Australia deja solo a EEUU al apoyar el protocolo de Kioto

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Estados Unidos se convirtió ayer en el único gran país industrializado que sigue sin ratificar el protocolo de Kioto, acuerdo destinado a reducir los gases de efecto invernadero, después de que Australia anunciara oficialmente su intención de firmarlo. El nuevo primer ministro, el laborista Kevin Rudd, reiteró sus promesas electorales y avanzó el deseo de que su país se sume a "los esfuerzos para combatir el calentamiento terrestre", según informó la delegación presente en la cumbre del clima de Bali (Indonesia). El anuncio de Australia, íntimo aliado de Washington, es algo más que simbólico puesto que se trata de un país, al igual que EEUU, especialmente dependiente de los combustibles fósiles y con un consumo energético desbocado.

La conferencia de Bali, organizada por la ONU para sentar las bases de un nuevo protocolo de Kioto, se inauguró ayer en la isla indonesia con la presencia de más de 150 delegaciones nacionales y el interés del público internacional. "Los ojos del mundo nos miran", dijo en la sesión de apertura Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la Convención para el Cambio Climático (UNFCCC). En la cumbre, que se celebra en Nusa Dua, una península situada al sur de la isla, habrá unos 10.000 participantes, incluyendo delegados científicos, técnicos y políticos, ecologistas y periodistas, e igual número de policías y militares.

20 MILLONES DE HABITANTES

Australia, con una población de apenas 20 millones de habitantes, es la 15ª potencia por producto interior bruto (PIB), pero en nivel de emisiones per cápita se sitúa en la franja más alta del mundo junto a EEUU, Canadá y los países del golfo Pérsico. El anterior Gobierno del Partido Liberal había mantenido su negativa a Kioto con la excusa de que Australia, un país en gran crecimiento, tenía mayores necesidades energéticas y de transporte debido a las grandes distancias. El anuncio de Rudd, ade-

más, es muy significativo si se tiene en cuenta que su país es un gran exportador de carbón.

Bali no arreglará la maltrecha salud de la Tierra, pero De Boer espera que al menos se den tres pasos esenciales. El primero, lógicamente, es que los países presentes decidan celebrar un nuevo acuerdo que sustituya a Kioto, puesto que la validez del acuerdo de 1997 concluye en el 2012. El segundo paso es definir un calendario de negociaciones e intentar atraer a EEUU y a las potencias emergentes (China, India, Brasil, México, Indonesia y Suráfrica, entre otras) que quedaron al margen de las obligaciones de Kioto. El compromiso recíproco, de unos y otros, es esencial para que pueda avanzarse en este terreno. La UE quiere que los países industrializados se comprometan a que sus emisiones de dióxido de carbono se reduzcan un 30% en el 2020 con respecto a los niveles de 1990. Si no hay acuerdo, la UE ya ha anunciado que llegará por su cuenta al 20%, como mínimo.

FECHA LÍMITE, EL 2009

El tercer paso, finalmente, es decidir cuándo debe aprobarse el nuevo protocolo, que posiblemente se adoptaría en Copenhague. El indonesio Rachmat Witoelar, nuevo presidente de la UNFCCC, reiteró ayer que la fecha límite es el 2009, con lo que quedarían tres años de plazo, hasta el 2012, para que los países lo ratificasen. No es una cuestión baladí porque, de acuerdo con las advertencias de los científicos, se está acabando el tiempo que separa un aumento asumible de las temperaturas de un aumento catastrófico. Según suscribió el IPCC en la reciente cumbre de Valencia, las emisiones de CO2 deberían tocar techo en el 2015 y retroceder a partir de entonces.

Kioto fue un paso simbólico --el cumplimiento completo apenas le serviría a la Tierra para retrasar unos años las peores consecuencias--, pero sí sentó las bases de la lucha contra el cambio climático, dio a conocer el problema internacionalmente y estableció unos sistemas internacionales para medir las emisiones de CO2. Ahora, dicen los científicos, las emisiones mundiales deberían reducirse a la mitad de aquí al 2050, lo que significa que, atendiendo al aumento demográfico esperado, los países industrializados deberían reducirlas un 80%, mientras que las potencias emergentes deberían estabilizarlas.