crías tienen mucho miedo porque asocian cualquier humano a los asesinos de su madre". Eso sí, los mimos tienen un límite. "En cuanto podemos, los ponemos con otros chimpancés. Desde temprano empiezan a interactuar", dicen los investigadores españoles.

El problema es que Tchimpounga empieza a colapsarse. La reintroducción debería empezar pronto. Los planes de Atencia son comenzar con chimpancés que ya han llegado a la edad adulta, de entre 8 y 10 años: "Estamos buscando una zona adecuada desde un punto de vista ecológico y socieconómico. Donde estamos no es factible porque hay gente cerca. Les resultaría más fácil hallar la comida en una casa que en los árboles. Eso hay que evitarlo". Los animales llevarán un collar transmisor para analizar sus movimientos.

EXPERIENCIA

Atencia y Turmo consideran que es una operación viable porque, entre otros aspectos, sus chimpancés no son los mismos que hay en los zoos, "con barrotes y espacios reducidos". "Nosotros ya lo hemos ensayado con éxito con la asociación Help Congo. Los chimpancés se incorporan en grupos de primates salvajes e incluso ya conocemos casos de salvajes que se reincorporan en grupos de reintroducidos". La estancia en Tchimpounga no les ha mermado los instintos: "Saben cómo defenderse, conocen los peligros".

Aunque todos los primates están protegidos internacionalmente, la venta ilegal de carne se mantiene en algunos países por motivos de pura subsistencia y porque se considera que su consumo aporta propiedades mágicas. "Yo me he encontrado en el Congo a gente que está convencida de que la sopa de gorila te transmite su fuerza --pone como ejemplo Turmo--. Es una minoría, pero suficiente como para que haya negocio".

En cualquier caso, la convivencia con los poblados cercanos es "muy buena", aseguran los investigadores, entre otras cosas porque la reserva genera empleos y porque la fruta consumida, unos 4.000 kilos semanales, se compra en los mercados cercanos. Tchimpounga se mantiene gracias a las aportaciones filantrópicas de la fundación Goodall, aunque algunos países, como España, ya están empezando a colaborar.